Básicamente, los titulares de hacienda analizarán los nexos entre las turbulencias iniciadas con el colapso inmobiliario, a fines de julio, en los mercados especulativos y el equilibrio macroeconómico regional. De paso, deberán aventar la pálida impresión dejada por un reciente encuentro informal en Portugal.
En lo esencial, la idea es definir un pacto entre los ministros del ramo y las comisiones de valores locales. Su propósito es evitar que derrapes o quebrantos de bancos privados multinacionales pongan en riesgo al sistema eurozonal.
Hasta el momento, la supervisión en escala local no parece dar resultados, en parte debido a la subsistencia de dos plazas ”salvajes”. Se trata de Gran Bretaña y Suiza, aferradas a su aislamiento y a dos antiguallas, la libra esterlina y el franco hélveta. Por supuesto, Londres y Zürich arguyen -con razón- que Luxemburgo es un peligroso “off shore” enquistado en medio de la Eurozona.
Pero, hasta el momento, no se sabe exactamente como coordinar autoridad política (ministros, que duran lapsos limitados) e instancias supervisores. Por otra parte, este tipo de reuniones incluyen al comisario financiero de la Unión Europea (Charles McCreevy, para el caso), o sea no ya trece sino veintisiete países. Entre ellos ¡ay! la separatista Gran Bretaña. Las mismas cuestiones serán abordadas poco después por el Grupo de los 7.
El propio McCreevy lleva al encuentro un principio de solución. En delante, sugiere, “los problemas de un grupo bancario privado serán atendisos, en primera instancia, en la jurisdicción donde esta establecida la matriz”. Pero hay un inconveniente: las bancas mixtas en Francia (participación accionaria del estados) y Alemania (de los “länder”, provincias). Justamente, algunas están comprometidas en crisis hipotecarias.
Básicamente, los titulares de hacienda analizarán los nexos entre las turbulencias iniciadas con el colapso inmobiliario, a fines de julio, en los mercados especulativos y el equilibrio macroeconómico regional. De paso, deberán aventar la pálida impresión dejada por un reciente encuentro informal en Portugal.
En lo esencial, la idea es definir un pacto entre los ministros del ramo y las comisiones de valores locales. Su propósito es evitar que derrapes o quebrantos de bancos privados multinacionales pongan en riesgo al sistema eurozonal.
Hasta el momento, la supervisión en escala local no parece dar resultados, en parte debido a la subsistencia de dos plazas ”salvajes”. Se trata de Gran Bretaña y Suiza, aferradas a su aislamiento y a dos antiguallas, la libra esterlina y el franco hélveta. Por supuesto, Londres y Zürich arguyen -con razón- que Luxemburgo es un peligroso “off shore” enquistado en medio de la Eurozona.
Pero, hasta el momento, no se sabe exactamente como coordinar autoridad política (ministros, que duran lapsos limitados) e instancias supervisores. Por otra parte, este tipo de reuniones incluyen al comisario financiero de la Unión Europea (Charles McCreevy, para el caso), o sea no ya trece sino veintisiete países. Entre ellos ¡ay! la separatista Gran Bretaña. Las mismas cuestiones serán abordadas poco después por el Grupo de los 7.
El propio McCreevy lleva al encuentro un principio de solución. En delante, sugiere, “los problemas de un grupo bancario privado serán atendisos, en primera instancia, en la jurisdicción donde esta establecida la matriz”. Pero hay un inconveniente: las bancas mixtas en Francia (participación accionaria del estados) y Alemania (de los “länder”, provincias). Justamente, algunas están comprometidas en crisis hipotecarias.