<p>En Estados Unidos, pues, cada vez más gente escapa del dólar imprimiendo moneda propia. Es un fenómeno inverso al tan frecuente otrora en Argentina, donde la inflación creaba desconfianza pública en la moneda nacional, pero no había suficientes divisas en circulación. Al norte, el problema es una deflación recesiva.</p>
<p>Tampoco puede compararse con la reticencia de alemanes, franceses, italianos o españoles cuando apareció el euro como moneda única. En aquel caso la conversión de apuro, los comerciantes oportunistas y un Banco Central Europeo sin reflejos explican por qué tanta gente se aferraba a marcos, pesetas, liras o francos. Todavía hoy, Gran Bretaña y Suecia no están en la Eurozona: conservan libras esterlinas y coronas.</p>
<p>A criterio de varios expertos, la desconfianza ante el dólar en su patria refleja algo más profundo: al igual que varios economistas serios, el público no cree que el país haya salido aún de la crisis sistémica iniciada en 2006 con el desplome inmobiliario. Dicho de otro modo, el imaginario colectivo identifica la larga baja del dólar –hasta octubre de 2009- con la depreciación de sus viviendas y un desempleo que no cede de 9,7%.</p>
<p>Naturalmente, las cuasimonedas norteamericanas -suman diecisiete a mediados de marzo- parten de la iniciativa privada local. Hasta ahora, la más popular es la berkshare, del municipio casi homónimo (algunos medios le han puesto “buffett”). ¿Justicia poética, acaso? Sucede que el fondo Berkshire Hathaway fue el instrumento de Buffett cuando, en 1992, atacó a la esterlina y la dejó en un pozo que nunca pudo abandonar del todo.</p>
<p>Hoy, la berkshare circula en billetes de uno, cinco, diez, veinte y cincuenta ¡dólares!, impresos en el mismo taller de Boston que trabaja para la Reserva Federal. La cara de Buffett no figura en la serie, aunque lo merecería. <br />
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Cuasimonedas y viejas historias de desconfianza
No, no es en Corrientes. Ahora son municipios como Berkshire, donde atiende el megaespeculador Warren Buffett, Ithaca, Detroit y un estado, Carolina norte. Pero la falta de fe en Washington y Wall Street puede extender el uso de billetes substitutos.