Vuelven en Estados Unidos fantasmas de los años 70

La receta no es nueva, aunque sí lo sean algunos ingredientes. Incluye una combinación de estancamiento e inflación más un peligro: desembocar en recesión lisa y llana.

28 febrero, 2008

Los precios mayoristas avanzaron 1% en enero (máximo en cinco años), según el departamento federal de trabajo, mientras los minoristas crecían 0,4% y acumulaban 4,3% en doce meses. Una extravagancia de la Reserva Federal, los precios subyacentes (excluyen alimentos, energía y combustible, tres claves del gasto familiar), subieron 0,3% y 2,5% respectivamente.

Entretanto, el banco central redujo de 1,8/2,5% a 1,3/2% anual las proyecciones para el producto bruto interno en 2008. Arguyendo la crisis hipotecaria, la escasez de crédito, el desempleo y la reticencia del público a gastar, la RF despliega un trasfondo de estancamiento en la segunda economía del mundo.

Era casi fatal que reapareciese el término “estanflación”, inventado por los ingleses en 1965 e importado a EE.UU. en 1970. Entre ese año y 1981, la inflación alcanzó 15% anual en algunos trimestres, hubo tres episodios de recesión o estancamiento y el desempleo llegó hasta 9%. Para afrontar la tormenta, Richard Nixon y Gerald Ford impusieron controles de precios y salarios, que James Carter extendió al crédito. Pero Paul Volcker, desde la RF, elevó las tasas a tal punto que, en 1981/2, desencadenó una severa recesión.

De paso, la astringencia de Volcker desató una dura crisis de deuda externa en Latinoamérica. Eso hizo que, a fines de 1982, Henry Kissinger sostuviera en “Newsweek”, por entonces un semanario más influyente que “Times, “las crisis como ésta son demasiado graves para dejárselas a los banqueros”.

Una generación después, el marco es otro, aunque tan problemático como aquél. El desempleo norteamericano es alto pero apenas roza 5%, mientras el alza de materia primas sí se parece. A picos de US$ 102 el barril de crudos tejanos, su nivel a dólares constantes se acerca al récord de 1981 (US$ 105/113). El oro pasa de US$ 960 la onza, pero sigue lejos de los 1.800 que debiera costar en moneda constante para igualar los US$ 850 de hace 28 años. Pero hay un contraste geopolítico que los monetaristas ortodoxos insisten en ignorar: Estados Unidos ya no es el centro del mundo.

Los precios mayoristas avanzaron 1% en enero (máximo en cinco años), según el departamento federal de trabajo, mientras los minoristas crecían 0,4% y acumulaban 4,3% en doce meses. Una extravagancia de la Reserva Federal, los precios subyacentes (excluyen alimentos, energía y combustible, tres claves del gasto familiar), subieron 0,3% y 2,5% respectivamente.

Entretanto, el banco central redujo de 1,8/2,5% a 1,3/2% anual las proyecciones para el producto bruto interno en 2008. Arguyendo la crisis hipotecaria, la escasez de crédito, el desempleo y la reticencia del público a gastar, la RF despliega un trasfondo de estancamiento en la segunda economía del mundo.

Era casi fatal que reapareciese el término “estanflación”, inventado por los ingleses en 1965 e importado a EE.UU. en 1970. Entre ese año y 1981, la inflación alcanzó 15% anual en algunos trimestres, hubo tres episodios de recesión o estancamiento y el desempleo llegó hasta 9%. Para afrontar la tormenta, Richard Nixon y Gerald Ford impusieron controles de precios y salarios, que James Carter extendió al crédito. Pero Paul Volcker, desde la RF, elevó las tasas a tal punto que, en 1981/2, desencadenó una severa recesión.

De paso, la astringencia de Volcker desató una dura crisis de deuda externa en Latinoamérica. Eso hizo que, a fines de 1982, Henry Kissinger sostuviera en “Newsweek”, por entonces un semanario más influyente que “Times, “las crisis como ésta son demasiado graves para dejárselas a los banqueros”.

Una generación después, el marco es otro, aunque tan problemático como aquél. El desempleo norteamericano es alto pero apenas roza 5%, mientras el alza de materia primas sí se parece. A picos de US$ 102 el barril de crudos tejanos, su nivel a dólares constantes se acerca al récord de 1981 (US$ 105/113). El oro pasa de US$ 960 la onza, pero sigue lejos de los 1.800 que debiera costar en moneda constante para igualar los US$ 850 de hace 28 años. Pero hay un contraste geopolítico que los monetaristas ortodoxos insisten en ignorar: Estados Unidos ya no es el centro del mundo.

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