De los ejercicios para medir la sustentabilidad, surge que en el “mejor escenario”, la deuda pública de la Argentina, que en 2021 fue equivalente a 80,6 % del PIB, pasaría a 63,0% en 2027; mientras que la deuda externa, también en la proyección más optimista, pasaría de 58,3 % del PIB en 2021 a 41,0 %, en este caso en 2027.
Estos guarismos se “logran” – dice el IERAL- suponiendo crecimiento del PIB por encima del promedio de los años previos y una política fiscal que trastoca el déficit en superávit. En la práctica, está asumiendo una ruptura con la década de la estanflación.
El documento del FMI incluye también escenarios menos optimistas. En el otro extremo, la deuda pública se proyecta a 92,2 % del PIB para 2027 en lugar del optimista 63,0 %, y la deuda externa se eleva a 132,4 % del PIB hacia 2030, en lugar del 41,0 % referido.
Estas proyecciones extrapolan lo sucedido en el país en los últimos 10 años, con un PIB que se ha achicado a un ritmo de 0,2 % anual, con un déficit fiscal primario promedio de 3,6 puntos del PIB. Si hay dificultades en el cumplimiento del programa acordado con el FMI, la variable más sensible habrá de ser la deuda pública en pesos, que el Tesoro coloca en el mercado local.
En 2021 la necesidad de financiamiento en este flanco alcanzó a 8,5 % del PIB, en bonos que vencen año a año, en su mayoría. Dado el déficit fiscal proyectado, más la carga de intereses, para 2024 se estima que los compromisos a refinanciar en el mercado local se habrán duplicado, hasta llegar a un 16,0 % del PIB.
Obviamente, una deuda en pesos del Tesoro de tal volumen, que a su vez necesita ser refinanciada cada 12 meses, es y seguirá siendo uno de los principales condicionantes de la política económica, que deberá tener muy en cuenta esta peculiaridad al elegir los instrumentos para encarar un eventual programa de estabilización