Shell: el gobierno le arrebató rentabilidad y le echó en contra a sus estacioneros

Guillermo Moreno ganó la segunda encerrona a la que sometió en dos años a la Shell. Fue gracias a la presión que le ejercieron sus propias estaciones de servicio, situación que, junto con las retenciones, la harán rever su permanencia en el país.

25 enero, 2008

Los expendedores de combustibles reaccionaron hoy con alivio ante la decisión
de Shell de retrotraer los precios, agradecieron “la madurez empresaria”
y la intervención del gobierno nacional para que adoptaran esa medida:
venían perdiendo entre 30 y 50 % de ventas al ser los únicos que
no habían rebajado los valores al nivel del 31 de octubre, como sí
hicieron YPF, Petrobrás y Esso.

El titular de la compañía, Juan José Aranguren, dejó
las siguientes pistas en la declaración que explicó la marcha atrás
que debió dar en la negativa a retrotraer los precios de las naftas, como
impusiera la Secretaría de Comercio a las refinadoras:

· Que se hizo “provisoriamente” para “analizar la situación
de nuestros socios, los operadores de las estaciones de servicio”;

· Que no la amedrentaron con la suspensión de los permisos de exportación;

· Que la exportación ya no es el negocio principal, sino que ahí
se destinan los excedentes de baja calidad, sin demanda interna, de lo que produce
la refinería;

· Que el negocio en el que están dejó de ser atractivo por
la modificación del esquema de retenciones, el que además complicó
las compras de petróleo para refinar, ya que los US$ 42 el barril de referencia
no se sabe si son el máximo o el mínimo para negociar;

· Que su competidora Repsol impulsó a Petrobrás, Esso y ahora
a Shell la rebaja del 30 % acumulada el año pasado a pesar de que los consumidores
la habían asimilado.

El empresario desgranó, de este modo, los avatares que afectan la rentabilidad
de la firma (cuyas consecuencias le exigen explicaciones a los accionistas en
el otro lado del hemisferio) y que deberían ser sopesados en el directorio
a la hora de definir la conveniencia de continuar con la operación en el
país o seguir los pasos de Repsol y Esso, de ir levantando campamento.

Guillermo Moreno lo venció en la segunda pulseada importante, al partir
en dos los intereses sectoriales que componen la marca Shell en la Argentina:
el negocio de la refinación propiamente dicho, que responde directamente
a la casa central, y el de la comercialización al público, que es
materializado por las estaciones de servicio concesionadas.

El funcionario, que tiene a Shell entre ceja y ceja, empezó a encontrarle
la vuelta la ley de abastecimiento, que permite “dictar normas que rijan
la comercialización, intermediación, distribución y/o producción”.
Y en cuanto la red de estaciones de servicio de Shell empezó a resignar
30 a 50 % de las ventas por no adherir a la baja voluntaria de los precios y quedar
descolocadas competitivamente, la amenaza a abandonar a la marca de medio millar
de ellas obró con una fuerza inusitada sobre la plana mayor de la compañía,
como reconoció el propio presidente Aranguren en la declaración
de ayer.

Moreno se cubrió de un eventual desabastecimiento de naftas en las estaciones
que se le fueran a la Shell apelando a otro subterfugio de la ley: como la compañía
está obligada a abastecer 13 a 15 % del mercado, aunque no le compraran
sus propias estaciones de servicio con la marca, estaría obligada a venderles
el combustible como un genérico, con lo cual igual lo despacharían
aunque sin el marketing del proveedor.

El gambito dio más resultado que las multas que le aplicara Moreno por
66 millones de pesos y que la prohibición a exportar. El golpe mortal se
lo asestó a la rentabilidad con el aumento de las retenciones y el retrotraimiento
del precio en los surtidores.

Ahora, Repsol está en trámite de desprenderse del 45 % de YPF y
que sean un empresario nacional vinculado al gobierno como Eskenazi y posiblemente
las provincias quienes ocupen esa determinante participación accionaria.
Lo mismo que Esso, cuya casa matriz puso en venta sus activos en el país.
Según se desprende de las definiciones de Aranguren, Shell estaría
ahora en proceso de análisis de sus negocios en la Argentina.

Estaciones de servicio

La medida trajo alivio a los expendedores. El presidente de la Confederación
de Entidades de Comercio de Hidrocarburos y Afines (CECHA), Marcelo Rovasio,
destacó por la mañana la decisión de Shell de bajar los
precios de la nafta y el gasoil y la calificó como una muestra de “madurez
empresaria”, aunque propuso un “sinceramiento de todos los sectores
involucrados” para discutir los precios.

De todos modos, Rovasio dijo estar “agradecido con la intervención
del Estado” para lograr la medida, que hasta ahora era resistida por la
petrolera. En ese sentido, aseguró que no hubiesen “obtenido ese
resultado sin una apertura por parte del gobierno nacional” y que la cuestión
de los combustibles es una “política de Estado”.

El dirigente reconoció que la medida brinda “tranquilidad a los
expendedores”, que por la resistencia de Shell a la baja de precios habían
sufrido una caída en sus ventas “del 30% al 50%”.
El presidente de la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos
y Afines (CECHA) había planteado dramáticamente al secretario
de Comercio Guillermo Moreno, la posibilidad de que 500 estaciones de servicio
independientes de la marca arriasen la bandera amarilla roja.

Sólo así llegó la “provisional” marcha atrás
de Shell. ¿Cuánto vale la participación del 13 al 15 %
en la refinación de naftas? ¿Y cuánto la porción
de mercado interno que abastece a través de las estaciones de servicio?
¿Cómo cubriría un eventual reemplazante el excedente que
exporta la empresa, ahora suspendido? ¿Estará aún PDVSA
interesada en comprar, como antes que se declararan las hostilidades entre el
gobierno y la empresa? ¿O aparecerán empresarios nacionales, como
por ejemplo Marcelo Mindlin, para quedarse con un porcentaje del paquete?

Los expendedores de combustibles reaccionaron hoy con alivio ante la decisión
de Shell de retrotraer los precios, agradecieron “la madurez empresaria”
y la intervención del gobierno nacional para que adoptaran esa medida:
venían perdiendo entre 30 y 50 % de ventas al ser los únicos que
no habían rebajado los valores al nivel del 31 de octubre, como sí
hicieron YPF, Petrobrás y Esso.

El titular de la compañía, Juan José Aranguren, dejó
las siguientes pistas en la declaración que explicó la marcha atrás
que debió dar en la negativa a retrotraer los precios de las naftas, como
impusiera la Secretaría de Comercio a las refinadoras:

· Que se hizo “provisoriamente” para “analizar la situación
de nuestros socios, los operadores de las estaciones de servicio”;

· Que no la amedrentaron con la suspensión de los permisos de exportación;

· Que la exportación ya no es el negocio principal, sino que ahí
se destinan los excedentes de baja calidad, sin demanda interna, de lo que produce
la refinería;

· Que el negocio en el que están dejó de ser atractivo por
la modificación del esquema de retenciones, el que además complicó
las compras de petróleo para refinar, ya que los US$ 42 el barril de referencia
no se sabe si son el máximo o el mínimo para negociar;

· Que su competidora Repsol impulsó a Petrobrás, Esso y ahora
a Shell la rebaja del 30 % acumulada el año pasado a pesar de que los consumidores
la habían asimilado.

El empresario desgranó, de este modo, los avatares que afectan la rentabilidad
de la firma (cuyas consecuencias le exigen explicaciones a los accionistas en
el otro lado del hemisferio) y que deberían ser sopesados en el directorio
a la hora de definir la conveniencia de continuar con la operación en el
país o seguir los pasos de Repsol y Esso, de ir levantando campamento.

Guillermo Moreno lo venció en la segunda pulseada importante, al partir
en dos los intereses sectoriales que componen la marca Shell en la Argentina:
el negocio de la refinación propiamente dicho, que responde directamente
a la casa central, y el de la comercialización al público, que es
materializado por las estaciones de servicio concesionadas.

El funcionario, que tiene a Shell entre ceja y ceja, empezó a encontrarle
la vuelta la ley de abastecimiento, que permite “dictar normas que rijan
la comercialización, intermediación, distribución y/o producción”.
Y en cuanto la red de estaciones de servicio de Shell empezó a resignar
30 a 50 % de las ventas por no adherir a la baja voluntaria de los precios y quedar
descolocadas competitivamente, la amenaza a abandonar a la marca de medio millar
de ellas obró con una fuerza inusitada sobre la plana mayor de la compañía,
como reconoció el propio presidente Aranguren en la declaración
de ayer.

Moreno se cubrió de un eventual desabastecimiento de naftas en las estaciones
que se le fueran a la Shell apelando a otro subterfugio de la ley: como la compañía
está obligada a abastecer 13 a 15 % del mercado, aunque no le compraran
sus propias estaciones de servicio con la marca, estaría obligada a venderles
el combustible como un genérico, con lo cual igual lo despacharían
aunque sin el marketing del proveedor.

El gambito dio más resultado que las multas que le aplicara Moreno por
66 millones de pesos y que la prohibición a exportar. El golpe mortal se
lo asestó a la rentabilidad con el aumento de las retenciones y el retrotraimiento
del precio en los surtidores.

Ahora, Repsol está en trámite de desprenderse del 45 % de YPF y
que sean un empresario nacional vinculado al gobierno como Eskenazi y posiblemente
las provincias quienes ocupen esa determinante participación accionaria.
Lo mismo que Esso, cuya casa matriz puso en venta sus activos en el país.
Según se desprende de las definiciones de Aranguren, Shell estaría
ahora en proceso de análisis de sus negocios en la Argentina.

Estaciones de servicio

La medida trajo alivio a los expendedores. El presidente de la Confederación
de Entidades de Comercio de Hidrocarburos y Afines (CECHA), Marcelo Rovasio,
destacó por la mañana la decisión de Shell de bajar los
precios de la nafta y el gasoil y la calificó como una muestra de “madurez
empresaria”, aunque propuso un “sinceramiento de todos los sectores
involucrados” para discutir los precios.

De todos modos, Rovasio dijo estar “agradecido con la intervención
del Estado” para lograr la medida, que hasta ahora era resistida por la
petrolera. En ese sentido, aseguró que no hubiesen “obtenido ese
resultado sin una apertura por parte del gobierno nacional” y que la cuestión
de los combustibles es una “política de Estado”.

El dirigente reconoció que la medida brinda “tranquilidad a los
expendedores”, que por la resistencia de Shell a la baja de precios habían
sufrido una caída en sus ventas “del 30% al 50%”.
El presidente de la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos
y Afines (CECHA) había planteado dramáticamente al secretario
de Comercio Guillermo Moreno, la posibilidad de que 500 estaciones de servicio
independientes de la marca arriasen la bandera amarilla roja.

Sólo así llegó la “provisional” marcha atrás
de Shell. ¿Cuánto vale la participación del 13 al 15 %
en la refinación de naftas? ¿Y cuánto la porción
de mercado interno que abastece a través de las estaciones de servicio?
¿Cómo cubriría un eventual reemplazante el excedente que
exporta la empresa, ahora suspendido? ¿Estará aún PDVSA
interesada en comprar, como antes que se declararan las hostilidades entre el
gobierno y la empresa? ¿O aparecerán empresarios nacionales, como
por ejemplo Marcelo Mindlin, para quedarse con un porcentaje del paquete?

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