“En la actual coyuntura regional y global, planear metas presupuestarias comunes a siete años, partiendo de 2007 (o sea, a nueve desde hoy), no tiene visos de sensatez. Nadie está seguro –comentaban dos periódicos londinenses y uno suizo- de cómo llegarán a 2013 la UE, la Eurozona o el pacto de estabilidad fiscal. Tampoco está claro el perfil de la comunidad en un par de años. Sólo los tenaces burócratas de Bruselas o Francfort se aferran a ese tipo de futurología.”
En lo tocante al presupuesto septenal, los jefes de gobierno no arribaron a acuerdo concreto alguno, como lo trasunta la quiebra entre Jacques Chirac y Gerhard Schröder, cuyas carreras políticas tal vez ni alcancen a 2007. No se les ven posibilidades, tampoco, al “cheque británico” ni a la propuesta francesa sobre subsidios agrícolas.
Ese “cheque” es en realidad un descuento que goza Gran Bretaña en sus aportes a la Unión Europea desde 1984 (no tan alto como el que beneficia a la “ortodoxa” España desde 1994, aunque nadie lo mencione). Londres se resiste a renegociarlo, salvo que se poden los subsidios agrícolas generales.
En este caso, quien saca la mayor tajada es París. Merced a un sistema impuesto por Charles de Gaulle hace 40 años, creado por Edgar Faure para retener los entonces decisivos votos rurales, persiste un sistema tan costoso y anacrónico como innecesario. Por lo mismo, la tozudez gala plantea un riesgo para la UE no muy distinto al creado por los fracasos de plebiscitos en Francia y Holanda. Este país, Suecia y Alemania admitieron que ya no esperaban acuerto sobre el “presupuesto imaginario”.
En relación con el doble NO, está apareciendo en Inglaterra un movimiento contra Tony Blair. No tanto en apoyo del SÍ, cuanto contra la decisión de suspender sine die el referendo británico. A su vez, políticos y parte de la opinión pública en España exigen plebiscito propio, en tanto una similar correlación de fuerzas en Italia presiona por reponer la lira como “moneda paralela” –no necesariamente física- al impopular euro.
El congelamiento constitucional se vincula, además, con la expansión de la UE. Tanto la dispuesta prematuramente en 2004 (de 15 a 25 miembros, algunos socioeconómicos atrasados y uno, Chipre, ni siquiera entero) cuanto la contemplada a mediano plazo. Primero, porque los aspirantes –Rumania, Bulgaria- son países todavía en desarrollo. Segundo, porque Turquía despierta resistencias y, tras lo que ve como triunfo sobre el progreso científico en Italia, el Vaticano acentúa presiones contra el ingreso de 70 millones de musulmanes.
Al final del encuentro, varios gobiernos se sumaban al pedido de suspender referendos, barajar y dar de nuevo. Varios analistas están bastante seguros de que los futuros ingresos no se negociarán realmente hasta 2007. En el caso turco, el proceso pasaría a 2010 y la incorporación a 2015.
“En la actual coyuntura regional y global, planear metas presupuestarias comunes a siete años, partiendo de 2007 (o sea, a nueve desde hoy), no tiene visos de sensatez. Nadie está seguro –comentaban dos periódicos londinenses y uno suizo- de cómo llegarán a 2013 la UE, la Eurozona o el pacto de estabilidad fiscal. Tampoco está claro el perfil de la comunidad en un par de años. Sólo los tenaces burócratas de Bruselas o Francfort se aferran a ese tipo de futurología.”
En lo tocante al presupuesto septenal, los jefes de gobierno no arribaron a acuerdo concreto alguno, como lo trasunta la quiebra entre Jacques Chirac y Gerhard Schröder, cuyas carreras políticas tal vez ni alcancen a 2007. No se les ven posibilidades, tampoco, al “cheque británico” ni a la propuesta francesa sobre subsidios agrícolas.
Ese “cheque” es en realidad un descuento que goza Gran Bretaña en sus aportes a la Unión Europea desde 1984 (no tan alto como el que beneficia a la “ortodoxa” España desde 1994, aunque nadie lo mencione). Londres se resiste a renegociarlo, salvo que se poden los subsidios agrícolas generales.
En este caso, quien saca la mayor tajada es París. Merced a un sistema impuesto por Charles de Gaulle hace 40 años, creado por Edgar Faure para retener los entonces decisivos votos rurales, persiste un sistema tan costoso y anacrónico como innecesario. Por lo mismo, la tozudez gala plantea un riesgo para la UE no muy distinto al creado por los fracasos de plebiscitos en Francia y Holanda. Este país, Suecia y Alemania admitieron que ya no esperaban acuerto sobre el “presupuesto imaginario”.
En relación con el doble NO, está apareciendo en Inglaterra un movimiento contra Tony Blair. No tanto en apoyo del SÍ, cuanto contra la decisión de suspender sine die el referendo británico. A su vez, políticos y parte de la opinión pública en España exigen plebiscito propio, en tanto una similar correlación de fuerzas en Italia presiona por reponer la lira como “moneda paralela” –no necesariamente física- al impopular euro.
El congelamiento constitucional se vincula, además, con la expansión de la UE. Tanto la dispuesta prematuramente en 2004 (de 15 a 25 miembros, algunos socioeconómicos atrasados y uno, Chipre, ni siquiera entero) cuanto la contemplada a mediano plazo. Primero, porque los aspirantes –Rumania, Bulgaria- son países todavía en desarrollo. Segundo, porque Turquía despierta resistencias y, tras lo que ve como triunfo sobre el progreso científico en Italia, el Vaticano acentúa presiones contra el ingreso de 70 millones de musulmanes.
Al final del encuentro, varios gobiernos se sumaban al pedido de suspender referendos, barajar y dar de nuevo. Varios analistas están bastante seguros de que los futuros ingresos no se negociarán realmente hasta 2007. En el caso turco, el proceso pasaría a 2010 y la incorporación a 2015.