La Bolsa helena está cerrada desde el lunes 29 de junio pasado, cuando el gobierno se quedó sin los créditos de emergencia del Banco Central Europeo (BCE) y se vio obligado a imponer controles sobre el movimiento de capitales en los bancos comerciales del país para evitar su bancarrota.
La reapertura fue autorizada por el Ministerio de Finanzas.
Días atrás el gobierno de Alexis Tsipras había autorizado otra medida considerada clave por los mercados y millones de griegos: la primera flexibilización del corralito.
Durante más de un mes, los griegos sólo pudieron sacar 60 euros diarios. Ahora podrán extraer de los cajeros automáticos o recibir de ventanilla hasta un máximo de 420 euros por semana.
Todas las miradas del mundo financiero internacional apuntarán también hacia otro frente de la crisis griega, el de las negociaciones entre el gobierno y los representantes de la llamada troika, compuesta por las tres instituciones acreedoras: el BCE, la Unión Europea (UE) y el FMI.
A lo largo de la semana pasada hubo una serie de encuentros técnicos para definir las bases para negociar los detalles de un tercer programa de ayuda financiera, esta vez de 86.000 millones de euros, para los próximos tres años.
En esta primera etapa se trata de recopilar datos sobre el estado de las finanzas públicas para hacer una nueva evaluación a la luz del impacto que tuvieron las restricciones bancarias impuestas hace un mes sobre la evolución financiera.
Analistas han adelantado que el impacto negativo del corralito sobre la economía obligará a revisar drásticamente las previsiones para el crecimiento económico.
En lugar de las previsiones originales que partían de un incremento del PIB en este año del 0,5%, ahora se prevé una recesión de por lo menos un 4%.
Pese al clima de tensión política que se vive en Atenas y la lucha intestina que enfrenta Tsipras dentro del oficialismo, su objetivo es sellar este tercer acuerdo de largo plazo antes del próximo 20 de agosto, cuando el país debe enfrentar un vencimiento de deuda de 3.400 millones de euros con el BCE.
El mes pasado, Tsipras aceptó un tercer programa de ayuda europeo aún más neoliberal que el rechazado por el 61% de sus compatriotas en un referéndum una semana antes, que le garantizará 86.000 millones de euros en los próximos tres años y el “compromiso” de discutir una reestructuración de la deuda griega, que ya supera el 180% del PBI nacional.
A cambio de una nueva inyección de dinero para recapitalizar los bancos griegos, poner fin al corralito y pagar los cercanos vencimientos de deuda con los acreedores europeos, Tsipras aceptó un aumento del IVA, un recorte de las jubilaciones, una reforma laboral y del Código Civil y un descarnado e inédito proceso de privatizaciones.
Esta nueva ola de ajustes y medidas neoliberales desató una guerra interna dentro de la coalición gobernante, Syriza, por lo que Tsipras intenta disciplinar y reunificar al oficialismo, al mismo tiempo que enfrenta una nueva pulseada con sus socios y acreedores europeos para sellar rápidamente un tercer acuerdo con las mejores condiciones posibles.