<p>La lista abarca además Deustche Bank, Société Générale, Bank of America, Union des Banques Suisses, Royal Bank of Scotland, Barclay’s, Hongkong & Shanghai Banking Corporation, etc. Pero el alma es Goldman Sachs.</p>
<p>Como emblema, Blankfein –su presidente- no tiene rival. Hijo de un cartero de Brooklyn, la crisis sistémica estallada en 2006 vía malas hipotecas le hizo un regalo institucional: en octubre de 2008, Henry Paulson (ex empleado suyo, entonces secretario de hacienda) armó un rescate a medida de sus colegas banqueros. Era el programa pro alivio de activos tóxicos, TARP, por US$ 700.000 millones.</p>
<p>Pero GS fue más sutil. Recurrió a la agencia del seguro federal sobre depóstios (FDIC), obtuvo un préstamo a tasa exigua, se convirtió de firma de valores en banca de inversión y usó US$ 11.400 millones –era dinero del contribuyente- para premiar ejecutivos y operadores. Estas remuneraciones cubrían el primer semestre de 2009.</p>
<p>El primer fin de semana en octubre, el cabildeo formal del negocio (se llama Instituto Internacional de Finanzas y lo conduce Charles Dallara, experto en fondos buitres) acudió a Estambul para impedir se limiten bonificaciones a ejecutivos y operadores estelares. Días antes, el g-20 había interpelado a veiticinco banqueros, de los cuales veinte repitieron el libreto de Blankfein y, luego, de Dallara: “los topes propuestos no son viables y dificultan contratar talentos”.</p>
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<p>Esos “talentos” son los mismo que acabaron con Bear Stearns, Lehman Brothers, Wachovia, Countrywide Financial y Merrill Lynch. También llevaron a rescatar Citigroup y Bank of America por US$ 45.000 millones cada uno o a la aseguradora American International Group (US$ 170.000 millones en fondos públicos). Ahora, “el g-20 nos pide dejar hacer lo que nuestra élite ha hecho por años: retribuir bien a los buenos operadores”, ironizaba James O’Neill, analista principal de Goldman Sachs.</p>
<p>Sin duda el G-20 fue más preciso que el pálido G-7 (Estados Unidos, Japón Alemania, Francia, Gran Bretaña, Canadá, Holanda). Exigió postergar tres años los pagos de bonificaciones, restituirlas en caso de pérdidas y eliminar garantías plurianuales. Virtualmente nada de eso se consideró en la reunión del FMI, gracias a presiones de Josef Ackermann (Deutsche Bank) y de un grupo londinense de fondos especulativos, Silk Invest.</p>
<p>¿Por qué tanta cautela en Estambul? Porque los propios banqueros privadas estaban divididos. La mitad, encabezada por Blankfein, suizos y anglosajones, sostiene que las normas del G-20 son casi socialistas. La otra mitad las apoya. Pero, sugestivamente, 80% del conjunto no cree que se apliquen esas reglas. “Serán letra muerta hasta una próxima crisis sistémica”, ironiza Paul Krugman, Nobel 2008.</p>