Finalmente, Porsche busca controlar Volkswagen pagando poco

Con su propio equipo ya manejando la mayor automotriz de la Unión Europea, Ferdinand Piëch trata de tomar hasta 31% del paquete. Al mismo tiempo, Fráncfort cree que Daimler-Benz se desprenderá de Chrysler Group.

25 marzo, 2007

¿Cómo blindar el control de hecho sin exponerse a una toma inútilmente costosa? Fácil: primero se excluye el equipo ejecutivo de Volkswagen y se lo reemplaza por gente de Porsche, un negocio muy distinto. Después, se hace que los nuevos modelos Volkswagen se parezcan al Audi. Finalmente, se eleva de 27 a 31% la parte de Porsche en el paquete.

Ferdinand Piëch, cerebro de estas movidas, lanza una oferta pública accionaria (OPA) obligatoria…. fijando un precio inferior al de mercado. Esto crea una incógnita: ¿la capitalización bursátil del paquete, unos € 41.000 millones, saldrá indemne? En realidad, el grupo de Stuttgart, especializado en coches muy caros, precio ofrece “el mínimo legal”: € 100,92 por acción, contra el cierre del viernes, 117,70. O sea, un desagio de 14,3%.

La intención es clara: “desmotivar” al resto de los accionistas, así no venden sus títulos y fuerzan a que Piëch tome efectivamente el 50,1% del paquete. El mercado no se sorprendió. Como se sabe, la “ley Volkswagen” (limita a 20% los derechos de voto y mantiene una “acción de oro” en manos públicas), está bajo la mirada la UE. En la situación hasta el viernes, el 27% de Porsche pesaba tanto como en 20,5% en poder del estado de Baja Sajonia.

No es casual que, hace un mes, la sindicatura general de Bruselas haya recomendado abolir un régimen que lleva ya 47 años. El próximo paso de Martin Winterkorn (presidente de VW) y Wendelin Wiedeking (hombre de Porsche en la junta supervisora), dos instrumentos de Piëch, formarán una nueva sociedad. La maniobra permitirá que, con sólo 31%, Porsche controle efectivamente a VW.

Por supuesto, ambos directorios están en manos de Piëch. A su vez, éste representa al clan descendiente del Ferdinand Porsche que creó el “escarabajo” inspirado por Adolf Hitler. Pero, cuando despidió al equipo encargado de reestructurar y bajar costos de VW (2006), poniendo en su sitio gente de Audi (coches de alto precio, aunque no tanto como los Porsche), Fráncfort le sacó tarjeta amarilla.

¿Cómo blindar el control de hecho sin exponerse a una toma inútilmente costosa? Fácil: primero se excluye el equipo ejecutivo de Volkswagen y se lo reemplaza por gente de Porsche, un negocio muy distinto. Después, se hace que los nuevos modelos Volkswagen se parezcan al Audi. Finalmente, se eleva de 27 a 31% la parte de Porsche en el paquete.

Ferdinand Piëch, cerebro de estas movidas, lanza una oferta pública accionaria (OPA) obligatoria…. fijando un precio inferior al de mercado. Esto crea una incógnita: ¿la capitalización bursátil del paquete, unos € 41.000 millones, saldrá indemne? En realidad, el grupo de Stuttgart, especializado en coches muy caros, precio ofrece “el mínimo legal”: € 100,92 por acción, contra el cierre del viernes, 117,70. O sea, un desagio de 14,3%.

La intención es clara: “desmotivar” al resto de los accionistas, así no venden sus títulos y fuerzan a que Piëch tome efectivamente el 50,1% del paquete. El mercado no se sorprendió. Como se sabe, la “ley Volkswagen” (limita a 20% los derechos de voto y mantiene una “acción de oro” en manos públicas), está bajo la mirada la UE. En la situación hasta el viernes, el 27% de Porsche pesaba tanto como en 20,5% en poder del estado de Baja Sajonia.

No es casual que, hace un mes, la sindicatura general de Bruselas haya recomendado abolir un régimen que lleva ya 47 años. El próximo paso de Martin Winterkorn (presidente de VW) y Wendelin Wiedeking (hombre de Porsche en la junta supervisora), dos instrumentos de Piëch, formarán una nueva sociedad. La maniobra permitirá que, con sólo 31%, Porsche controle efectivamente a VW.

Por supuesto, ambos directorios están en manos de Piëch. A su vez, éste representa al clan descendiente del Ferdinand Porsche que creó el “escarabajo” inspirado por Adolf Hitler. Pero, cuando despidió al equipo encargado de reestructurar y bajar costos de VW (2006), poniendo en su sitio gente de Audi (coches de alto precio, aunque no tanto como los Porsche), Fráncfort le sacó tarjeta amarilla.

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