Al menos según sus altos parámetros, los fondo de cobertura no la pasan lo bien que debieran. Esos vehículos financieros pensados para magnates –que han reclutado fondos jubilatorios, o sea aportes de gente común-, se supone, ganan tanto si el mercado sube o si baja. En realidad, es un dislate: las manías especulativas siempre naufragan desde los tulipanes holandeses del siglo XVII hasta hoy.
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<p>Ese pequeño detalle explica que, ahora, varios fondos de ese tipo sean arrastrados en la doble crisis occidental (inmobiliaria, crediticia) que ya cerca a Wall Street y Londres, etc. Los retornos bajan y, con ellos, las remuneraciones y comisiones de sus gestores. Hasta no hace mucho y desde fines de los años 80, los derivativos y sus contratos derivados tergiversaban las nociones de valor y riqueza.</p>
<p>En el proceso, su burbuja inflaba precios de arte, bienes raíces, productos primarios y hasta empresas –como Chrysler-, vía compras apalancadas. Así como los derivativos permiten especular poniendo apenas 2 a 5% como activo de sostén, esas adquisiciones se hacen emitiendo deuda contra la compañía tomada y colocándola en el mercado.</p>
<p>En pocas semanas, varios fondos de cobertura grandes vienen perdiendo pie. Una minoría continúas volando alto, pero el promedio del segmento se ha desinflado más de 4% e enero-agosto. De acuerdo con la consultoría especializada Hedge Fund Research, 2008 va en vías de ser el peor año desde que existen estadísticas.</p>
<p>Esta tendencia de un sector que algunos designan con un dislate, “industria”, tiene implicancias mucho más allá de su propia esfera. Durante 2001-7, el negocio se quintuplicó, pues fondos jubilatorios -públicos o privados- y universitarios colocaron miles de millones en estos vehículos especulativos, tratando de ganarle al mercado. Además, sus administradores se dejaban tentar por los gestores de fondos.</p>
<p>Un retroceso prolongado puede hacer que esos cándidos inversores institucionales replanteen sus opciones o les exijan rebajas a los managers. Éstos suelen quedarse con 2% de cada contrato y 20%de las utilidades finales. Por otra parte, si los fondos de cobertura tambalean, las estólidas instancias federales podrían empezar a hacer preguntas molestas, dado el volumen de aportes jubilatorios (US$ 7,5 billones) cazados en esa trampa sin regulación clara.</p>
<p>Por supuesto, ha habido colapsos de grandes jugadores (vg., Long-Term Capital Management) e innumerables menores. Pero los problemas actuales son más severos. Fondo tras fondo se desploma en un contexto imposible de prever. Las dificultades para ganar dinero -o conseguirlo- se agravan con la caída de Bear Stearns, Lehman Brothers y quizá Merrill Lynch.</p>
<p>La semana pasada era ya 5 a 10% más caro que hace un año para los fondos especulativos tomar prestado de los bancos. Tampoco les es fácil obtener crédito a largo plazo. Desde julio, varios fondos han cerrado –un eufemismo- y los nervios caen presa de un negocio otrora imbatible.</p>
<p>Entretanto, inversores y analistas cuestionan las normas del segmento. Por cierto, el término “fondo de cobertura” (hedge fund) es un comodín que abarca varios tipos de operación, una amplia gama de estrategias y diverso grado de experiencia en manejo de riesgos. Todos involucran complejos instrumentos matemáticos (derivativos) que generan contratos (derivados). Cabe subrayar que la mayoría de fondo jubilatorios viene frenando colocaciones. Durante el primer semestre del año, a la sazón, entraron en el segmento apenas US$ 30.000 millones “nuevos”, contra 118.000 millones en igual lapso de 2007.<br />
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Fondos de cobertura: sus días de brillo van quedando atrás
Hacer decena o cientos de millones explotando derivativos instrumentos sumamente volátiles- era un sueño dorado en Wall Street. Pero, de pronto, hasta los ases de un mundo especulativo próximo a dos billones empiezan a toparse con problemas.