En http://sumabobo.blogspot.com.ar, se publicó el domingo una imperdible semblanza de la explotación del yacimiento Vaca Muerta. Penetra en su intimidad y lo contextualiza hasta desmitificarlo.
He aquí la transcripción textual:
Patagonia es una tierra fértil para hacer crecer las quimeras. Los hombres más diversos han intentado levantar aquí, en la geografía olvidada de dios, las bases de su imperio.
La mayoría han muerto impiadosamente en su esfuerzo. Dejados por barcos piratas en islas sin tiempo. Heridos por flechas o por tormentas o rayos inclementes.
Muy pocos triunfaron. De ellos fue la autoría de la historia. A veces desconocemos sus nombres pero sabemos sus apellidos. Braun, Menéndez, Benetton.
El petróleo, como el oro, como el cuero de los lobos marinos, como la centolla del extremo más austral, como las algas que van a parar a la industria cosmética y es sacada de los canales magallánicos, viene prometiendo dádivas, fama y fortuna desde hace un siglo y medio.
Pero cuando las luces del teatro ya se apagaban, cuando el gobierno central de la Argentina, ubicado en la desquiciada Buenos Aires y conducido por Néstor Kirchner, había devuelto en 2007, por ley, a las provincias patagónicas la supremacía sobre una tierra maldita y abandonada, que no había dado suficiente oro negro como suponían los más optimistas del negocio, un estudio en 2011cambió las perspectivas de todo.
Una investigación realizada por el Departamento de Energía de los Estados Unidos reveló que en un yacimiento no convencional de nombre tétrico, Vaca Muerta, en el desierto de Neuquén, se encontraba una de las cinco mayores reservas de gas y petróleo del planeta.
El resto, como suele decirse en estos casos, es historia. Con un barril a 100 dólares se firmó un acuerdo internacional entre la renacionalizada YPF y la internacional Chevron y las bocas políticas se llenaron de palabras suntuosas.
La tierra del demonio ahora había reencarnado en el paraíso del futuro. Las tribus mapuches, siempre golpeadas por la modernidad y que no han olvidado la sangrienta Campaña del Desierto en su contra, esta vez lucharon a brazo partido, aunque mediante acciones legales, para que se les reconociera su presencia en una zona que se transformaría en lugar de paso de millones de equipos y camiones.
Y “el permiso de paso” cotiza bien y se paga en efectivo. Vaca muerta cambió el imaginario argentino en un cerrar y abrir de ojos.
Un país que produce por día alrededor de 700 mil barriles de crudo pero que, para hacer funcionar su economía, requiere de más de 2 millones.
Un país de billetera escuálida que en los últimos 10 años gastó en importación de energía (sobre todo gas) alrededor de 15.000 millones de dólares.
Un país que en dos momentos de su historia fue capaz de autoabastecerse para luego ver como se deshacía frente a sus ojos, una vez más, la posibilidad de cambiar su destino sudamericano.
Un país que produce el 10 % de los granos del mundo y tiene 11 millones de personas que padecen hambre o carencias.
Pero el barril cayó como por un precipicio por múltiples factores (uno de ellos es el propio desarrollo poblacional e industria de Arabia Saudita que requiere un mínimo de 8 millones de barriles por día para mantener su industria, según reveló hace unos días “The New York Times”) y el negocio en el yacimiento no convencional, por estas horas, se comenzó a inundar pero de dudas.
Perforar la roca dentro de la cual duerme el petróleo no convencional no es una tarea sencilla.
Hubo un tiempo en que hacer un pozo “shale” (roca) podía costar 40 millones de dólares. Y si alguna vez se realizó a estos costos, fue únicamente para probar que se podía hacer.
Hoy un pozo de estas características cuesta en el país alrededor de 10 millones de dólares. Se especula con que en 2016 se podrá hacer por 7 millones de dólares.
Para que Vaca Muerta comience a dar verdaderas señales productivas, YPF, asociada a Chevron, deberá perforar por lo menos 2000 pozos en esta primera etapa de tres años de trabajos que van del 2013 al 2016.
El costo global es de unos 20.000 millones dólares en cuatro años. Para alcanzar el autoabasteciento, fuentes industriales aseguran que habría que cavar el doble. Otros 20.000 millones de dólares.
“Necesitamos un plató, una base, es indispensable llegar a esos 2000, con eso daremos un paso importante”, me explica un gerente de la petrolera nacional.
Pero las proyecciones se hicieron con un barril a 100 dólares y no a 58 dólares. La Argentina mantiene un precio interno por decreto de 77 dólares para quienes producen en el país. Pero aun así, aun así….
Se rumoréa que el CEO de YPF, Miguel Galuccio, le ha pedido a su gente que trabaje a todo vapor sin mirar la pantalla del computador que cada día resta esperanzas al proyecto a medida que cae el valor del crudo.
Galluccio ha sido claro: a su equipo le ordenó celeridad y compromiso. La meta es la meta. Todavía faltan unos 500 pozos para llegar a la plataforma que podría aproximar al país al autoabastecimiento.
Por encima de las complejas ecuaciones económicas que padece la Argentina, la fórmula es sencilla y un poco terrorífica.
El país tiene unos 30.000 millones de dólares de reservas en el Banco Central. Su gasto anual en energía oscila entre los 5000 y los 7000 millones de dólares. Esto no puede continuar, rugen los políticos oficialistas.
De ahí la premura del gobierno de Cristina Fernández por disminuir las importaciones de gas y crudo.
La Argentina inició en 2008 un peligroso sistema de dependencia estatal con el gas importado a Africa y Bolivia.
La paradoja reina en una nación de abundantes recursos naturales. Cuanto más produce su industria, más energía necesita.
Cuanto mejor se encuentra la clase media -una de las mayores en Latinoamérica junto con la de Brasil- más petróleo y gas requieren sus terminales porque los profesionales deben alimentar a su vez sus equipos de aire acondicionado, sus televisores, sus modernas heladeras, sus equipos de computación, sus teléfonos.
El país depende en un 82% del petróleo. El restante está dividido entre energías hidroeléctricas, carbón y energía nuclear y alternativas.
En un sentido algo morboso pero nada desquiciado, la Argentina padecería cualquier incipiente crecimiento industrial, si lo tuviera.
El país ha visto caer en los últimos años a más de 1000 empresas de distinto porte. En este contexto el petróleo, como industria aglutinante y además estatal, surge entre las llamas como una espada de inmenso poder.
El petróleo como generador de fuentes de empleos, como multiplicador de dólares y como elemento de seducción para el capital extranjero que aun duda de la eficacia nacional.
Entre Río Negro y Neuquén hay 28000 puestos de trabajo directos correspndientes al petróleo que tienen un masa salarial de 800 millones de pesos por mes.
Los operarios del sector, gracias al avance de los gremios, han llegado a tocar los 100 mil pesos mensuales con la ayuda de las horas extras.
La retracción de la industria impulsó a la empresas a reestructurarsus planteles de trabajadores y a renegociar los beneficios del sector.
El propio Guillermo Pereyra, senador y líder de los petroleros, les recordó que algunos de esos instrumentos que engrosan el salario mensual están sobredimensionados. “Ganan dinero por comer, por dormir”, se quejó el gremialista en referencia a las horas “taxis” en las que el trabajador no hace nada, salvo ser trasladado.
El triunfo siempre ha sido una obsesión nacional. El fútbol es un emergente del deseo popular por resaltar del resto de Latinoamérica, por demostrar que aquel pasado dorado que se le adjudicó a los argentinos a principios del siglo XX aun puede recuperarse.
Vaca Muerta es un grito de revancha.
Sirvió como un pretexto para alimentar este ego que difícilmente pueda soportar una nueva decepción.
Nadie habla de los costos ambientales que pagará este suelo por una explotación que de concretarse será colosal.
Argentina necesita de tal modo la energía y el reconocimiento como país petrolero que todavía no se la ha dado forma a una política de protección ecológica vinculada a los hidrocarburos no convencionales.
Hoy el petróleo es “la” matriz productiva del país aunque, en los papeles, es una pieza en desarrollo del panorama nacional. Y empieza plantarse sobre los hombros de otras matrices como, por ejemplo, la fluticultura.
Mientras en Vaca Muerta se planifican entre 5000 y 10000 millones de dólares de inversión durante el 2016, los productores de pera y manzana en Río Negro y Neuquén, no han podido conseguir un subsidio por 110 millones de pesos para la poda en lo que va del 2015 de parte del gobierno de Cristina Fernández. 70.000 personas viven de las chacras. Su negocio global ronda los 1000 millones de dólares.
Mientras tanto YPF factura por años unos 13.000 millones de dólares.
“¿Ya no habrá dinero para los productores?”, le pregunté a un senador nacional en una noche, en el café de un hotel del Alto Valle de Río Negro.
“La idea es que los productores que queden sean los que de verdad mantienen un negocio, que se gestionan y tienen un sentido empresarial”, me explicó el senador.
Quedó todo dicho porque, en el fondo, hablaba por la misma presidencia.