WorldCom: cambio de nombre y un futuro bastante complicado

Pese a sus problemas, WorldCom –o MCI, según piensan rebautizarla- sigue siendo una enorme compañía que genera casi US$ 80 millones diarios. Pero también es por demás irrentable. Entonces ¿cómo emergerá del concurso en 2003?...

28 octubre, 2002

La cuestión genera calurosos debates entre usuarios mayoristas, acreedores,
accionistas y competidores. Por ejemplo, las gigantes regionales Bell sostienen
que una WorldCom reestructurada podría desatar otra ruinosa guerra
de tarifas. Aliados y cabilderos de ese grupo han propuesto, inclusive, que la
Comisión Federal de Comunicaciones anule las licencias de la compañía
y la lleve al cierre.

Por el contrario, analistas independientes y el rival más directo, AT&T,
estiman que WorldCom emergerá como un negocio menos volátil,
más conservador, enfocado en ganancias, no ya en vender a cualquier costo.
No tiene otra: su primer balance desde la convocatoria muestra un rojo de US$
429 millones en el bimestre julio-agosto, pese a ingresos por US$ 4.900 millones.

Semejante déficit desvirtúa el argumento sobre eventual
guerra de tarifas, pues WorldCom precisa ganar, no simplemente vender.
Sin embargo, las Bell presionan para que la CFC imponga restricciones
a la empresa, en caso de salir del concurso con gran parte o toda la deuda (US$
42.000 millones) eliminada de libros.

Sin una carga así, la futura WorldCom (o MCI, por Mobile Communications
International
) podría cobrar tarifas mucho más bajas, afirman
las Bell. Así piensan los CEO Ivan Seidenberg (Verizon Communications)
y Edward Whitacre (SBC Communications), entre otros. Por su parte, John
Sidgmore -CEO interino de WorldCom– replica: "Hemos sido competitivos
desde el principio y volveremos a serlo. Pero no nos interesa otra guerra de
precios".

¿Y los usuarios?

Este debate tendrá implicancias para millones de usuarios residenciales
e institucionales porque, en tanto el colapso bursátil y los achiques
laborales en las telcos eran devastadores para accionistas, inversores y personal,
a los abonados les ha ido muy bien. Hace apenas una década, llamar a
larga distancia costaba 35 centavos el minuto o más; hoy, no se paga
más de diez centavos.

Esta deflación ha sido mayor para usuarios mayoristas, es decir empresas,
bancos, etc., cuyos ejecutivos saben al dedillo cómo poner a AT&T
contra WorldCom o Sprint y a todas contra las Bell regionales.
Durante los 90 la sobreoferta típica de este mercado se originaba más
en la dura competencia que en el exceso de capacidad y redes. La ausencia de
opciones explica, de paso, la resistencia a la baja de tarifas en Argentina
y mercados similares.

Ahora, "las tarifas empiezan a estabilizarse", opina David W. Dorman,
presidente de AT&T. "No se vislumbran nuevos pisos ni se notan
conductas locas".

Cuatro en pugna

Una reestructuración vía concursal involucra cuatro grupos. Primero:
compañías, como las Bell, a quienes se les debe en total
casi US$ 9.000 millones por servicios y bienes. Segundo: bancos acreedores por
unos US$ 2.650 millones. Tercero: tenedores de bonos por US$ 30.000 millones.
Cuarto: accionistas. Por el momento, los cuatro grupos tratan de rearmar los
registros financieros reales, no los libros cocinados por el equipo de Bernard
Ebbers (ocultaron pérdidas por más de US$ 9.000 millones en 1999-2001).

Dentro de algunos meses, los acreedores definirán el monto total a ser
consolidado vía la futura MCI. En realidad, la clave reside en cuánta
deuda retener. Si fuese mucha, los acreedores recobrarían al menos algunos
centavos por cada dólar. A la inversa, una compañía ajustada
y menos endeudada competirá mejor, sus ingresos crecerán y los
accionistas obtendrán dividendos razonables. Sea como fuere, la futura
MCI deberá menos de los US$ 42.000 millones actuales (o, tal vez,
nada).

Esa variante desquicia a las Bell, pues podría permitirle a la
nueva empresa volver a bajar tarifas. Pero varios expertos tachan ese argumento
de "prorregulatorio" y señalan que los futuros accionistas
-inicialmente, los actuales acreedores- preferirán rentabilidad sobre
crecimiento sin ganancias. De hecho, el reciente balance indica que WorldCom
debe concentrarse desde ya en recobrar rentabilidad porque, entre otras cosas,
a los clientes mayoristas les preocupa la calidad del servicio mucho más
que las tarifas.

A criterio de Sigdmore, las Bell están embarcadas en "una
campaña en pos de asistencia vía más regulaciones de mercado.
Así, un hato de monopolios locales con gastos millonarios en cabildeo
bate el parche contra una compañía que trata de evitar la bancarrota".
Duras palabras.

La cuestión genera calurosos debates entre usuarios mayoristas, acreedores,
accionistas y competidores. Por ejemplo, las gigantes regionales Bell sostienen
que una WorldCom reestructurada podría desatar otra ruinosa guerra
de tarifas. Aliados y cabilderos de ese grupo han propuesto, inclusive, que la
Comisión Federal de Comunicaciones anule las licencias de la compañía
y la lleve al cierre.

Por el contrario, analistas independientes y el rival más directo, AT&T,
estiman que WorldCom emergerá como un negocio menos volátil,
más conservador, enfocado en ganancias, no ya en vender a cualquier costo.
No tiene otra: su primer balance desde la convocatoria muestra un rojo de US$
429 millones en el bimestre julio-agosto, pese a ingresos por US$ 4.900 millones.

Semejante déficit desvirtúa el argumento sobre eventual
guerra de tarifas, pues WorldCom precisa ganar, no simplemente vender.
Sin embargo, las Bell presionan para que la CFC imponga restricciones
a la empresa, en caso de salir del concurso con gran parte o toda la deuda (US$
42.000 millones) eliminada de libros.

Sin una carga así, la futura WorldCom (o MCI, por Mobile Communications
International
) podría cobrar tarifas mucho más bajas, afirman
las Bell. Así piensan los CEO Ivan Seidenberg (Verizon Communications)
y Edward Whitacre (SBC Communications), entre otros. Por su parte, John
Sidgmore -CEO interino de WorldCom– replica: "Hemos sido competitivos
desde el principio y volveremos a serlo. Pero no nos interesa otra guerra de
precios".

¿Y los usuarios?

Este debate tendrá implicancias para millones de usuarios residenciales
e institucionales porque, en tanto el colapso bursátil y los achiques
laborales en las telcos eran devastadores para accionistas, inversores y personal,
a los abonados les ha ido muy bien. Hace apenas una década, llamar a
larga distancia costaba 35 centavos el minuto o más; hoy, no se paga
más de diez centavos.

Esta deflación ha sido mayor para usuarios mayoristas, es decir empresas,
bancos, etc., cuyos ejecutivos saben al dedillo cómo poner a AT&T
contra WorldCom o Sprint y a todas contra las Bell regionales.
Durante los 90 la sobreoferta típica de este mercado se originaba más
en la dura competencia que en el exceso de capacidad y redes. La ausencia de
opciones explica, de paso, la resistencia a la baja de tarifas en Argentina
y mercados similares.

Ahora, "las tarifas empiezan a estabilizarse", opina David W. Dorman,
presidente de AT&T. "No se vislumbran nuevos pisos ni se notan
conductas locas".

Cuatro en pugna

Una reestructuración vía concursal involucra cuatro grupos. Primero:
compañías, como las Bell, a quienes se les debe en total
casi US$ 9.000 millones por servicios y bienes. Segundo: bancos acreedores por
unos US$ 2.650 millones. Tercero: tenedores de bonos por US$ 30.000 millones.
Cuarto: accionistas. Por el momento, los cuatro grupos tratan de rearmar los
registros financieros reales, no los libros cocinados por el equipo de Bernard
Ebbers (ocultaron pérdidas por más de US$ 9.000 millones en 1999-2001).

Dentro de algunos meses, los acreedores definirán el monto total a ser
consolidado vía la futura MCI. En realidad, la clave reside en cuánta
deuda retener. Si fuese mucha, los acreedores recobrarían al menos algunos
centavos por cada dólar. A la inversa, una compañía ajustada
y menos endeudada competirá mejor, sus ingresos crecerán y los
accionistas obtendrán dividendos razonables. Sea como fuere, la futura
MCI deberá menos de los US$ 42.000 millones actuales (o, tal vez,
nada).

Esa variante desquicia a las Bell, pues podría permitirle a la
nueva empresa volver a bajar tarifas. Pero varios expertos tachan ese argumento
de "prorregulatorio" y señalan que los futuros accionistas
-inicialmente, los actuales acreedores- preferirán rentabilidad sobre
crecimiento sin ganancias. De hecho, el reciente balance indica que WorldCom
debe concentrarse desde ya en recobrar rentabilidad porque, entre otras cosas,
a los clientes mayoristas les preocupa la calidad del servicio mucho más
que las tarifas.

A criterio de Sigdmore, las Bell están embarcadas en "una
campaña en pos de asistencia vía más regulaciones de mercado.
Así, un hato de monopolios locales con gastos millonarios en cabildeo
bate el parche contra una compañía que trata de evitar la bancarrota".
Duras palabras.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades