Petróleo caro, el Waterloo de los utilitarios deportivos

Deportivos sí, pero muchos dudan de que vehículos tan caros sean “utilitarios”. Nadie compra una camioneta para subir montañas, como sostiene la publicidad. Además, las 4x4 de lujo son caras de alimentar y mantener.

2 agosto, 2005

“Con los utilitarios deportivos sucede lo mismo que con los dispositivos manuales inteligentes, que sirven para cualquier cosa, pero no intercomunican mejor a la gente”. Así ironizaba John Wodarski, un concesionario automotor con 25 años de experiencia en Chicago. Tanto él como muchos otros en Estados Unidos y Canadá afirman que “el público ya no tiene entusiasmo por las 4×4 y el motivo clave es el aumento de combustibles.

Eso explica que, por vez primera desde 1991, se recobre la demanda de coches convencionales, el fenómeno más interesante detectado durante el primer semestre de 2005. La tendencia es paulatina, pero perceptible. Más acentuada es su opuesta: las familias norteamericanas ya no adquieren utilitarios deportivos (UD) al ritmo de años anteriores.

Hasta el momento, buena parte del retroceso la absorben camionetas menos grandes y “traganafta” que los UD. Pero, en enero-junio, Detroit registra 1,9% menos venta total de 4×4 y 3,2% más de autos (con los sedan al frente). Inclusive, gente que había comprado UD el último invierno los cambia por coches este verano. El canje beneficia no ya a marcas estadounidenses, sino a Toyota, Honda y las surcoreanas.

De acuerdo con los propios concesionarios, hoy cuesta US$ 60 llenar el tanque de la 4×4. Eso influye una barbaridad en el público y no hay incentivos ni campañas de marketing que puedan disimularlo. El problema para General Motors y Ford es que sus estrategias de producto son anacrónicas. De ahí que las utilidades sigan dependiendo de UD y, por ende, los balances trimestrales continúen empeorando.

Obcecados, los ejecutivos de Detroit –que siguen percibiendo salarios y bonificaciones inexplicablesmente altas- insisten en que el retroceso de las 4×4 no se debe a nafta cara, sino a modelos que llegan al final de sus ciclos. Bien visto, el pretexto es un tiro por la culata: demuestra que las empresas no han sabido renovar productos a tiempo.

“Con los utilitarios deportivos sucede lo mismo que con los dispositivos manuales inteligentes, que sirven para cualquier cosa, pero no intercomunican mejor a la gente”. Así ironizaba John Wodarski, un concesionario automotor con 25 años de experiencia en Chicago. Tanto él como muchos otros en Estados Unidos y Canadá afirman que “el público ya no tiene entusiasmo por las 4×4 y el motivo clave es el aumento de combustibles.

Eso explica que, por vez primera desde 1991, se recobre la demanda de coches convencionales, el fenómeno más interesante detectado durante el primer semestre de 2005. La tendencia es paulatina, pero perceptible. Más acentuada es su opuesta: las familias norteamericanas ya no adquieren utilitarios deportivos (UD) al ritmo de años anteriores.

Hasta el momento, buena parte del retroceso la absorben camionetas menos grandes y “traganafta” que los UD. Pero, en enero-junio, Detroit registra 1,9% menos venta total de 4×4 y 3,2% más de autos (con los sedan al frente). Inclusive, gente que había comprado UD el último invierno los cambia por coches este verano. El canje beneficia no ya a marcas estadounidenses, sino a Toyota, Honda y las surcoreanas.

De acuerdo con los propios concesionarios, hoy cuesta US$ 60 llenar el tanque de la 4×4. Eso influye una barbaridad en el público y no hay incentivos ni campañas de marketing que puedan disimularlo. El problema para General Motors y Ford es que sus estrategias de producto son anacrónicas. De ahí que las utilidades sigan dependiendo de UD y, por ende, los balances trimestrales continúen empeorando.

Obcecados, los ejecutivos de Detroit –que siguen percibiendo salarios y bonificaciones inexplicablesmente altas- insisten en que el retroceso de las 4×4 no se debe a nafta cara, sino a modelos que llegan al final de sus ciclos. Bien visto, el pretexto es un tiro por la culata: demuestra que las empresas no han sabido renovar productos a tiempo.

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