La decisión norteamericana de etiquetar a China como “competidor estratégico” confirma lo que ya no se puede ocultar: los dos países más poderosos del mundo están trenzados en una ferviente rivalidad.
Algunos interpretan que la contienda confirma las profecías de la “trampa” que fueran identificadas por Tucídides, el historiador griego que explicó que el crecimiento de Atenas inspiró tal temor a Esparta que hizo inevitable la guerra. Los últimos cinco siglos han visto 16 casos donde una potencia en surgimiento amenazó con desplazar a la ya instalada y en 12 de esos casos el resultado fue la guerra, dice Graham Allison, profesor en Harvard.
Pero un análisis más profundo del crecimiento del poder de China revela estrategias que suelen ser más oblicuas que confrontativas. Algunas parecen fieles al astuto estilo de las “36 estratagemas chinas “, una lista de tácticas políticas, diplomáticas y militares que se remontan a los días en que Tucídides escribía las crónicas de la guerra del Peloponeso en el siglo V A.C.
Algunas de las estratagemas recomiendan no desafiar directamente a un competidor más fuerte sino tratar de debilitarlo mediante “estrategias de aproximación”, la más conocida de las cuales es “reemplazar los ejes de sus ruedas con madera podrida”. Eso implica destruir la estructura del adversario cambiando las reglas que está acostumbrado a seguir. El objetivo era lograr la victoria mientras evitaban una guerra aparentemente inevitable.
Hoy, también, China parece interesada en avanzar paralelamente a Estados Unidos y crear estructuras de poder que se presenten como alternativas para quienes sostienen el orden global liderado por Occidente. “En este momento yo describiría el modus vivendi que ha encontrado el mundo como un juego paralelo”, dice Lawrence Summers, el ex Secretario del Tesoro en un discurso en noviembre del año pasado. “Occidente hace lo suyo; China hace lo suyo”.
“Los países que obtienen dinero de China hacen las cosas a la manera china. Los países que obtienen dinero de Estados Unidos, hacen las cosas al estilo nuestro”. Su preocupación no es la guerra, sino cuánto tiempo los ejes de la rueda van a aguantar la estructura de gobierno global bajo la Pax Americana.
Mientras “todos son amables con todos los demás y todas las partes puedan seguir avanzando juntas, Summers asegura que el desafío sigue en pie: ¿cuál es el sistema de gobierno global en el cual Estados Unidos y Occidente y China participen?
Juego paralelo
Mientras tanto cada vez hay más pruebas de que está creciendo el juego paralelo de China. La Iniciativa Belt and Road (BRI), a través de la cual se propone aumentar el comercio con casi 70 países entre Asia y Europa, pone a Beijing en el asiento del conductor de un nuevo tipo de multilateralismo.
El BRI, manejado por el grupo de líderes del partido comunista, se aleja del manual de Estados Unidos en que no busca negociar un tratado de libre comercio con países miembros sino que promete una serie de proyectos de infraestructura financiados y construidos por Beijing.
La BRI, manejada por el comité central del partido comunista, se aparta del juego estadounidense porque no busca negociar un tratado de libre comercio con los países miembro sino que promete una serie de proyectos de infraestructura financiados y construidos por Beijing. Es algo así como una estructura paralela a la Organización Mundial del Comercio, en la que China – a pesar de sus objeciones más fuertes – no es considerada una “economía de mercado” y coloca a Beijing en desventaja cuando pelea los casos de dumping presentados en su contra.
Contrariando los viejos argumentos de que China colapsaría bajo el peso de sus contradicciones internas o se ahogaría a causa de las inmensas deudas domésticas, el sistema autoritario de Beijing hasta ahora está demostrando ser capaz de alimentar industrias de clase mundial en e-commerce, big data, aspectos de automatización y algunas otras áreas. Si logra mantener su tasa de crecimiento, eclipsará a Estados Unidos como la economía más grande del mundo en el futuro previsible. Un estado con partido único presidiendo una economía de no mercado que todavía está “emergiendo” podría entonces blandir el látigo en el comercio global. EL tema clave entonces no sería cómo puede el mundo evitar la trampa de Tucídides sino cómo puede Occidente reparar las maderas podridas sobre las cuales podrían descansan sus agrietadas estructuras de gobierno.