Seguros, gestión de riesgos y modelos de catástrofes

Cuando el huracán Hugo asoló Georgia y las Carolinas, 1989, con pérdidas por US$ 1.000 millones, no se recordaba nada peor. Pero Andrés (US$ 15.500 millones, Florida y Luisiana 1992) y otros cuestionaron los modelos usados en el seguro.

1 abril, 2005

El desarrollo urbano, turístico y comercial a lo largo de costas o en áreas proclives a sismos, huracanes e inundaciones presupone que, en el futuro, las pérdidas continuarán agravándose. Esta tendencia, que excede a Estados Unidos y Europa occidental, exige revisar modelos de gestión y riesgo en el negocio del seguro.

“La gente quiere saber cómo se prevén o evalúan científicamente estos desastres, especialmente después del maremoto en el oceáno Índico”, admite Howard Kunreuther, codirector del centro para gestión de riesgo y procesos de decisión en Wharton. Al respecto, el experto acaba de publicar un detallado “manual” sobre el asunto.

Empresas, gobiernos e instituciones diversas se interesan en el tópico, pues necesitran saber más sobre la naturaleza de los riesgos involucrados, sus probabiblidades y los daños que pueden ocasionar. “A las aseguradoras las proecupa la cuestión –apunta el especialista- porque deben estimar primas por cada tipo de riesgo y compatibilizarlas con sus carteras en general”.

En cuanto a los gobiernos, “deben estar interiorizados a efectos de determinar normas y pautas apropiadas para atenuar riesgos potenciales y limitar daños, pérdidas y víctimas”, apunta Kunreuther. Todo esto lleva al problema de definir modelos adecuados para cada contexto.

El libro de marras, “Catastrophe Modeling, a new Approach” se estructuró preguntando a las tres principales aseguradoras cómo establecen y ponen en práctica sus modelos, en cuanto a fijar primas, gestionar carteras y financiar riesgos. Parte del trabajo de campo corrió a cargo de Air Worldwide, Edeqat y Risk Management Solutions, las tres únicas compañías que analizan riesgos sistemáticamente usando los mejores datos cientpíficos disponibles en el mundo y proveen datos a aseguradoras, reaseguradoras y entidades financieras.

Las investigaciones de Kunreuther empezaron en 1996, cuando el sector aun no asimilaba el impaco del huracán Andrés y el terremoto de Northridge. “Sencillamente –recuerda el experto-, los aseguradores ya no atinaban a manejar riesgos. Una firma importante afrontaba US$ 4.000 millones en daños y su oficina de Florida debió ser salvada de la quiebra por su propia matriz”.

Parece casi una perogrullada, pero cualquier análisis de métodos para que las aseguradoras recorten péridas debe tener en cuenta ciertos pasos preventivos. “Es imposible reducir probabilidades de ocurran desastres, pero sí es posible atenuar sus efectos inmediatos y mediatos”.

Los trabajos sobre modelos de catástrofes generan actualmente mucho más interés del que esperaban Kunreither y sus colegas. En gran medida, porque el tema es relevante no sólo en materia de seguros, sino también de economía y sociedad. “Los responsables de políticas, negocios y asistencia social quedan involucrados cuando se desencadena un desastre. Por ende –indica el investigador-, reducir riesgos y obtener protección financiera contra pérdidas eventuales son dos objetivos claves”.

Con las precauciones del caso, existe inclusive la posibilidad de emplear algunos nuevos instrumentos creados para el mercado de capitales. Por ejemplo, títulos ligados a seguros. Por otra parte, la gama no se limita a catástrofes naturales, pues abarca riesgos ambientales (los “bonos de carbono” derivados del protocolo de Kyota son un ejemplo), empresarios y asociados al terrorismo. En este último plano, los sucesos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y el 11 de marzo de 2004 en Madrid han representado un desafío a la actividad aseguradora, inclusive en sus aspectos políticos y estratégicos.

El desarrollo urbano, turístico y comercial a lo largo de costas o en áreas proclives a sismos, huracanes e inundaciones presupone que, en el futuro, las pérdidas continuarán agravándose. Esta tendencia, que excede a Estados Unidos y Europa occidental, exige revisar modelos de gestión y riesgo en el negocio del seguro.

“La gente quiere saber cómo se prevén o evalúan científicamente estos desastres, especialmente después del maremoto en el oceáno Índico”, admite Howard Kunreuther, codirector del centro para gestión de riesgo y procesos de decisión en Wharton. Al respecto, el experto acaba de publicar un detallado “manual” sobre el asunto.

Empresas, gobiernos e instituciones diversas se interesan en el tópico, pues necesitran saber más sobre la naturaleza de los riesgos involucrados, sus probabiblidades y los daños que pueden ocasionar. “A las aseguradoras las proecupa la cuestión –apunta el especialista- porque deben estimar primas por cada tipo de riesgo y compatibilizarlas con sus carteras en general”.

En cuanto a los gobiernos, “deben estar interiorizados a efectos de determinar normas y pautas apropiadas para atenuar riesgos potenciales y limitar daños, pérdidas y víctimas”, apunta Kunreuther. Todo esto lleva al problema de definir modelos adecuados para cada contexto.

El libro de marras, “Catastrophe Modeling, a new Approach” se estructuró preguntando a las tres principales aseguradoras cómo establecen y ponen en práctica sus modelos, en cuanto a fijar primas, gestionar carteras y financiar riesgos. Parte del trabajo de campo corrió a cargo de Air Worldwide, Edeqat y Risk Management Solutions, las tres únicas compañías que analizan riesgos sistemáticamente usando los mejores datos cientpíficos disponibles en el mundo y proveen datos a aseguradoras, reaseguradoras y entidades financieras.

Las investigaciones de Kunreuther empezaron en 1996, cuando el sector aun no asimilaba el impaco del huracán Andrés y el terremoto de Northridge. “Sencillamente –recuerda el experto-, los aseguradores ya no atinaban a manejar riesgos. Una firma importante afrontaba US$ 4.000 millones en daños y su oficina de Florida debió ser salvada de la quiebra por su propia matriz”.

Parece casi una perogrullada, pero cualquier análisis de métodos para que las aseguradoras recorten péridas debe tener en cuenta ciertos pasos preventivos. “Es imposible reducir probabilidades de ocurran desastres, pero sí es posible atenuar sus efectos inmediatos y mediatos”.

Los trabajos sobre modelos de catástrofes generan actualmente mucho más interés del que esperaban Kunreither y sus colegas. En gran medida, porque el tema es relevante no sólo en materia de seguros, sino también de economía y sociedad. “Los responsables de políticas, negocios y asistencia social quedan involucrados cuando se desencadena un desastre. Por ende –indica el investigador-, reducir riesgos y obtener protección financiera contra pérdidas eventuales son dos objetivos claves”.

Con las precauciones del caso, existe inclusive la posibilidad de emplear algunos nuevos instrumentos creados para el mercado de capitales. Por ejemplo, títulos ligados a seguros. Por otra parte, la gama no se limita a catástrofes naturales, pues abarca riesgos ambientales (los “bonos de carbono” derivados del protocolo de Kyota son un ejemplo), empresarios y asociados al terrorismo. En este último plano, los sucesos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y el 11 de marzo de 2004 en Madrid han representado un desafío a la actividad aseguradora, inclusive en sus aspectos políticos y estratégicos.

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