Quizá con retoques, la estructuración de deuda prevé 70% de concurrentes, aunque Rato insista en 80%. Entretanto, una campaña en medios conservadores responde a un creciente temor de que Argentina sea imitada por otros. Máxime si, como prevé una consultora privada, el PBI sube casi 8,5% en dólares el próximo año.
Algunos analistas sospechan que la sobreactuación presidencial encubre leves ajustes de la propuesta, quizá vía SEC y similares. Entretanto, surge otra campaña de medios, con el lema “un canje exitoso no aventará incertidumbres”. Esta vez, empezó, vía un canal menos chamuscado –y mejor redactado- que el “Financial Times”: el semanario “The economist”.
Tras admitir serias probabilidades de acuerdo, califica de discutible la reprogramación de la deuda afectada por el cese unilateral de pagos a fin de 2001. De paso, se pliega a una opinión de Hans Humes, operador financiero y copresidente del “comité global”: si Buenos Aires tiene éxito –advierte-, otros países en desarrollo se sentirán tentados a renegociar pasivos con suma dureza y “sin respetar las buenas prácticas tradicionales”.
Golpeado por su desliz “político” de días atrás, el FT parece resignado. Ahora, reconoce que “Argentina está ganándoles la partida a los bonistas por cansancio”. Un analista del Deutsche Bank, en cambio, atribuye el sesgo favorable al constante aumento de bonos públicos, no sólo argentinos sino de otros emisores “emergentes”.
En general, los expertos ligados al sector financiero creen que la propuesta a difundirse en algunosdías será “única y definitiva”, en palabras de Néstor Kirchner –cuyos contactos empresarios en Nueva York no fueron lo ríspidos que afirma cierta prensa- y Lavagna. No obstante, quizá no sea idéntica a la adelantada en junio. La razón es simple: habrá sorteado con retoques la revisión por parte de la Comisión Federal de Valores norteamericana (SEC) y sus símiles de Japón, Luxemburgo, Alemania y Gran Bretaña.
Además, algunos matices de los dichos presidenciales en Estados Unidos apuntan en igual dirección. Ni Kirchner ni otros funcionarios dijeron que la propuesta a emerger de las reguladoras bursátiles claves será la misma de hace tres meses. Por otra parte, hace rato que nadie menea una quita mayor de 65/70%.
Sea cual fuere el porcentaje final, la compleja estrategia desarrollada por el gobierno durante varios meses habrá salido bien. Esa idea explica la campaña de acción psicológica iniciada por columnistas y medios afines a los acreedores privados, ciertos intermediarios financieros y sus aliados en el Fondo Monetario. Menos ambiciosa que las anteriores, la nueva presión proviene –en apariencia- de agencias calificadoras de riesgo.
Presuntos voceros informales de Moody’s Investors Service y Standard & Poor’s recogen aseveraciones nada desinteresadas de gurúes locales. Éstos, a su vez, repiten recientes declaraciones de Rodrigo Rato: el canje puede cristalizar, pero recién cuando el ciclo de expansión económica toque a su fin.
Naturalmente, el FMI –cuya “crisis de modelo” se aproxima- los analistas de mercado y esos oportunos voceros tienen la receta para evitar problemas: drásticas reformas fiscales y financieras. Muy parecidas a las que rechazó Malasia en 1998. Curiosamente, Claudio Loser –un chileno, ex ejecutivo del FMI y defensor de la gestión económica en 1991-2001- fue taxativo: “Argentina no puede pagar mucho más de lo que ofrece”. Esto se opone a lo que creen los “comités”, Rato, Anup Singh y varios políticos conservadores argentinos. En su caso, admiradores del modelo uruguayo: próspera banca “off shore”, turismo y lácteos.
Pero Rato no ceja en su ofensiva casi personal contra Buenos Aires, Ahora, pasando por alto el informe interno sobre serios errores cometidos por la cúpula ejecutiva del Fondo en 1991/2001, niega responsabilidades y carga las culpas de la crisis sobre Argentina misma. Estas expresiones coinciden, no por casualidad, con las de un ex funcionario del FMI, el chileno Eduardo Aninat, justamente en un escenario cavallista: la Fundación Mediterránea.
Resulta interesante notar que, días antes, el economista Roberto Frenkel describió los “caminos paralelos” del país y el FMI hacia sus respectivas crisis. Al revés de la local, la del FMI demora más en tornarse explícita, algo que podría ocurrir en 2005 si George W.Bush obtuviese la reelección.
Quizá con retoques, la estructuración de deuda prevé 70% de concurrentes, aunque Rato insista en 80%. Entretanto, una campaña en medios conservadores responde a un creciente temor de que Argentina sea imitada por otros. Máxime si, como prevé una consultora privada, el PBI sube casi 8,5% en dólares el próximo año.
Algunos analistas sospechan que la sobreactuación presidencial encubre leves ajustes de la propuesta, quizá vía SEC y similares. Entretanto, surge otra campaña de medios, con el lema “un canje exitoso no aventará incertidumbres”. Esta vez, empezó, vía un canal menos chamuscado –y mejor redactado- que el “Financial Times”: el semanario “The economist”.
Tras admitir serias probabilidades de acuerdo, califica de discutible la reprogramación de la deuda afectada por el cese unilateral de pagos a fin de 2001. De paso, se pliega a una opinión de Hans Humes, operador financiero y copresidente del “comité global”: si Buenos Aires tiene éxito –advierte-, otros países en desarrollo se sentirán tentados a renegociar pasivos con suma dureza y “sin respetar las buenas prácticas tradicionales”.
Golpeado por su desliz “político” de días atrás, el FT parece resignado. Ahora, reconoce que “Argentina está ganándoles la partida a los bonistas por cansancio”. Un analista del Deutsche Bank, en cambio, atribuye el sesgo favorable al constante aumento de bonos públicos, no sólo argentinos sino de otros emisores “emergentes”.
En general, los expertos ligados al sector financiero creen que la propuesta a difundirse en algunosdías será “única y definitiva”, en palabras de Néstor Kirchner –cuyos contactos empresarios en Nueva York no fueron lo ríspidos que afirma cierta prensa- y Lavagna. No obstante, quizá no sea idéntica a la adelantada en junio. La razón es simple: habrá sorteado con retoques la revisión por parte de la Comisión Federal de Valores norteamericana (SEC) y sus símiles de Japón, Luxemburgo, Alemania y Gran Bretaña.
Además, algunos matices de los dichos presidenciales en Estados Unidos apuntan en igual dirección. Ni Kirchner ni otros funcionarios dijeron que la propuesta a emerger de las reguladoras bursátiles claves será la misma de hace tres meses. Por otra parte, hace rato que nadie menea una quita mayor de 65/70%.
Sea cual fuere el porcentaje final, la compleja estrategia desarrollada por el gobierno durante varios meses habrá salido bien. Esa idea explica la campaña de acción psicológica iniciada por columnistas y medios afines a los acreedores privados, ciertos intermediarios financieros y sus aliados en el Fondo Monetario. Menos ambiciosa que las anteriores, la nueva presión proviene –en apariencia- de agencias calificadoras de riesgo.
Presuntos voceros informales de Moody’s Investors Service y Standard & Poor’s recogen aseveraciones nada desinteresadas de gurúes locales. Éstos, a su vez, repiten recientes declaraciones de Rodrigo Rato: el canje puede cristalizar, pero recién cuando el ciclo de expansión económica toque a su fin.
Naturalmente, el FMI –cuya “crisis de modelo” se aproxima- los analistas de mercado y esos oportunos voceros tienen la receta para evitar problemas: drásticas reformas fiscales y financieras. Muy parecidas a las que rechazó Malasia en 1998. Curiosamente, Claudio Loser –un chileno, ex ejecutivo del FMI y defensor de la gestión económica en 1991-2001- fue taxativo: “Argentina no puede pagar mucho más de lo que ofrece”. Esto se opone a lo que creen los “comités”, Rato, Anup Singh y varios políticos conservadores argentinos. En su caso, admiradores del modelo uruguayo: próspera banca “off shore”, turismo y lácteos.
Pero Rato no ceja en su ofensiva casi personal contra Buenos Aires, Ahora, pasando por alto el informe interno sobre serios errores cometidos por la cúpula ejecutiva del Fondo en 1991/2001, niega responsabilidades y carga las culpas de la crisis sobre Argentina misma. Estas expresiones coinciden, no por casualidad, con las de un ex funcionario del FMI, el chileno Eduardo Aninat, justamente en un escenario cavallista: la Fundación Mediterránea.
Resulta interesante notar que, días antes, el economista Roberto Frenkel describió los “caminos paralelos” del país y el FMI hacia sus respectivas crisis. Al revés de la local, la del FMI demora más en tornarse explícita, algo que podría ocurrir en 2005 si George W.Bush obtuviese la reelección.