El gobierno argentino resolvió endurecerse en el juego de trabas y presiones, atribuido por Buenos Aires a la acción de Anup Singh, Thomas Dawson y otros funcionarios afines a Anne Krueger, todavía vicepresidente ejecutiva de la entidad. Mientras tanto, observadores ajenos al país sospechan una interna entre ese grupo y Rodrigo Rato, nuevo director gerente. A su vez, éste tampoco emite señales claras y prefiere tomarse vacaciones a semanas de haber asumido.
Tangencialmente, los vínculos entre grupos de acreedores privados y ciertas bancas explican la campaña de opinión contra Argentina. En especial, una violenta diatriba publicado el viernes en el “Wall Strret Journal”, con firma desconocida en el ambiente latinoamericano. Al parecer, la pérdida de credibilidad del “comité global”, a causa de la abusiva propuesta presentada días atrás, obliga a ese “lobby” a buscar otros canales para defender su negocio.
Ese artículo, por cierto, compara los problemas políticos de Néstor Kirchner y la interna peronista con lo ocurrido en 1974. De hecho, lenguaje y conceptos reflejan una columna de opción reciente, subscripta por Carlos S. Ménem aunque no redactada por él. Ya desde el título, esa pieza imaginaba paralelos entre la Argentina actual –no la hace treinta años- y la Alemania de 1933.
Volviendo al Fondo, Kirchner y Lavagna califican las demoras en aprobar la revisión (la misión técnica había declarado sobrecumplidas las metas fiscales) a “intromisiones del organismo en la restructuración de deuda titulizada en cese de pagos”. Dicho de otro modo, algunos ejecutivos del FMI operan para los “comités” de bonistas privados influyendo, de paso, sobre dos o tres miembros del Grupo de los Siete, vía sus vocales en el directorio.
José Octavio Bordón, embajador en Washington, aclaró que su gobierno “avanzará en el canje y la gira promocional de la oferta, en agosto y septiembre, aunque el FMI retacee la aprobación de la III revisión. Si fracasa la restructuración, empero, será por su culpa”.
En cuanto a roces locales, surge ahora uno con la Asociación de Bancos de Argentina que, en realidad, agrupa a los extranjeros. La entidad critica a Alfonso Prat Gay, presidente del Banco Central, porque les pide mayor proactividad en la concesión de créditos. Según ABA, sólo en junio sus miembros aportaron 43% de los $ 1.555 millones prestados.
Todo lo anterior se vincula, sin duda, con la evaluación –iniciada este lunes- de un duro informe sobre el papel del FMI y sus ex directores gerentes –Michel Camdessus, Horst Köhler –, pero donde se exculpa a a Krieger, Singh y otros burácratas por errores cometidos respecto de Argentina. Se trata, claro, de investigaciones de la oficina de Evaluación Independiente, especie de “auditoría interna” del organismo. “Si lavan a Krueger, ésta tendrá más poder real que Rato”, opina Michael Mussa, ex analista jefe hoy muy crítico de la actuación fondistas durante los 90.
En su versión original, el trabajo –desmostraba graves imprevisiones en cuanto a la convertibilidad rígida y los crecientes signos de crisis a partir de 1997/8- ponía en apuros a funcionarios que todavía presionan sobre Buenos Aires y operan casi como cabilderos de acreedores privados o fondos buitres.
Llama la atención que la renuencia a aprobar la III revisión coincida con la reunión donde el directorio analiza un texto al parecer retocado en favor de aquellos mismos funcionarios. De ahí que Lavagna reclame el FMI “asumir plenamente el costos de sus errores” y no descargados en dos ex directivos que no adoptaban decisiones sin pasar por la “línea”, que se controlaba desde la vicepresidencia (en manos de EE.UU.) El Fondo –apunta Lavagna- “fue cómplice en engañar a la opinión pública con veleidades de primer mundo”.
Las novedades no acaban ahí. Tras las veredictos de dos jueces italianos y uno alemán sobre firmas de valores, bancas y fondos que vendían bonos argentinos (1998-01), sin explicar a los inversores que eran chatarra, un litigio entre un fondo de Tejas y JP Morgan Chase expone huecos en la legislación internacional sobre derivativos.
En realidad, Eternity (fondo de cubertura) había perdido en primera instancia la demanda contra JPMCh. Pero, ahora, un tribunal de alzada neoyorquino dio lugar a la apelación y reactivó el pleito. ¿Cuáel es la “lis”? Simple: Eternity acusa a la banca por no abonarle un cuantiosos seguro, activado por el cese unilateral de pagos argentino y sus efectos. El litigio por “fraude, negligencia y violación de contrato” empezó en 2002, Como señala el fallo de segunda instancia, “revela graves omisiones en materia de legislación internacional sobre instrumentos derivativos y contratos derivados, empleados quizá en exceso”.
El gobierno argentino resolvió endurecerse en el juego de trabas y presiones, atribuido por Buenos Aires a la acción de Anup Singh, Thomas Dawson y otros funcionarios afines a Anne Krueger, todavía vicepresidente ejecutiva de la entidad. Mientras tanto, observadores ajenos al país sospechan una interna entre ese grupo y Rodrigo Rato, nuevo director gerente. A su vez, éste tampoco emite señales claras y prefiere tomarse vacaciones a semanas de haber asumido.
Tangencialmente, los vínculos entre grupos de acreedores privados y ciertas bancas explican la campaña de opinión contra Argentina. En especial, una violenta diatriba publicado el viernes en el “Wall Strret Journal”, con firma desconocida en el ambiente latinoamericano. Al parecer, la pérdida de credibilidad del “comité global”, a causa de la abusiva propuesta presentada días atrás, obliga a ese “lobby” a buscar otros canales para defender su negocio.
Ese artículo, por cierto, compara los problemas políticos de Néstor Kirchner y la interna peronista con lo ocurrido en 1974. De hecho, lenguaje y conceptos reflejan una columna de opción reciente, subscripta por Carlos S. Ménem aunque no redactada por él. Ya desde el título, esa pieza imaginaba paralelos entre la Argentina actual –no la hace treinta años- y la Alemania de 1933.
Volviendo al Fondo, Kirchner y Lavagna califican las demoras en aprobar la revisión (la misión técnica había declarado sobrecumplidas las metas fiscales) a “intromisiones del organismo en la restructuración de deuda titulizada en cese de pagos”. Dicho de otro modo, algunos ejecutivos del FMI operan para los “comités” de bonistas privados influyendo, de paso, sobre dos o tres miembros del Grupo de los Siete, vía sus vocales en el directorio.
José Octavio Bordón, embajador en Washington, aclaró que su gobierno “avanzará en el canje y la gira promocional de la oferta, en agosto y septiembre, aunque el FMI retacee la aprobación de la III revisión. Si fracasa la restructuración, empero, será por su culpa”.
En cuanto a roces locales, surge ahora uno con la Asociación de Bancos de Argentina que, en realidad, agrupa a los extranjeros. La entidad critica a Alfonso Prat Gay, presidente del Banco Central, porque les pide mayor proactividad en la concesión de créditos. Según ABA, sólo en junio sus miembros aportaron 43% de los $ 1.555 millones prestados.
Todo lo anterior se vincula, sin duda, con la evaluación –iniciada este lunes- de un duro informe sobre el papel del FMI y sus ex directores gerentes –Michel Camdessus, Horst Köhler –, pero donde se exculpa a a Krieger, Singh y otros burácratas por errores cometidos respecto de Argentina. Se trata, claro, de investigaciones de la oficina de Evaluación Independiente, especie de “auditoría interna” del organismo. “Si lavan a Krueger, ésta tendrá más poder real que Rato”, opina Michael Mussa, ex analista jefe hoy muy crítico de la actuación fondistas durante los 90.
En su versión original, el trabajo –desmostraba graves imprevisiones en cuanto a la convertibilidad rígida y los crecientes signos de crisis a partir de 1997/8- ponía en apuros a funcionarios que todavía presionan sobre Buenos Aires y operan casi como cabilderos de acreedores privados o fondos buitres.
Llama la atención que la renuencia a aprobar la III revisión coincida con la reunión donde el directorio analiza un texto al parecer retocado en favor de aquellos mismos funcionarios. De ahí que Lavagna reclame el FMI “asumir plenamente el costos de sus errores” y no descargados en dos ex directivos que no adoptaban decisiones sin pasar por la “línea”, que se controlaba desde la vicepresidencia (en manos de EE.UU.) El Fondo –apunta Lavagna- “fue cómplice en engañar a la opinión pública con veleidades de primer mundo”.
Las novedades no acaban ahí. Tras las veredictos de dos jueces italianos y uno alemán sobre firmas de valores, bancas y fondos que vendían bonos argentinos (1998-01), sin explicar a los inversores que eran chatarra, un litigio entre un fondo de Tejas y JP Morgan Chase expone huecos en la legislación internacional sobre derivativos.
En realidad, Eternity (fondo de cubertura) había perdido en primera instancia la demanda contra JPMCh. Pero, ahora, un tribunal de alzada neoyorquino dio lugar a la apelación y reactivó el pleito. ¿Cuáel es la “lis”? Simple: Eternity acusa a la banca por no abonarle un cuantiosos seguro, activado por el cese unilateral de pagos argentino y sus efectos. El litigio por “fraude, negligencia y violación de contrato” empezó en 2002, Como señala el fallo de segunda instancia, “revela graves omisiones en materia de legislación internacional sobre instrumentos derivativos y contratos derivados, empleados quizá en exceso”.