Deutsche Bank: nuevo estilo, pero con el CEO en los tribunales

El suizo Josef Ackermann será juzgado en octubre por cargos penales. Entretanto, la mayor entidad crediticia europea busca como “desglobalizarse” y volver a ser más alemana. Es un signo de los tiempos que corren.

18 agosto, 2006

En cuatro años al frente de Deustche Bank, Ackermann redujo la dependencia de la institución respecto de la economía germana, todavía hoy la mayor y más dinámica de la Unión Europea. Despidió sin trepidar a miles de personas y vendió participaciones accionarias en varias empresas grandes del país. Mientras tanto, expandía la banda de inversión –un negocio volátil- vía filiales en Londres, Nueva York y Tokio. Vale decir, actuaba como un suizo.

Ahora las cosas parecen cambiar. Recientemente, DB ha estado absorbiendo entidades minoristas locales. Este mismo mes, adquirió por € 420 millones cien sucursales de Norisbank, tras pagar en julio € 675 por Berliner Bank y tomar 1% de la Deustche Börse, Fráncfort.

La institución sostiene que esas iniciativas obedecen a una lógica de negocios, pues la economía alemana está mejorando e impera la confianza (salvo en Angela Merkel, amiga de Ackermann, y su gobierno). Pero DB también ha abonado US$430 millones por MortgageIT Holdings, una hipotecaria norteamericana.

Círculos políticos de Berlín asocian esas acciones con los problema jurídicos del CEO, su posible renuncia y un proceso de desglobalización que no se limita a Alemania. En lo atinente a Ackermann, será vuelto a juzgar el 26 de octubre, junto con otros cinco ex ejecutivos de Mannesmann, la firma de telecomunicaciones e ingeniería que manejaban los seis.

El sexteto ha sido acusado por malversar fondos de la compañía y otorgarse a sí mismos bonificaciones por US$ 72 millones. Ambas cosas resultaron de la venta por US$15.000 millones de Mannesmann a Vodafone, en 2000. Curiosamente, el grupo británico es, como denota el nombre, descendiente de una compañía germana.

Los seis consiguieron ser absueltos en el primer proceso. Años después, un tribunal de alza anulo el fallo, pues parte de los bonos empleados en la transacción original pudo haber sido falsa. A diferencia de los cinco ejecutivos, despedidos de Mannesmann, la junta supervisora del DB declaró no tener dudas de que Ackermann pudiese continuar en el cargo y lo apoyó, en lo que muchos expertos –y el sindicato bancario alemán- calificaron de “actitud corporativa”. Ese cuerpo estaba dominado por allegados al suizo.

Cabe recordar que, durante el primer juicio, arreciaban en el país debates sobre el riesgo de que Alemania estuviera inclinándose al modelo capitalista anglosajón, que sobrerrecompensa a directivos y ejecutivos. Ackermann llegó a hablar de “envidia destructiva”. Pero, a medica que se acerca el segundo proceso, el CEP ha suavizado su lenguaje.

El contraste entre el “nuevo viejo estilo” del DB y el ensayo globalizador surge cuando se recuerda el caso Postbank, la filial financiera de Deutsche Post (el antiguo y renombrado correo germano). En 2004, el entonces canciller Gerhard Schröder no logró que Ackemann hiciera una oferta por esa compañía. Era una venganza porque, seis meses antes, el gobierno federal había bloqueado una intentona de vender DB a Citicorp. En 2005, los negocios alemanes de DB representaban 32% del total, contra 70% diez años antes.

En cuatro años al frente de Deustche Bank, Ackermann redujo la dependencia de la institución respecto de la economía germana, todavía hoy la mayor y más dinámica de la Unión Europea. Despidió sin trepidar a miles de personas y vendió participaciones accionarias en varias empresas grandes del país. Mientras tanto, expandía la banda de inversión –un negocio volátil- vía filiales en Londres, Nueva York y Tokio. Vale decir, actuaba como un suizo.

Ahora las cosas parecen cambiar. Recientemente, DB ha estado absorbiendo entidades minoristas locales. Este mismo mes, adquirió por € 420 millones cien sucursales de Norisbank, tras pagar en julio € 675 por Berliner Bank y tomar 1% de la Deustche Börse, Fráncfort.

La institución sostiene que esas iniciativas obedecen a una lógica de negocios, pues la economía alemana está mejorando e impera la confianza (salvo en Angela Merkel, amiga de Ackermann, y su gobierno). Pero DB también ha abonado US$430 millones por MortgageIT Holdings, una hipotecaria norteamericana.

Círculos políticos de Berlín asocian esas acciones con los problema jurídicos del CEO, su posible renuncia y un proceso de desglobalización que no se limita a Alemania. En lo atinente a Ackermann, será vuelto a juzgar el 26 de octubre, junto con otros cinco ex ejecutivos de Mannesmann, la firma de telecomunicaciones e ingeniería que manejaban los seis.

El sexteto ha sido acusado por malversar fondos de la compañía y otorgarse a sí mismos bonificaciones por US$ 72 millones. Ambas cosas resultaron de la venta por US$15.000 millones de Mannesmann a Vodafone, en 2000. Curiosamente, el grupo británico es, como denota el nombre, descendiente de una compañía germana.

Los seis consiguieron ser absueltos en el primer proceso. Años después, un tribunal de alza anulo el fallo, pues parte de los bonos empleados en la transacción original pudo haber sido falsa. A diferencia de los cinco ejecutivos, despedidos de Mannesmann, la junta supervisora del DB declaró no tener dudas de que Ackermann pudiese continuar en el cargo y lo apoyó, en lo que muchos expertos –y el sindicato bancario alemán- calificaron de “actitud corporativa”. Ese cuerpo estaba dominado por allegados al suizo.

Cabe recordar que, durante el primer juicio, arreciaban en el país debates sobre el riesgo de que Alemania estuviera inclinándose al modelo capitalista anglosajón, que sobrerrecompensa a directivos y ejecutivos. Ackermann llegó a hablar de “envidia destructiva”. Pero, a medica que se acerca el segundo proceso, el CEP ha suavizado su lenguaje.

El contraste entre el “nuevo viejo estilo” del DB y el ensayo globalizador surge cuando se recuerda el caso Postbank, la filial financiera de Deutsche Post (el antiguo y renombrado correo germano). En 2004, el entonces canciller Gerhard Schröder no logró que Ackemann hiciera una oferta por esa compañía. Era una venganza porque, seis meses antes, el gobierno federal había bloqueado una intentona de vender DB a Citicorp. En 2005, los negocios alemanes de DB representaban 32% del total, contra 70% diez años antes.

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