Samsung arrasa con premios y pelea mercados

Tiempo atrás, la Industrial Design Society norteamericana otorgó mas premios a la surcoreana Samsung que a otros competidores. Con US$ 57.000 millones de valor bursátil y 5.200 millones en ganancias netas, es uno de los líderes tecnológicos.

8 septiembre, 2004

Por cierto, la compañía obtuvo medallas de oro por una impresora portátil “revolucionaria” (calificativo de la IDS) y un monitor de pantalla chata “muy elegante”. Otros dos monitores y un horno microondas recibieron medallas de plata. Sólo Apple, tecnológica estadounidense célebre por sus audaces diseños, consiguió más premios que Samsung. Pero no esta vez, sino acumulando los últimos cinco años.

Tan impresionante desempeño muestra a qué grado ha evolucionado la electrónica de uso final (lo de “consumo” es un dislate en boga) en Asia oriental. Años ha, Surcorea, Taiwán, Hongkong o Singapur sólo fabricaban copias baratas de productos japoneses.

Pero el grupo surcoreano –en cuya prehistoria se vislumbran capitales nipones, factor común en ese país- va más allá de artículos para público selecto. También es el mayor fabricante mundial de dos componentes claves en dispositivos digitales: pantallas de cristal líquido (PCL) y microprocesadores para memorias.

Analistas de Tokio, Taipei y Hongkong estiman que las utilidades de este año doblarán las de 2003 y pondrán la firma a la altura de Citigroup, General Electric o Exxon Mobil. Vale decir, ingresará al grupo de organizaciones con más de US$ 10.000 millones en ganancias anuales.

De hecho, Samsung puede desplazar este mismo año a Motorola como segunda productora global de celulares, detrás de la finesa Nokia. Por supuesto, ya disputa con los japoneses el liderazgo en televisores de pantalla chata y equipos de computación. Ejecutivos de la firma creen que su peculiar modelo de negocios saca partido de una reconversión mundial: la de tecnologías analógicas a digitales.

El problema para japoneses y occidentales –afirman- reside en seguir muy dependientes de las primeras. En este momento, quizá no haya otro grupo mejor preparado para la convergencia de ambos campos. Para empezar, sus crecientes ingresos permiten invertir más que sus rivales en instalaciones productivas. Así, los gastos de capital suman US$ 13.600 millones en el bienio 2002-3 y se proyectan en US$ 7.750 millones sólo para 2004.

Semejante expansión no carece de riesgos. La competencia se agudiza a medida como japoneses y occidentales reaccionan a los desafíos de Samsung. También lo hacen indios, taiwaneses, otras firmas surcoreanas y hasta advenedizos chinos. Entretanto, el aumento de utilidades pierde ímpetu y se agota el período de dos dígitos cada año.

Los éxitos de la empresa surgen de una restructuración radical operada en el último quinquenio del siglo XX. Por entonces, fabricaba electrónica barata. En algún momento, la dirección concluyó que el futuro ya no dependía de precios bajos y volúmenes enormes, porque esos los ofrecerían China, India y otros nuevos concurrentes.

La crisis sistémica internacional de 1997/8, que forzó al Fondo Monetario a un salvataje de US$ 58.000 millones para Surcorea, puso en evidencia también las flaquezas del sector privado. Por tanto, Samsung redujo un tercio el plantel laboral, vendió negocios poco viables y recortó el endeudamiento en moneda fuerte.

Hay un factor menos visible que hace a la reconversión del modelo: los aportes innovadores de cuatro centros de diseño. Uno, claro, está en Seúl. Pero los demás funcionan en Londres, Tokio y San Francisco, porque los creativos continúan abundando en Gran Bretaña, Japón y Silicon Valley.

De una forma u otra, la marca Samsung vale hoy unos US$ 12.600 millones, apenas 200 millones menos que Sony, de acuerdo con mediciones de la consultora Interbrand. Parte del fenómeno se relaciona con un factor aleatorio: la reconversión –motivada en la necesidad de cambiar el modelo de negocios tras la crisis regional- coincidió con el avance digital sobre las tecnologías analógicas.

Eso le abrió oportunidades a una amplia gama de artículos de uso final. Por ejemplo, reproductores de MP3, DVD y formas más complejas de televisores, celulares y demás productos existentes. Simultáneamente, aparecieron vastos mercados para chips, PCL, etc. Hasta entonces, Samsung empleaba tecnologías japonesas “de segunda mano”, por lo cual debió tornarse en innovadora y contar con las propias.

La demanda local ayudó mucho. Los surcoreanos están entre los que primero adoptaron productos digitales, Internet, banda ancha (exhiben una penetración de 70%, la mayor del mundo), inalámbricos y otras novedades. A tal punto ha llegado el modelo Samsung que, todavía hoy, algunos lo tachan de excesivamente diversificado y expuesto a la competencia de compañías más chicas, pero especializadas.

En realidad, no parece que eso esté sucediendo, En buena medida, porque el grupo –a diferencia de Motorola y los japoneses- se autoabastece en chips y PCL, como insumos de productos finales. Pero algunos expertos en Tokio insisten en que, pese a todo, la clave del éxito surcoreano es algo tan prosaico como los costos bajos.

Esto tiene poco que ver con Surcorea misma, que ya no es una plaza de negocios “barata”, sino con el tipo y el volumen de inversiones realizadas por la compañía. Verbigracia, Samsung está llevando las placas de silicones de 200 a 300 mm, lo cual reduce en un tercio el costo de fabricar microchips.

En otro plano, la firma se ha ubicado al tope de mercados donde pueden cobrarse precios más atractivos. En telefonía móvil, se especializa en dispositivos múltiples (teléfono+fotocámara+Internet), que puede vender en US$ 175, contra 135 de Nokia.

Sin duda, eso presiona sobre los márgenes, como viene ocurriendo en el sector con sus periódicas, ruinosas guerras de precios. Las utilidades llegaron a subir 27,8% en el primer trimestre de 2004 y cedieron a +24,9% en el segundo, tras años de elevarse sin pausa. Nokia pasó por lo mismo en 2002/3 y ahora se ha puesto agresiva para salvar su deteriorado liderazgo en el mercado.

También aprietan la alianza Sony Ericsson, la surcoreana LG Electronics y otros rivales asiáticos. Chinos, sobre todo, duchos en capear lapsos de volatilidad en precios. Por último, exitse un factor difícil de extrapolar, pero peligroso: Samsung sigue siendo controlada por una familia.

Por cierto, la compañía obtuvo medallas de oro por una impresora portátil “revolucionaria” (calificativo de la IDS) y un monitor de pantalla chata “muy elegante”. Otros dos monitores y un horno microondas recibieron medallas de plata. Sólo Apple, tecnológica estadounidense célebre por sus audaces diseños, consiguió más premios que Samsung. Pero no esta vez, sino acumulando los últimos cinco años.

Tan impresionante desempeño muestra a qué grado ha evolucionado la electrónica de uso final (lo de “consumo” es un dislate en boga) en Asia oriental. Años ha, Surcorea, Taiwán, Hongkong o Singapur sólo fabricaban copias baratas de productos japoneses.

Pero el grupo surcoreano –en cuya prehistoria se vislumbran capitales nipones, factor común en ese país- va más allá de artículos para público selecto. También es el mayor fabricante mundial de dos componentes claves en dispositivos digitales: pantallas de cristal líquido (PCL) y microprocesadores para memorias.

Analistas de Tokio, Taipei y Hongkong estiman que las utilidades de este año doblarán las de 2003 y pondrán la firma a la altura de Citigroup, General Electric o Exxon Mobil. Vale decir, ingresará al grupo de organizaciones con más de US$ 10.000 millones en ganancias anuales.

De hecho, Samsung puede desplazar este mismo año a Motorola como segunda productora global de celulares, detrás de la finesa Nokia. Por supuesto, ya disputa con los japoneses el liderazgo en televisores de pantalla chata y equipos de computación. Ejecutivos de la firma creen que su peculiar modelo de negocios saca partido de una reconversión mundial: la de tecnologías analógicas a digitales.

El problema para japoneses y occidentales –afirman- reside en seguir muy dependientes de las primeras. En este momento, quizá no haya otro grupo mejor preparado para la convergencia de ambos campos. Para empezar, sus crecientes ingresos permiten invertir más que sus rivales en instalaciones productivas. Así, los gastos de capital suman US$ 13.600 millones en el bienio 2002-3 y se proyectan en US$ 7.750 millones sólo para 2004.

Semejante expansión no carece de riesgos. La competencia se agudiza a medida como japoneses y occidentales reaccionan a los desafíos de Samsung. También lo hacen indios, taiwaneses, otras firmas surcoreanas y hasta advenedizos chinos. Entretanto, el aumento de utilidades pierde ímpetu y se agota el período de dos dígitos cada año.

Los éxitos de la empresa surgen de una restructuración radical operada en el último quinquenio del siglo XX. Por entonces, fabricaba electrónica barata. En algún momento, la dirección concluyó que el futuro ya no dependía de precios bajos y volúmenes enormes, porque esos los ofrecerían China, India y otros nuevos concurrentes.

La crisis sistémica internacional de 1997/8, que forzó al Fondo Monetario a un salvataje de US$ 58.000 millones para Surcorea, puso en evidencia también las flaquezas del sector privado. Por tanto, Samsung redujo un tercio el plantel laboral, vendió negocios poco viables y recortó el endeudamiento en moneda fuerte.

Hay un factor menos visible que hace a la reconversión del modelo: los aportes innovadores de cuatro centros de diseño. Uno, claro, está en Seúl. Pero los demás funcionan en Londres, Tokio y San Francisco, porque los creativos continúan abundando en Gran Bretaña, Japón y Silicon Valley.

De una forma u otra, la marca Samsung vale hoy unos US$ 12.600 millones, apenas 200 millones menos que Sony, de acuerdo con mediciones de la consultora Interbrand. Parte del fenómeno se relaciona con un factor aleatorio: la reconversión –motivada en la necesidad de cambiar el modelo de negocios tras la crisis regional- coincidió con el avance digital sobre las tecnologías analógicas.

Eso le abrió oportunidades a una amplia gama de artículos de uso final. Por ejemplo, reproductores de MP3, DVD y formas más complejas de televisores, celulares y demás productos existentes. Simultáneamente, aparecieron vastos mercados para chips, PCL, etc. Hasta entonces, Samsung empleaba tecnologías japonesas “de segunda mano”, por lo cual debió tornarse en innovadora y contar con las propias.

La demanda local ayudó mucho. Los surcoreanos están entre los que primero adoptaron productos digitales, Internet, banda ancha (exhiben una penetración de 70%, la mayor del mundo), inalámbricos y otras novedades. A tal punto ha llegado el modelo Samsung que, todavía hoy, algunos lo tachan de excesivamente diversificado y expuesto a la competencia de compañías más chicas, pero especializadas.

En realidad, no parece que eso esté sucediendo, En buena medida, porque el grupo –a diferencia de Motorola y los japoneses- se autoabastece en chips y PCL, como insumos de productos finales. Pero algunos expertos en Tokio insisten en que, pese a todo, la clave del éxito surcoreano es algo tan prosaico como los costos bajos.

Esto tiene poco que ver con Surcorea misma, que ya no es una plaza de negocios “barata”, sino con el tipo y el volumen de inversiones realizadas por la compañía. Verbigracia, Samsung está llevando las placas de silicones de 200 a 300 mm, lo cual reduce en un tercio el costo de fabricar microchips.

En otro plano, la firma se ha ubicado al tope de mercados donde pueden cobrarse precios más atractivos. En telefonía móvil, se especializa en dispositivos múltiples (teléfono+fotocámara+Internet), que puede vender en US$ 175, contra 135 de Nokia.

Sin duda, eso presiona sobre los márgenes, como viene ocurriendo en el sector con sus periódicas, ruinosas guerras de precios. Las utilidades llegaron a subir 27,8% en el primer trimestre de 2004 y cedieron a +24,9% en el segundo, tras años de elevarse sin pausa. Nokia pasó por lo mismo en 2002/3 y ahora se ha puesto agresiva para salvar su deteriorado liderazgo en el mercado.

También aprietan la alianza Sony Ericsson, la surcoreana LG Electronics y otros rivales asiáticos. Chinos, sobre todo, duchos en capear lapsos de volatilidad en precios. Por último, exitse un factor difícil de extrapolar, pero peligroso: Samsung sigue siendo controlada por una familia.

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