Reciprocal, un escándalo de seguros que puso en evidencia a AIG

Andrew Slemp cerró su pequeña clínica en Virginia, pues se había caído su póliza contra malas prácticas. En Kansas, Joel Schroeder quebró porque su aseguradora ya no puede cubrir US$ 750.000. En ambos casos, era la misma compañía.

18 abril, 2005

Ambos médicos, más miles de colegas y abogados en el sur y el medio oeste de Estados Unidos, fueron víctimas de Reciplocal of America y su bancarrota fraudulenta (2003). Irónicamente, ciertos tratos turbios entre esa firma de tercer orden y un gigante, General Reinsurance, pondrían en evidencia maniobras irregulares en su controlante, Berkshire Hathaway (Warren Buffett), y en American International Group (mayor aseguradora del mundo, manajada por Maurice Greenberg).

El derrumbe de Reciprocal puso al decubierto una densa trama de transacciones definidas como “fraudulentas” por la justicia federal, las de algunos estados y sus respectivas instancias supervisoras. Además de repercutir más tarde en grandes aseguradores, contribuyó a deteriorar la nunca ejemplar imagen de negocio en sí y su transparencia. En verdad, quienes confiaban en las pólizas de Reciprocal las vieron hacerse humo sin aviso previo, devoradas por una maraña financiera que pocos atinaban a entrener.

La compañía tenía sede en Richmond, Virginia, y supuestamente cumplía con el cometido básico de cualquier asegurador: atenuar incertidumbres, aliviar emergencias y cubrir perjuicios económicos o financieros. Hoy, su colapso sienta precedentes en cuanto a engaños y abusos. Los reguladores sostienen que Reciprocal, asistida por socios, asesores y hasta cómplices externos (inclusive General Re), apeló durante diez años a trucos contables para disimular problemas y beneficiar a ejecutivos; propios o ajenos. Hasta que se vino abajo.

Sólo en Tenesí, la firma había colocado unas 50.000 pólizas. El experto Patrick Cantilo estima que los reclamos totales sobre la compañía llegan a sumar más de US$ 770 millonrd. De ese monto, los liquidadores pdr´na restituir inicialmente no más de US$ 155 millones; poco más de 20% del valor nominal.

Kenneth Patterson y Caroline Hudgins, ex presidente y vice ejecutivos, se han declarado culpables de fraude ante un tribunal federal. Entretanto, el departamento de Justicia viene indagando desde 2003 a otros ejecutivos y socios o cómplices externos. Por su parte, General Re ha buscado hacer anular demandas en su contra, afirmando no haber cometido delitos ni infracciones en sus tratros eon Reciprocal.

Algunos ribetes del caso recuerdan el estilo de Bernard Ebbers (ex WorldCom) o las familias Rigas (Adelphia). Los jeráquicos involucrados en esa alucinante madeja de cuentas extraterritoriales, transacciones en secreto y malabarismos financieros solían cerrar tratos en un lujoso yate, inclusive mientras la empresa se hacía pedazos. Los negocios se hacían navegando por la bahía de Chesapeake y también su cosmética contable, a cargo de quienes eran conocidos como “auditores de la bahía”.

Según los reguladores, durante una excursión en 1994, ejecutivos de General Re le entregaron a Patterson cheques por US$ 1.000.000. La suma se vinculaba a fondos que General había convenido en devolver a Reciprocal, de acuerdo cpn un complejo contrato de seguros entre ambas. Pero los inspectores nunca hallaron pruebeas de que ese dinero hubiese sido depositado en cuentas de Reciporcal. En síntesis, parecía un soborno.

En otro plano, un cofundador de la compañía, el abogado John W.Crewes, tiene estudio propio (Crewes & Hancock), que llegó a percibir no menos de US$ 63 millones en honorarios por parte de Reciprocal y entidades relacionadas. Una demanda federal presume “favoritismo abusivo”.

En ese punto (2004), apareció la gran sorpresa. Investigaciones en torno de Reciprocal produjeron datos que, eventualmentes, llevaron al despido de Maurice Greenberg, presidente y director ejecutivo –mejor dicho, patrón- de American International Group.

En 1998, Berkshire Hathaway, holding propiedad del megafinacista Warren Buffett, había comprado General Insurance. En enero último, mientras los abogados de ésta y BH revisaban los libros de Reciprocal en pos de datos requeridos por Justicia, quedó apareció una transacción muy cuestionable que AIG había aporechado para maquillar libros. Ahora, Buffett –un líder de opinión financiera, casi un Catón del sector- trata de salvar su buen nombre, no sin dificultades.

Funcionarios de la Securities & Exchange Commission (SEC, comisión federal de valores) y Eliot Spitzer, fiscal general de Nueva York, ya estaban investigando a AIG. Pero los hallazgos en Berkshire y General Re desencadenaron otra ola de citaciones a ambas firmas. Esto se combinó con pruebas de manipulaciones financkeras e hizo que la junta de AIG le pidiera la renuncias a Greenberg.

Bien entendido, el paterfamilias no fue acusado de nada, pero las investigaciones sobre su empresa hicieron caer las acciones, obligaron a descontar en libros ingresos por US$ 1.700 millones y sacaron a luz una turbia red de negocios “off shore”. Tampoco Buffett es objeto de actuaciones judiciales y, admás, declaró no haber tenido conocimiento previo de las iregularidades en General Re. Pero el asunto lo salpica.

Greenberg no podía decir lo mismo, pues personalmente había iniciado negocios con Ronald Ferguson, hoy ex director ejecutivo de General Re. Según fiscales y supervisores, también estaba metido en transacciones cuestionables con Reciprocal, inclusive sospechosos contratos que pasaban exclusivamente por las manos de Crewes.

En el caso de seguros contra malas prácticas médicas, las cosas se complican. Sin ese tipo de pólizas respaldando a profesiones y clínicas, los abogados –que trabajan a porcentaje- a menudo no aceptan representar pacientes ni sus familiares. A falta de cobertura aseguradora, aun una sentencia favorable con embargos en firme no vale gran cosa, a menos que litigante y letrado estén dispuestos a cobrar el resto de su vida una fracción de lo que gane el médico o la clínica.

Ambos médicos, más miles de colegas y abogados en el sur y el medio oeste de Estados Unidos, fueron víctimas de Reciplocal of America y su bancarrota fraudulenta (2003). Irónicamente, ciertos tratos turbios entre esa firma de tercer orden y un gigante, General Reinsurance, pondrían en evidencia maniobras irregulares en su controlante, Berkshire Hathaway (Warren Buffett), y en American International Group (mayor aseguradora del mundo, manajada por Maurice Greenberg).

El derrumbe de Reciprocal puso al decubierto una densa trama de transacciones definidas como “fraudulentas” por la justicia federal, las de algunos estados y sus respectivas instancias supervisoras. Además de repercutir más tarde en grandes aseguradores, contribuyó a deteriorar la nunca ejemplar imagen de negocio en sí y su transparencia. En verdad, quienes confiaban en las pólizas de Reciprocal las vieron hacerse humo sin aviso previo, devoradas por una maraña financiera que pocos atinaban a entrener.

La compañía tenía sede en Richmond, Virginia, y supuestamente cumplía con el cometido básico de cualquier asegurador: atenuar incertidumbres, aliviar emergencias y cubrir perjuicios económicos o financieros. Hoy, su colapso sienta precedentes en cuanto a engaños y abusos. Los reguladores sostienen que Reciprocal, asistida por socios, asesores y hasta cómplices externos (inclusive General Re), apeló durante diez años a trucos contables para disimular problemas y beneficiar a ejecutivos; propios o ajenos. Hasta que se vino abajo.

Sólo en Tenesí, la firma había colocado unas 50.000 pólizas. El experto Patrick Cantilo estima que los reclamos totales sobre la compañía llegan a sumar más de US$ 770 millonrd. De ese monto, los liquidadores pdr´na restituir inicialmente no más de US$ 155 millones; poco más de 20% del valor nominal.

Kenneth Patterson y Caroline Hudgins, ex presidente y vice ejecutivos, se han declarado culpables de fraude ante un tribunal federal. Entretanto, el departamento de Justicia viene indagando desde 2003 a otros ejecutivos y socios o cómplices externos. Por su parte, General Re ha buscado hacer anular demandas en su contra, afirmando no haber cometido delitos ni infracciones en sus tratros eon Reciprocal.

Algunos ribetes del caso recuerdan el estilo de Bernard Ebbers (ex WorldCom) o las familias Rigas (Adelphia). Los jeráquicos involucrados en esa alucinante madeja de cuentas extraterritoriales, transacciones en secreto y malabarismos financieros solían cerrar tratos en un lujoso yate, inclusive mientras la empresa se hacía pedazos. Los negocios se hacían navegando por la bahía de Chesapeake y también su cosmética contable, a cargo de quienes eran conocidos como “auditores de la bahía”.

Según los reguladores, durante una excursión en 1994, ejecutivos de General Re le entregaron a Patterson cheques por US$ 1.000.000. La suma se vinculaba a fondos que General había convenido en devolver a Reciprocal, de acuerdo cpn un complejo contrato de seguros entre ambas. Pero los inspectores nunca hallaron pruebeas de que ese dinero hubiese sido depositado en cuentas de Reciporcal. En síntesis, parecía un soborno.

En otro plano, un cofundador de la compañía, el abogado John W.Crewes, tiene estudio propio (Crewes & Hancock), que llegó a percibir no menos de US$ 63 millones en honorarios por parte de Reciprocal y entidades relacionadas. Una demanda federal presume “favoritismo abusivo”.

En ese punto (2004), apareció la gran sorpresa. Investigaciones en torno de Reciprocal produjeron datos que, eventualmentes, llevaron al despido de Maurice Greenberg, presidente y director ejecutivo –mejor dicho, patrón- de American International Group.

En 1998, Berkshire Hathaway, holding propiedad del megafinacista Warren Buffett, había comprado General Insurance. En enero último, mientras los abogados de ésta y BH revisaban los libros de Reciprocal en pos de datos requeridos por Justicia, quedó apareció una transacción muy cuestionable que AIG había aporechado para maquillar libros. Ahora, Buffett –un líder de opinión financiera, casi un Catón del sector- trata de salvar su buen nombre, no sin dificultades.

Funcionarios de la Securities & Exchange Commission (SEC, comisión federal de valores) y Eliot Spitzer, fiscal general de Nueva York, ya estaban investigando a AIG. Pero los hallazgos en Berkshire y General Re desencadenaron otra ola de citaciones a ambas firmas. Esto se combinó con pruebas de manipulaciones financkeras e hizo que la junta de AIG le pidiera la renuncias a Greenberg.

Bien entendido, el paterfamilias no fue acusado de nada, pero las investigaciones sobre su empresa hicieron caer las acciones, obligaron a descontar en libros ingresos por US$ 1.700 millones y sacaron a luz una turbia red de negocios “off shore”. Tampoco Buffett es objeto de actuaciones judiciales y, admás, declaró no haber tenido conocimiento previo de las iregularidades en General Re. Pero el asunto lo salpica.

Greenberg no podía decir lo mismo, pues personalmente había iniciado negocios con Ronald Ferguson, hoy ex director ejecutivo de General Re. Según fiscales y supervisores, también estaba metido en transacciones cuestionables con Reciprocal, inclusive sospechosos contratos que pasaban exclusivamente por las manos de Crewes.

En el caso de seguros contra malas prácticas médicas, las cosas se complican. Sin ese tipo de pólizas respaldando a profesiones y clínicas, los abogados –que trabajan a porcentaje- a menudo no aceptan representar pacientes ni sus familiares. A falta de cobertura aseguradora, aun una sentencia favorable con embargos en firme no vale gran cosa, a menos que litigante y letrado estén dispuestos a cobrar el resto de su vida una fracción de lo que gane el médico o la clínica.

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