Mientras una inefable jubilada, Anne Krueger, recomienda a la Argentina hacer buena letras y pagar a los bonistas excluidos del canje, el mercado norteamericano afronta duros dilemas. Asì, TIAA-CREF, una cartera que gestiona US$ 415.000 millones en fondos jubilatorios, ha declarado un boicot a deudas emitidas para financiar compras apalancadas.
Entretanto, Fidelity International –pertenece al mayor fondo mutual del mundo- y Lehman Brothers Asset Management (tercer tomador de bonos en Estados Unidos) informaron que han resuelto evitar deudas originadas en esa práctica y los préstamos hipotecarios de baja calidad.
Inversores institucionales y firmas de valores están nerviosos debido a la conducta irresponsable de fondos como Kohlberg Kravis Roberts, Blackstone Group y Texas Pacific. En conjunto, proyectan la colocación de unos US$ 350.000 millones en bonos y obligaciones para cubrir compras apalancadas, según acaba de revelar Bear Stearns, que busca quitarse de encima US$ 3.200 millones en obligaciones de deuda colaterizada.
De acuerdo con la agencia Bloomberg’s, en las últimas dos semanas más de una docena de compañías tuvieron que posponer o replantear ventas de deuda titulizada. “Hay demasiadas analogías entre estos problemas y la crisis inmobiliaria: ambos segmentos pagan tasas onerosas por colocar deuda o hipotecas”, señala un ejecutivo de TIAA-CREF. “Ningún analista serio puede decir que esas firmas sean dignas de crédito”.
Sólo en el primer semestre, la fiebre de compras apalancadas ha inflado 70% la colocación de deudas de alto riesgo. Al 30 de junio, su monto acumulaba un récord de un billón de dólares. En otras palabras, 8,4% del producto bruto interno nortemericano, pero en aire caliente, pues involucra bonos chatarra calificados BBB- por Standard & Poor’s o Baaa3 por Moody´s Investors Service.
Pero el mercado hipotecario alcanza niveles todavía más críticas. Por ejemplo, 26,5% de la deuda hipotecaria nueva no pasa de CCC en la escala de la neoyorquina Fitch Ratings. Hace un año, sólo 15% estaba en esa situación. Ya entoces, la calificadoira hablaba de “alto riesgo de un cese de pagos.
Meses después, Alan Greenspan alertaba sobre una crisis para fine de 2007, cifradas en los incobrables del sector inmobiliario. En verdad, convergen este semestre la peor caída en valores raíces desde la depresión de 1929/32 y el menor ritmo expansivo del PBI en cuatro años.
En este contexto, Moody’s, S&P’s y Fitch degradaron bonos emitidos sobre deudas hipotecarias. Las calificadores temen que esos títulos no tengan el respaldo mínimo necesario para negociarse y, en el mejor de los casos, el mercado inmobiliario tardará meses –si no años- en normalizarse. Las dos agencias principales admitieron haber cometido errores de cálculo al respecto. Esta situación explica que Wall Street, Londres y Fráncfort haya bajado entre 1 y 1,5%.
Mientras una inefable jubilada, Anne Krueger, recomienda a la Argentina hacer buena letras y pagar a los bonistas excluidos del canje, el mercado norteamericano afronta duros dilemas. Asì, TIAA-CREF, una cartera que gestiona US$ 415.000 millones en fondos jubilatorios, ha declarado un boicot a deudas emitidas para financiar compras apalancadas.
Entretanto, Fidelity International –pertenece al mayor fondo mutual del mundo- y Lehman Brothers Asset Management (tercer tomador de bonos en Estados Unidos) informaron que han resuelto evitar deudas originadas en esa práctica y los préstamos hipotecarios de baja calidad.
Inversores institucionales y firmas de valores están nerviosos debido a la conducta irresponsable de fondos como Kohlberg Kravis Roberts, Blackstone Group y Texas Pacific. En conjunto, proyectan la colocación de unos US$ 350.000 millones en bonos y obligaciones para cubrir compras apalancadas, según acaba de revelar Bear Stearns, que busca quitarse de encima US$ 3.200 millones en obligaciones de deuda colaterizada.
De acuerdo con la agencia Bloomberg’s, en las últimas dos semanas más de una docena de compañías tuvieron que posponer o replantear ventas de deuda titulizada. “Hay demasiadas analogías entre estos problemas y la crisis inmobiliaria: ambos segmentos pagan tasas onerosas por colocar deuda o hipotecas”, señala un ejecutivo de TIAA-CREF. “Ningún analista serio puede decir que esas firmas sean dignas de crédito”.
Sólo en el primer semestre, la fiebre de compras apalancadas ha inflado 70% la colocación de deudas de alto riesgo. Al 30 de junio, su monto acumulaba un récord de un billón de dólares. En otras palabras, 8,4% del producto bruto interno nortemericano, pero en aire caliente, pues involucra bonos chatarra calificados BBB- por Standard & Poor’s o Baaa3 por Moody´s Investors Service.
Pero el mercado hipotecario alcanza niveles todavía más críticas. Por ejemplo, 26,5% de la deuda hipotecaria nueva no pasa de CCC en la escala de la neoyorquina Fitch Ratings. Hace un año, sólo 15% estaba en esa situación. Ya entoces, la calificadoira hablaba de “alto riesgo de un cese de pagos.
Meses después, Alan Greenspan alertaba sobre una crisis para fine de 2007, cifradas en los incobrables del sector inmobiliario. En verdad, convergen este semestre la peor caída en valores raíces desde la depresión de 1929/32 y el menor ritmo expansivo del PBI en cuatro años.
En este contexto, Moody’s, S&P’s y Fitch degradaron bonos emitidos sobre deudas hipotecarias. Las calificadores temen que esos títulos no tengan el respaldo mínimo necesario para negociarse y, en el mejor de los casos, el mercado inmobiliario tardará meses –si no años- en normalizarse. Las dos agencias principales admitieron haber cometido errores de cálculo al respecto. Esta situación explica que Wall Street, Londres y Fráncfort haya bajado entre 1 y 1,5%.