Dos segmentos del mercado especulativo pueden convergen en una crisis. Se trata de la deuda titulizada emitida para financiar un frenesí de compras apalancada y de la masa de préstamos hipotecarios a tasas predatorias, otorgados a deudores de baja calidad. Ambos fenómenos tienen algo en común: una masa de obligaciones de deuda colaterizadas (ODC).
Tangencialmente, el dólar retrocedía casi 1% ante el yen. ¿Por qué? Porque inversores y especuladores reducen exposición ante “carry trades”. Vale decir, operaciones consistentes en tomar fondos en plazas de intereses bajos (Japón es la mayor) y recolocarlos donde el dinero cuesta más caro (Gran Bretaña, Estados Unidos o Brasil, por ejemplo).
Pero el detonante inmediato de esas movidas fue la agencia Standard & Poor’s. Este martes resolvió bajarles la nota a 610 series de bonos respaldados por créditos de baja calidad. Esto afecta unos US$ 12.000 millones en deudas, entre ellas 3.200 millones en manos de Bear Stearns. La decisión bastó para presionar contra acciones, bonos y el propio dólar.
En semejante clima, el euro llegó a US$ 1,374, el máximo precio desde que circula como moneda en la Eurozona, para replegase apenas: 1,371. Por su parte, la libra pasó a US$ 2,027 (o sea, el dólar cedió a 49,3 centavos de esterlina), el menor precio en 26 años.
Entretanto, el petróleo no contribuía a serenar los ánimos: el Brent tocó en Londres US$ 76,65 el barril (luego aflojó a 76,50) y los tejanos intermedios alcanzaban US$ 73 en Nueva York. Todos estos valores se ubican peligrosamente cerca de sus respectivos récords: US$ 78,65 (Londres, 8 de agosto pasado) y 78,40 (Nueva York, 14 de julio).
Dos segmentos del mercado especulativo pueden convergen en una crisis. Se trata de la deuda titulizada emitida para financiar un frenesí de compras apalancada y de la masa de préstamos hipotecarios a tasas predatorias, otorgados a deudores de baja calidad. Ambos fenómenos tienen algo en común: una masa de obligaciones de deuda colaterizadas (ODC).
Tangencialmente, el dólar retrocedía casi 1% ante el yen. ¿Por qué? Porque inversores y especuladores reducen exposición ante “carry trades”. Vale decir, operaciones consistentes en tomar fondos en plazas de intereses bajos (Japón es la mayor) y recolocarlos donde el dinero cuesta más caro (Gran Bretaña, Estados Unidos o Brasil, por ejemplo).
Pero el detonante inmediato de esas movidas fue la agencia Standard & Poor’s. Este martes resolvió bajarles la nota a 610 series de bonos respaldados por créditos de baja calidad. Esto afecta unos US$ 12.000 millones en deudas, entre ellas 3.200 millones en manos de Bear Stearns. La decisión bastó para presionar contra acciones, bonos y el propio dólar.
En semejante clima, el euro llegó a US$ 1,374, el máximo precio desde que circula como moneda en la Eurozona, para replegase apenas: 1,371. Por su parte, la libra pasó a US$ 2,027 (o sea, el dólar cedió a 49,3 centavos de esterlina), el menor precio en 26 años.
Entretanto, el petróleo no contribuía a serenar los ánimos: el Brent tocó en Londres US$ 76,65 el barril (luego aflojó a 76,50) y los tejanos intermedios alcanzaban US$ 73 en Nueva York. Todos estos valores se ubican peligrosamente cerca de sus respectivos récords: US$ 78,65 (Londres, 8 de agosto pasado) y 78,40 (Nueva York, 14 de julio).