El instituto que dirige el economista Jorge Colina atisba una señal positiva en la propuesta de blanqueo, más allá del escepticismo y rechazo por despierta por sus negativas connotaciones morales: ve como un avance que la escapada del dólar se tome como una señal de que son necesarios cambios de política.
Se lamenta sin embargo que se haya partido de un diagnóstico equivocado, ya que el problema central no es el origen de los ahorros “en negro†sino el fuerte desaliento a invertir en el país. Prueba de ello, es que la Argentina recibe mucha menos inversión extranjera directa que otros países de la región.
En tal sentido, subraya que la escapada del dólar refleja la acumulación de desequilibrios y distorsiones. Para corregirlos se necesita un profundo replanteo de estrategias que incluye sanear las cuentas públicas, eliminar intervenciones y controles de precios, y recomponer institucionalidad, especialmente, en relación al Poder Judicial. “Sólo con estos cambios de reglas puede tener sentido (como cuestión accesoria, nunca central) una propuesta de formalización de los ahorros que permanecen fuera del circuito productivoâ€, apunta.
Es claro que el atesoramiento de dólares trasciende las barreras impositivas que impiden que ahorros “en negro†se formalicen para luego ser canalizados a inversiones productivas.
La cuestión central es que bajo las actuales condiciones es poco atractivo invertir en la Argentina, incluso para los ahorros “en blancoâ€.
El desaliento se origina en la mala calidad de las políticas públicas que conducen a que las rentabilidades sean bajas (en muchos casos negativas) y, peor aún, con muy altos niveles de incertidumbre.
En estas condiciones, el “blanqueo†tiene pocos beneficios y muchos costos. Quienes tienen dólares, tanto “en negro†como “en blancoâ€, seguirán prefiriendo rentabilidad cero (como tenerla “bajo el colchón†o en cajas de seguridad) antes que volcarlos en proyecto productivos de destino incierto.
De esta forma, el nuevo mecanismo será atractivo fundamentalmente para quienes consideren que es la oportunidad de legalizar fondos espurios generados en la corrupción.
Es en ese punto donde identifica el centro de los cuestionamientos de la propuesta de “blanqueo†de dólares: en la inconsistencia ideológica de pregonar la pesificación y luego ofrecer beneficios a quienes atesoraron dólares, y en la inconsistencia moral (propia de toda moratoria) de perdonar a quiénes atesoraron evadiendo impuestos desconsiderando a los contribuyentes cumplidores.
Vislumbra en el proyecto oficial que el diagnóstico que subyace es que los ahorros se fugan hacia el dólar paralelo porque se generaron “en negroâ€, es decir, sin pagar impuestos.
El proyecto oficial de blanqueo sugiere que “perdonar†el origen ilegal de los dólares fugados generará condiciones para que sean canalizados a inversiones productivas.
La pregunta es si la restricción para invertir es el origen de los fondos o, por el contrario, el obstáculo serían las condiciones adversas para invertir en la Argentina, independientemente de que se trate de ahorros “en negro†o “en blancoâ€.
Analizando la recepción de inversiones externas directas se puede evaluar las condiciones que el país ofrece para invertir. Según datos oficiales del INDEC, la entrada de inversión extranjera directa a la Argentina en el año 2012 fue de U$S 12 mil millones, equivalente al 2,6% del Producto Bruto Interno (PBI), mientras que según la CEPAL:
· Perú recibió similar monto que Argentina, o sea, U$S 12 mil millones, pero que para el país andino representan el 6% del PBI.
· Colombia recibió en valores absolutos más inversión que la Argentina, con una entrada de U$S 16 mil millones equivalentes a 4% del PBI de ese país.
· Chile recibió U$S 30 mil millones que representan el 11% del PBI de ese país.
Estos datos demuestran que países con menores potencialidades productivas, comerciales y de dotación de recursos, como Chile, Colombia ó Perú, reciben más inversión extranjera directa que la Argentina.
Esto se da tanto en términos absolutos (millones de dólares) como relativos (porcentaje del PBI).
El desalentador entorno a la inversión queda demostrado más contundentemente cuando se tiene en cuenta que, en Argentina, el 70% de la inversión extranjera directa es reinversión de utilidades, la gran mayoría forzada por la prohibición a remitir remesas al exterior.
Deducido este componente, los nuevos aportes de capital extranjero representan apenas un 30% del total (U$S 3.700 millones) que se concentran fundamentalmente en proyectos de largo plazo en el sector minero los cuales resultan muy costosos de discontinuar.
El rechazo que los inversores externos muestran hacia la Argentina es muy sugerente.