La década de 2020 será decisiva para la industria energética. Esto se debe a que la transición se ha acelerado y los cambios estructurales -en particular los relacionados con la rentabilidad financiera y la sostenibilidad- se han precipitado a un ritmo constante.
Accenture argumenta que el 2022 será un año clave para el sector, marcado por la transformación del negocio; la colaboración; una asignación de capital más dinámica; el impulso de la fuerza laboral del futuro y la ciberseguridad. El entorno en el que operan las empresas de energía está cambiando permanentemente y deben adaptarse.
En este contexto, Accenture sostiene que el 2022 será un año clave para la industria, la cual estará marcado por 5 tendencias clave.
La primera es la transformación del negocio principal. “El año pasado, introdujimos el Índice de Reinvención de Accenture para identificar a los líderes en la carrera hacia la reinvención y comprender lo que están haciendo para transformar y preparar el futuro de sus negocios principales. La mayor parte de sus esfuerzos se basan en un enfoque decisivo para comprimir sus transformaciones digitales”.
En este sentido, se distinguen en un sector que tradicionalmente se ha quedado atrás en la ampliación de las innovaciones digitales. En 2019, un estudio de Accenture concluyó que el 10% de las mejores empresas en transformación digital generaban el doble de valor que las rezagadas, una brecha que se ha ampliado de 2X a 5X, producto de la pandemia.
Claudio Goldman, director de Accenture Argentina y Líder de las Industrias de Energía, Recursos Naturales, Petróleo y Gas para Sudamérica Hispana, explicó que “este año todas las empresas energéticas deberán adoptar los avances tecnológicos como catalizadores y facilitadores de un cambio rápido. Se trata de adoptar un enfoque más amplio para aprovechar todo el potencial de las tecnologías digitales. Crear empresas ágiles e inteligentes basadas en la nube, los datos y la inteligencia artificial (IA). Utilizar la tecnología para desmantelar los silos organizativos, conectar la empresa y tomar mejores decisiones, más rápidas y basadas en el análisis”.
La segunda tendencia son los enfoques más dinámicos para la asignación de capital. Este año las empresas deben aclarar el papel que desean desempeñar durante y después de la transición energética y escalar activamente nuevos modelos para impulsar la diferenciación y el crecimiento futuro.
Se necesitan grandes inversiones no sólo para lograr la rotación requerida, sino también para satisfacer las necesidades de un sistema energético que seguirá creciendo. De hecho, según cálculos de Accenture, el éxito de la transición a un nuevo sistema energético requerirá inversiones de capital de más de 100 billones de dólares de aquí a 2050.
La tercera tendencia es la colaboración. Ante la creciente necesidad de nuevas soluciones e innovaciones energéticas, 2022 puede ser el año en que veamos a las empresas energéticas pasar de las colaboraciones selectivas a las asociaciones ilimitadas con otros dentro y fuera del sector, incluidos los clientes y los proveedores. Una tarea que podría beneficiarse significativamente de la colaboración ampliada es la formación de métricas creíbles en materia medioambiental, social y de gobernanza (ESG). Claudio Goldman destacó que “hoy las nuevas tecnologías son un gran aliado para reducir las emisiones y cumplir con los objetivos ESG”.
La cuarta tendencia es la preparación de las personas. La transformación que se está produciendo en el sector requiere de una nueva fuerza laboral. Goldman explicó que “en 2022, la industria debe capacitar a sus trabajadores para crear nuevas soluciones energéticas y construir su ventaja digital. Deben impulsar habilidades entre sus colaboradores para pasar más rápidamente de la experimentación, a la ampliación de las innovaciones en áreas como la captura, el uso y el almacenamiento de carbono, el hidrógeno, los combustibles sostenibles y el almacenamiento”.
Finalmente, está la ciberseguridad. Las transformaciones de las empresas energéticas dependerán cada vez más de las nuevas tecnologías, como el Internet de las cosas (IoT). Lamentablemente, su dependencia a estas nuevas tecnologías las expone a más amenazas cibernéticas. En 2021, el costo de la industria energética por cada violación de datos superó los 4 millones de dólares en promedio.