sábado, 23 de noviembre de 2024

Barclays está interesado en quedarse con ABN Amro

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En Londres, ya lo llaman a ABN Amro “el holandés errante”, una popular ópera de Richard Wagner. Para mayor ironía, su versión francesa se titula “el buque fantasma”. Nada de eso alegra al capitán desde 2000, Rijkman Groenink.

Menos ahora, que el británico Barclay’s empujó 9,7% arriba las acciones del neerlandés, al manifestarse dispuesto a absorberlo. De hecho, ya hay contactos entre ambos grupos, en lo pudiera ser la mayor fusión en el sector financiero de Europa occidental. ABN, con € 57.000 millones (US$ 76.000 millones) de capitalización bursátil va segundo en la Eurozona y Barclay’s es tercero en Grann Bretaña, país que no adhiere a la moneda común.

El grupo holandés actúa en el Benelux, Estados Unidos, Italia y Latinoamérica. Tiene más de veinte millones de clientes individuales y 550 compañías grandes, con una red de 4.500 sucursales en 54 países, donde ocupa unos 105.000 empleados. En 2006, las utilidades netas alcanzaron € 4.700 millones.

En febrero, ciertos accionistas del holding empezaron a apretar -con apoyo de medios anglosajones- para que se separasen y vendieran determinados activos. Objeto: bajar costos y ganar más. Desde ese momento, aparecieron “ofertas informales” de bancos y, mal síntoma, fondos de cubertura o expertos en compras apalancadas.

ABN fue rechazando una propuesta tras otra, mientras preparaba un plan para resistir intentos hostiles. Entre los interesados potenciales, dentro del negocio, figuraban ya Barclay’s, BNP Paribas, Société Générale (franceses), un compatriota a medias (ING Groep) y Banco Santander Central Hispano (BSCH), interesado en hacer pie en Brasil.

Pero el problema era un fondo de cubertura (especula con derivativos) que, con apenas 1% del paquete, presionaba para que ABN se fusionase con algún rival. Este tipo de aventuras cunde en Europa occidental desde hace meses. La receta es fácil: un fondo compra participaciones chicas en bancos u empresas que no mejoran perfil a la velocidad requerida por los buitres de mercado. Esto infla las acciones del objetivo y, luego, éstas se revenden a buen precio.

En este caso, se trata del fondo londinense TCI. Los analistas y medios vinculados a la campaña sostienen que el sector financiero está atomizado y precisa reducirse a un grupo de gigantes vía fusiones y adquisiciones. No existen, empero, razones técnicas ni económicas; sólo una fiebre de F&A que no siempre acaban bien.

Por supuesto, TCI debe conseguir que un gran número de accionistas se pliegue a las presiones. Hay otro obstáculo: bancos centrales y reguladores suelen trabar este tipo de F&A si el banco víctima es relevante para la economía local. Groenink no se queda quieto. Acaba de presentar un programa para eliminar 11.000 puestos laborales, modernizar estructuras y recortar hasta € 900 millones en otros costos. Mientras tanto, los aliados explícitos e implícitos de TCI (Bank of America milita entre los segundos) buscan sacar tajada de una eventual división de ABN. Existe un potencial aliado interno de TCI: Arturo Martínez, presidente de la junta supervisora en ABN.

Menos ahora, que el británico Barclay’s empujó 9,7% arriba las acciones del neerlandés, al manifestarse dispuesto a absorberlo. De hecho, ya hay contactos entre ambos grupos, en lo pudiera ser la mayor fusión en el sector financiero de Europa occidental. ABN, con € 57.000 millones (US$ 76.000 millones) de capitalización bursátil va segundo en la Eurozona y Barclay’s es tercero en Grann Bretaña, país que no adhiere a la moneda común.

El grupo holandés actúa en el Benelux, Estados Unidos, Italia y Latinoamérica. Tiene más de veinte millones de clientes individuales y 550 compañías grandes, con una red de 4.500 sucursales en 54 países, donde ocupa unos 105.000 empleados. En 2006, las utilidades netas alcanzaron € 4.700 millones.

En febrero, ciertos accionistas del holding empezaron a apretar -con apoyo de medios anglosajones- para que se separasen y vendieran determinados activos. Objeto: bajar costos y ganar más. Desde ese momento, aparecieron “ofertas informales” de bancos y, mal síntoma, fondos de cubertura o expertos en compras apalancadas.

ABN fue rechazando una propuesta tras otra, mientras preparaba un plan para resistir intentos hostiles. Entre los interesados potenciales, dentro del negocio, figuraban ya Barclay’s, BNP Paribas, Société Générale (franceses), un compatriota a medias (ING Groep) y Banco Santander Central Hispano (BSCH), interesado en hacer pie en Brasil.

Pero el problema era un fondo de cubertura (especula con derivativos) que, con apenas 1% del paquete, presionaba para que ABN se fusionase con algún rival. Este tipo de aventuras cunde en Europa occidental desde hace meses. La receta es fácil: un fondo compra participaciones chicas en bancos u empresas que no mejoran perfil a la velocidad requerida por los buitres de mercado. Esto infla las acciones del objetivo y, luego, éstas se revenden a buen precio.

En este caso, se trata del fondo londinense TCI. Los analistas y medios vinculados a la campaña sostienen que el sector financiero está atomizado y precisa reducirse a un grupo de gigantes vía fusiones y adquisiciones. No existen, empero, razones técnicas ni económicas; sólo una fiebre de F&A que no siempre acaban bien.

Por supuesto, TCI debe conseguir que un gran número de accionistas se pliegue a las presiones. Hay otro obstáculo: bancos centrales y reguladores suelen trabar este tipo de F&A si el banco víctima es relevante para la economía local. Groenink no se queda quieto. Acaba de presentar un programa para eliminar 11.000 puestos laborales, modernizar estructuras y recortar hasta € 900 millones en otros costos. Mientras tanto, los aliados explícitos e implícitos de TCI (Bank of America milita entre los segundos) buscan sacar tajada de una eventual división de ABN. Existe un potencial aliado interno de TCI: Arturo Martínez, presidente de la junta supervisora en ABN.

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