La pregunta del millón para muchos analistas energéticos internacionales, es cuánto tiempo durará el acuerdo recién renovado entre los productores de la Opep (en especial Arabia Saudita) y Rusia –otro productor de enorme importancia-, para mantener congeladas las cifras de producción.
Los optimistas dicen ¿Por qué no? ¿Acaso no cumplió 18 meses la primera versión que acaba de ser renovada? Tampoco entonces se le asignaban muchas chances y sin embargo fue exitoso.
Logró que los grandes países consumidores redujeran sus inventarios estratégicos y mantuvo más que satisfecha a la demanda global, aunque para ello se pagó un alto costo. Los precios del crudo referencial se colocaron en torno a los US$ 40 el barril de crudo. Sin embargo, sin mucho ruido, los precios comenzaron a ascender hasta llegar a hoy donde cotiza entre US$ 60 y 64 el barril.
Los inventarios de los países centrales se redujeron dramáticamente. Durante este año se achicaron, en total, en 183 millones de barriles. Les quedan aún 140 millones de barriles. La reducción fue mayor a 50%.
Hay dos circunstancias que hacen temer por la evolución de la nueva etapa. La primera es que los cofres de los países productores están vacíos, ya se consumieron los ahorros y ahora, lo que entra no compensa lo que se gasta y aumenta el endeudamiento y el volumen del déficit fiscal. Vale tanto para los pequeños socios de la Opep, pero también muy especialmente para los sauditas que atraviesan circunstancias excepcionales.
La mano fuerte del príncipe heredero contra la corrupción, que significó el arresto (claro está que un lujoso hotel de cinco estrellas) de miembros de la nobleza y de los más importantes empresarios del reino, tuvo un desenlace inesperado. Uno de los príncipes cautivos negoció su liberación a cambio de devolver bienes por valor de US$ 1.000 millones.
Mucha gente comenzó a preguntarse si esto se trataba de un mecanismo legal, o si se había negociado un rescate, como en el caso de un secuestro. En cualquier caso, el tesoro saudita agradecido. Y esta parecer ser la punta de un proceso que continuará, y generando ingresos al reino.
Pero hay alguien que tiene diferentes inquietudes y vaticinios sobre la viabilidad en torno al acuerdo productivo. Y es Rusia.
Hay que recordar que el principal argumento por el que hubo consenso entre los productores fue que derrumbar el precio tenía un inmenso valor: arruinaba a los productores de shale oil & gas, porque los precios de venta quedarían por debajo del costo de extraer el barril. Lo cual tenía algo de verdad: con US$ 80 el precio del barril, muchos se aventuraban a incursionar en la producción del shale. Con el precio a la mitad, se retiraron rápidamente del campo.
Pero nadie contaba con el impacto disruptivo de la tecnología. El para entonces principal productor mundial de shale oil, Estados Unidos, desarrolló día a día, mes a mes, diferentes tecnologías extractivas a partir del fracking, o de la fractura de las piedras que retienen el crudo con la inyección transversal de agua a gran potencia.
Primera consecuencia: los expertos petroleros creen que incluso a un precio de US$ 35 (algunos dicen hasta 30) los productores de Texas pueden extraer el shale oil sin pérdidas.
Segunda consecuencia, impensable hace pocos años. La “revolución” del shale oil está camino a ser el gran boom en la historia petrolera y energética mundial. Un país que hasta hace pocos años dependía de las importaciones vitales de crudo, se convierte ahora en un jugador internacional de primera categoría. Este terremoto obliga a repensar todo, en especial a los que hasta ahora eran productores dominantes.
Ahora la duda es cuánto aumentará la producción del petróleo estadounidense durante 2018.