Un clan ofrece US$ 19.200 millones por sacar Cablevision de bolsa

Los Dolan, una de las familias neoyorquinas más fuertes, busca una compra apalancada de Cable vision Systems. O sea, trata de captar todas las acciones circulantes y abandonar el panel. El paquete incluye activos y marcas emblemáticas.

16 octubre, 2006

Por cierto, CS tiene participaciones controlantes también en el Madison Square Garden, Radio City Music Hall y dos equipos locales, los Knicks y los Rangers. Cabe señalar que la prensa especializada habla de “privatizar” la compañía. Pero eso sólo significa sacarla de bolsa, no de propiedad estatal, pues y el término “public” quiere decir registrada en algún mercado.

La inesperada oferta apareció año y medio después de que los Dolan –una borrascosa familia- resolvieran dividir la compañía en dos. Por entonces, era evidente que estaban aprovechando la red de cables para promover sus ambiciones y peleas políticas. El clan pretendía tomar los cables, muy lucrativos, y descargar el resto. Pero no pudo doblegar al bloque de directores independientes.

Ahora ofrecen 15% más que hace dieciocho meses. Esta propuesta se inscribe en una ola, en cuyo curso las mayores empresas familiares de Estados Unidos abandonan la bolsa. En julio, HCA (clínicas) se vendió por US$ 33.000 millones a un grupo controlado por el clan Frist, cuyo jefe William maneja la mayoría oficialista en el senado. Al mes siguiente Kinder Morgan –propietaria de una red de gadoducto- pasó a poder de su fundador, Richard Kinder, y su familia por US$ 15.000 millones.

Estas salidas de bolsa están impulsada por una peligrosa tendencia en Wall Street misma: financiar la emisión de miles de millones en deuda para apalancar ese tipo de adquisiciones. En parte, esto es una reacción de ejecutivos y directorios bajo creciente escrutinio de accionistas e inversores, que insisten en resultados trimestrales siempre en alzas. Tambien es un intento de eludir la ley Sarbanes-Oxley, la Securities & exchange commission (SEC, comisión de valores), la justicia y las propias entidades bursátiles.

.

Por ejemplo, en septiembre Cablevision afrontó un escándalo, similar al protagonizado desde 2005 por centenares de firmas en Silicon Valley. La compañía debió confesar que había entregado opciones accionarias a un vicepresidente… luego de su fallecimiento. La transacción fue antedatada en forma ilegal.

En un mensaje al directorio de Cablevisión, el presidente Charles Dolan (79 años) y su hijo James, director ejecutivo, explican claramente la maniobra. “Seguimos creyendo que, para competir en un contexto tan duro, nos hace falta una perspectiva de management a largo plazo, no sujeta a un mercado bursátil que se fija en resultados cortoplacistas”. También en cuestiones de ética contable, pudo haber agregado.

Sin embargo, los hábitos de los Dolan no tranquilizan a accionistas e inversores. En 2005, se peleaban entre sí en tormentosas reuniones de junta. James votaba contra su padre. Asunto: el negocio con satélites, eventualmente vendido poco más tarde. Hoy, ambos autócratas parecen de acuerdo sobre el futuro de Cablevision.

El auge mismo de compras apalancadas desde adentro empieza a crear escepticismo entre los inversores y suspicacias en las instancias reguladoras. Por cierto, casi todos los casos recientes han suscitado demandas judiciales radicadas por accionistas. En general, porque los ejecutivos no parecían sopesar adecuadamente costos ni sinergias, o recién las contemplaban cuando ya no había accionistas o inversores en los paquetes.

Quizá no todo sea miel sobre hojuelas para los Dolan. Un comité de directores independientes (como el de hace año y medio) se integrará para examinar la nueva oferta de compra apalancada. Si lo ocurrido en 2005 se repite, la familia deberá elevar apreciablemente el monto propuesto.

Por cierto, CS tiene participaciones controlantes también en el Madison Square Garden, Radio City Music Hall y dos equipos locales, los Knicks y los Rangers. Cabe señalar que la prensa especializada habla de “privatizar” la compañía. Pero eso sólo significa sacarla de bolsa, no de propiedad estatal, pues y el término “public” quiere decir registrada en algún mercado.

La inesperada oferta apareció año y medio después de que los Dolan –una borrascosa familia- resolvieran dividir la compañía en dos. Por entonces, era evidente que estaban aprovechando la red de cables para promover sus ambiciones y peleas políticas. El clan pretendía tomar los cables, muy lucrativos, y descargar el resto. Pero no pudo doblegar al bloque de directores independientes.

Ahora ofrecen 15% más que hace dieciocho meses. Esta propuesta se inscribe en una ola, en cuyo curso las mayores empresas familiares de Estados Unidos abandonan la bolsa. En julio, HCA (clínicas) se vendió por US$ 33.000 millones a un grupo controlado por el clan Frist, cuyo jefe William maneja la mayoría oficialista en el senado. Al mes siguiente Kinder Morgan –propietaria de una red de gadoducto- pasó a poder de su fundador, Richard Kinder, y su familia por US$ 15.000 millones.

Estas salidas de bolsa están impulsada por una peligrosa tendencia en Wall Street misma: financiar la emisión de miles de millones en deuda para apalancar ese tipo de adquisiciones. En parte, esto es una reacción de ejecutivos y directorios bajo creciente escrutinio de accionistas e inversores, que insisten en resultados trimestrales siempre en alzas. Tambien es un intento de eludir la ley Sarbanes-Oxley, la Securities & exchange commission (SEC, comisión de valores), la justicia y las propias entidades bursátiles.

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Por ejemplo, en septiembre Cablevision afrontó un escándalo, similar al protagonizado desde 2005 por centenares de firmas en Silicon Valley. La compañía debió confesar que había entregado opciones accionarias a un vicepresidente… luego de su fallecimiento. La transacción fue antedatada en forma ilegal.

En un mensaje al directorio de Cablevisión, el presidente Charles Dolan (79 años) y su hijo James, director ejecutivo, explican claramente la maniobra. “Seguimos creyendo que, para competir en un contexto tan duro, nos hace falta una perspectiva de management a largo plazo, no sujeta a un mercado bursátil que se fija en resultados cortoplacistas”. También en cuestiones de ética contable, pudo haber agregado.

Sin embargo, los hábitos de los Dolan no tranquilizan a accionistas e inversores. En 2005, se peleaban entre sí en tormentosas reuniones de junta. James votaba contra su padre. Asunto: el negocio con satélites, eventualmente vendido poco más tarde. Hoy, ambos autócratas parecen de acuerdo sobre el futuro de Cablevision.

El auge mismo de compras apalancadas desde adentro empieza a crear escepticismo entre los inversores y suspicacias en las instancias reguladoras. Por cierto, casi todos los casos recientes han suscitado demandas judiciales radicadas por accionistas. En general, porque los ejecutivos no parecían sopesar adecuadamente costos ni sinergias, o recién las contemplaban cuando ya no había accionistas o inversores en los paquetes.

Quizá no todo sea miel sobre hojuelas para los Dolan. Un comité de directores independientes (como el de hace año y medio) se integrará para examinar la nueva oferta de compra apalancada. Si lo ocurrido en 2005 se repite, la familia deberá elevar apreciablemente el monto propuesto.

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