jueves, 26 de diciembre de 2024

Cómo afecta al país la guerra comercial

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Para Argentina, como para cualquier país, un enfrentamiento global comercial no es buena noticia.

Hay efectos inmediatos percibibles como la baja en el precio de algunos productos con mercados internacionales que pueden verse afectados (la soja, por caso), así como una baja en la inversión foránea posible como consecuencia de la incertidumbre que genera esta disputa.

Además la guerra comercial puede producir excedentes de stocks que ambas potencias, EE.UU y China, quieran colocar en otros mercados, como advierte el último informe de Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI.

Adicionalmente debe decirse que si EE.UU, como consecuencia de esta contienda, incentiva inversiones en su propio territorio, puede desalentar inversiones de empresas estadounidenses (principal emisor de inversión extranjera en el mundo y el principal inversor externo en Argentina) fuera del país.

Por lo demás, una situación internacional de volatilidad (que surge de la incertidumbre del llamado riesgo político generado por este conflicto), retrae proyectos y pone a mercados como el nuestro “en espera”, mucho más si Argentina tiene las dificultades domésticas que ha mostrado últimamente (volatilidad cambiaria, alta inflación, persistencia de riesgos, alta tasa de interés, etc.).

Por otro lado, si el conflicto se concentra en los dos gigantes lo probable es que para Argentina el mayor perjuicio sea una demora más larga en recuperar cierto acceso a mercados financieros.

La guerra comercial entre ambas potencias no implica una nueva postura ideológica de EE.UU en favor del proteccionismo. A tal punto que EE.UU acaba de acordar la renovación del tratado comercial con México y está negociando uno con Canadá (para renovar el NAFTA). Además, hace unas semanas acordó con la Unión Europea iniciar negociaciones tendientes a reducir a cero los aranceles y los costos de medidas no arancelarias en el comercio entre ambos. Por lo que la guerra comercial (que es más una  disputa geoestratégica entre China y EEUU que una respuesta ideológica) puede ser usada  también por parte de terceros para explicar sus movimientos internacionales (concretamente, la Unión Europea en su negociación con el Mercosur podría quedar expectante y dilatar decisiones según avancen las relaciones de EE.UU con la propia UE en este marco).

Un efecto adicional es político estratégico. Si de lo que se trata es de un posicionamiento de ambos gigantes, es probable que comiencen a reclamar adhesiones y alianzas de terceros en una disputa que es más que comercial y que busca que los países (como Argentina) deben adherir a uno de los dos protagonistas.

En el caso de Argentina es claro que los EE.UU están efectuando manifestaciones de alianza fuerte (incluyendo el apoyo en el FMI) por lo que eso podría hacer que Argentina deba mostrar más afinidades con EE.UU.

Un problema general para Argentina es que la guerra comercial ocurre como medición de fuerzas entre ambas superpotencias y fuera de los canales institucionales internacionales. La guerra debilita las instituciones legales como la OMC (el comercio basado en leyes y reglas) y eso perjudica a los que no son los más grandes, porque ellos dependen de normas. Los grandes prevalecen por sus fuerzas y los intermedios como Argentina requieren normas, las cuales quedan debilitadas. Todo el sistema internacional de comercio orientado en reglas está, así, en crisis.

Una guerra comercial contribuye al escenario de alza en las tasas de interés y retracción de capitales a los países emergentes.

El FMI advirtió hace dos meses que el agravamiento de la guerra comercial podría contraer el producto bruto mundial hasta en medio punto porcentual, lo que complicaría por supuesto el comercio y las inversiones. El crecimiento mundial está previsto para 2018 y 20189 en un robusto 3,9%.

 

También hay oportunidades

 

También puede decirse que una restricción en el comercio global puede para Argentina, en 2019, generar oportunidades porque puede proveer a China de productos agrícolas que EE.UU tendrá dificultades en colocar.

En concreto pude decirse que un debilitamiento general del comercio internacional traería algunas noticias no muy buenas: posibles volatilidades bursátiles o financieras, incidencias sobre precios de commodities o impactos en los tipos de cambio en el mundo no alientan mayores negocios transfronterizos — que requieren previsibilidad—; y Argentina (si bien apenas representa 0,33% del comercio mundial) depende para su comercio exterior no solo de su oferta sino también de la demanda mundial.

Además, los flujos de inversión internacional (que en 2018 llegaron a US$ 1,45 billones en todo el mundo) operan muy vinculados a los flujos de comercio internacional y Argentina se ha propuesto promoverse como destino para inversores, por lo que es conveniente un mundo más apacible (Estados Unidos, Japón y China fueron en 2017 los tres principales emisores de inversión extranjera en el mundo). También podrían aparecer ciertas oportunidades potenciales.

Así, Argentina es un gran exportador de agroalimentos (según la OMC, si se computa a la Unión Europea como mercado único, Argentina está entre los 10 principales exportadores de alimentos y de productos agropecuarios del mundo). Imposiciones de límites por parte de China a productos agropecuarios estadounidenses (aun con posibles menores precios) podrían ser aprovechadas por Argentina si eleva su producción con mejor clima.

Si, además, esta tensión comercial se volcara también a Europa (donde Argentina exporta US$ 8.700 millones de los cuales casi dos tercios son bienes primarios o manufacturados de origen agropecuarios), Argentina podría sacar algún provecho también allí, adonde la necesidad europea de diferenciarse de EE.UU. en esta materia puede hacerla mirar con mejores ojos al Mercosur. Del mismo modo, conviene observar el devenir de las relaciones de EE.UU. con México, detrás de la misma lógica.

Estados Unidos y China son para Argentina clientes equivalentes. 

En 2017 las exportaciones a EE.UU. alcanzaron los US$ 4.433 millones y las ventas a China llegaron a los US$ 4.326 millones. Así, son, ambos, los principales mercados después de Brasil en el mundo para las exportaciones argentinas (aunque también ellos tres son los generadores de los más altos déficits comerciales bilaterales para nuestro país).

Pero la composición de las exportaciones argentinas a EE.UU. y China es sustancialmente distinta: el 72% de lo exportado al gigante oriental son bienes agropecuarios (sean primarios o manufacturados, preeminentemente basados en la soja), y las exportaciones a EE.UU. se componen en buena parte de bienes industriales —químicos, metales y automotores explican más de la mitad-.

 

 

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