Según los encuestados, en el primer lugar de la lista de prioridades se encuentra la aceleración de la expansión de las energías renovables, cuya tecnología está avanzada y sus costos son competitivos.
América Latina tiene una oportunidad de oro para seguir desarrollando su papel como exportador confiable de energía verde, particularmente de hidrógeno, pero cualquier movimiento en esta dirección requiere apoyo regulatorio.
Las políticas públicas es el principal ámbito en el que es necesario actuar, implementar una normativa que impulse la inversión, logrando mayor integración regional que tenga como prioridad estratégica las exportaciones de energía limpia.
Siemens Energy y la consultora de gestión estratégica global Roland Berger se unieron para elaborar un Índice de Preparación para la Transición Energética centrado en la región de América Latina. El estudio se basa en la opinión de alrededor de 530 líderes empresariales regionales y globales, responsables políticos y representantes gubernamentales de diversos sectores que asistieron a la Latin America Energy Week 2022, que es parte de una serie de conferencias organizadas por Siemens Energy para debatir los desafíos y las oportunidades regionales para la transición energética.
La encuesta agrupó las respuestas de los expertos en cada una de las 12 prioridades energéticas clave predefinidas, combinando el progreso de cada prioridad (“preparación”) con una evaluación de su respectiva importancia (“madurez del sistema”), medida por la importancia promedio de todas las prioridades.
El informe, que describe la preparación percibida en una escala de 0 a 100%, encontró que la región tiene actualmente una puntuación del 22% en el índice de preparación. Esto indica que aunque América Latina tiene una base sólida para ampliar su influencia en la transición energética mundial, tendrá que crear las condiciones adecuadas para ello, logrando una mayor integración regional y haciendo de las exportaciones de energía limpia una prioridad estratégica.
“En el escenario de la carrera hacia las cero emisiones, América Latina tiene el potencial de crecer como un importante proveedor mundial de energía limpia, así como ser el proveedor clave de alimentos con etiqueta sostenible para otros continentes. Por lo tanto, a la región le conviene establecer alianzas transnacionales de acuerdo con un pensamiento sistémico, que no sólo considere las cadenas de valor locales, sino también la demanda global”, dice André Clark, Vice-Presidente senior para el Hub de América Latina de Siemens Energy.
La encuesta también reveló una brecha entre las percepciones y la realidad en lo referente a lo que se ha logrado hasta ahora: Los participantes estimaron que las emisiones de la región se redujeron un 17% en promedio entre 2005 y la actualidad, y sólo cuatro de cada diez respondieron correctamente que en realidad no se había logrado ninguna reducción de las emisiones.
La razón de esta discrepancia, según el estudio, es el resultado de las discusiones públicas sobre las medidas iniciales de descarbonización ya en marcha, cuando, en realidad, el crecimiento de emisiones contrarresta cualquier reducción potencial lograda por estas medidas en la actualidad.
Esta brecha también se refleja en las expectativas del futuro, donde los participantes esperan que los niveles de emisión se reduzcan un 37 por ciento para el 2030 en comparación con el 2005, una cifra por lo tanto muy ambiciosa.
En términos globales, América Latina es un contribuyente menor al cambio climático, representando sólo el cinco por ciento de las emisiones globales de CO2 en 2020. Sin embargo, las emisiones crecieron alrededor del 20 por ciento entre 2005 y 2019, impulsadas por la expansión económica y el aumento de la demanda de energía.
Áreas prioritarias y progresos actuales
Los participantes en la conferencia consideraron que todas las prioridades energéticas son muy importantes para alcanzar los objetivos climáticos. La primera de la lista es acelerar la expansión de las energías renovables. En este ámbito, la tecnología ya está avanzada y los costos son competitivos, por lo que su aplicación es relativamente sencilla.
Los participantes consideraron asimismo prioritaria la integración de las energías renovables en el sistema energético, que también requiere soluciones de almacenamiento. Además, creen que la descarbonización de la industria es una prioridad: Si se realiza con éxito, esto permitirá el crecimiento económico sin elevar los niveles de emisión.
Sin embargo, según los encuestados, los avances actuales en el alcance de las prioridades energéticas en América Latina han sido lentos. Se han hecho algunos progresos en el ámbito de la generación de energía, pero la capacidad instalada para la energía solar y la eólica todavía deja margen para un mayor despliegue en el futuro.
La encuesta revela además una serie de puntos ciegos para los participantes: Entre las áreas que tienen un gran impacto pero en las que se ha avanzado poco se encuentran la implementación de soluciones de almacenamiento de energía y el desarrollo de nuevos modelos de negocio energético.
“Los países latinoamericanos deben asociar las iniciativas de transición energética con la innovación. La solución es estrechar la colaboración entre los actores tradicionales del sector y los nuevos jugadores de la economía, como las empresas emergentes, startups y universidades. Como la energía está tradicionalmente muy regulada y requiere inversiones intensivas en capital, estas asociaciones requieren esfuerzos culturales de ambas partes para ser efectivas”, dice Georges Almeida, Partner de Roland Berger.
Oportunidades
La mayoría de los países de América Latina disfrutan de fuentes de energía eólica y solar abundantes y de alta calidad, lo que permite unos costos de generación muy competitivos. Aunque América Latina tiene una oportunidad de oro para seguir desarrollando su papel como exportador de energía verde, particularmente de hidrógeno, cualquier avance en esta dirección requiere apoyo normativo.
Según los encuestados, para desarrollar todo su potencial, América Latina necesita implementar regulaciones que impulsen la inversión para garantizar la mejora de las infraestructuras, y a la vez hacer de las exportaciones de energía limpia una prioridad estratégica.