El sistema financiero global comienza a caer provocando pérdidas a los inversores. Luego, vaticina el Financial Times, impactará en los precios de los activos globales con la misma intensidad que trajo el fin del sistema Bretton Woods o el fin del patrón oro.
El sistema que está por finalizar no lleva nombre. Es un sistema emparchado por la crisis económica asiática, cuando muchos países intervinieron en los mercados de divisas extranjeras para impedir que se apreciaran sus monedas. Para los inversores las consecuencias fueron profundas. El aumento de aproximadamente US$ 10 billones (diez millones de millones) en las reservas de divisas en el mundo entre 1999 y 2014 resultó en la compra obligada de bonos del Tesoro de Estados Unidos. Los bancos centrales extranjeros apenas tenían 13% del mercado de la Tesorería en 1995, pero para 2014 tenían un tercio.
Este sistema monetario ha financiado las vacaciones de los ahorristas globales permitiéndoles concentrarse en financiar el sector privado. Mientras tanto, los pasivos de los bancos centrales aumentaron en US$ 10 billones.
A los inversores globales les venía a pedir de boca un sistema monetario que mantenía bajo el riesgo global mientras aumentaba el crecimiento mediante un aumento explosivo de la oferta monetario en los mercados emergentes, especialmente China. Para ellos la combinación de baja tasa de descuento con alta tasa de crecimiento elevó cada vez más precios y valuaciones hasta 2014.
Pero de ahí en adelante, cuando las reservas de divisas dejaron de subir, la tarea de financiar al gobierno norteamericano recayó sobre los ahorristas, no sobre los bancos centrales. Como los bancos centrales tenían en sus arcas muchos menos bonos de la tesorería norteamericana los ahorristas debieron asumir el bache financiero mientras simultáneamente compraban bonos de la Tesorería que ahora vendía la Reserva Federal. Este cambio estructural en la demanda de bonos se produce en un momento en que la oferta crece por la política fiscal de la administración Trump. Los ahorristas, ahora, tienen que financiar al gobierno de Estados Unidos. Para hacerlo tienen que o vender otros activos o ahorrar más.
Entonces, menos crecimiento, menos inflación y más bajos precios de los activos hacen dudar en la solvencia del sistema. Durante 10 años el crecimiento de la deuda superó el crecimiento del dinero y del PBI nominal. Eso quiere decir que los bancos centrales compraron crecimiento sacrificando la estabilidad financiera del mundo.