<p>La posición final de Hosni Mubarak de no presentarse a la reelección en septiembre, pero de terminar su mandato que lo mantendrá al frente del gobierno por largos ocho meses, produjo la frustración popular que ya creía renunciado al mandatario. <br />
<br />
Lo más significativo fue el cambio en el ejército. Con el mismo método –mensaje televisado sin comentarios- con que anunció hace tres días que no reprimiría a los manifestantes, anoche insistió en que los manifestantes deben retornar a la normalidad, lo que implica abandonar las protestas. Si no lo hacen, se ignora cuál será la actitud de los uniformados, pero se sospecha lo peor.<br />
<br />
Tampoco tuvo demasiada importancia interna la reacción fulminante de Barack Obama. Apenas terminó el discurso de Mubarak lo llamó por teléfono para urgirle a que la transición comience ya mismo. <br />
Algunos creen advertir un plan maestro en el desarrollo de los acontecimientos de los últimos días, cuya autoría ideológica atribuyen a Omar Suleiman, el vicepresidente ungido por Mubarak.<br />
<br />
El plan habría consistido en dejar que se desfogaran los manifestantes, custodiados por un ejército amigable que anunciaba que no estaba dispuesto a reprimir. Hasta culminar ayer con la “marcha del millón”, la mayor manifestación en los últimos 30 años.<br />
<br />
Luego vino el balde de agua fría. Mubarak se irá, sí, pero no ahora. Recién en noviembre cuando deba entregar el poder al nuevo presidente que surja de las elecciones del próximo septiembre. Un proceso electoral en el que no intervendrá, pero que seguramente intentará controlar. Y posiblemente con el apoyo activo de los militares.<br />
<br />
El otro ingrediente nuevo es la aparición de pequeños pero decididos grupos de apoyo a Mubarak que buscan confrontar con los manifestantes. Si la violencia se desata, los uniformados –les guste o no- tendrán que intervenir y reprimir con firmeza. Un escenario que puede conducir al caos y que justifica el pedido de Obama: la transición pacífica debe comenzar ya.<br />
<br />
La responsabilidad de restaurar la normalidad ha sido puesta por los militares sobre los hombros de los manifestantes y de sus líderes en especial. Como un veterano político dijo, “nos dejaron expresar nuestros sentimientos y ahora quieren que volvamos a la vida de antes, con el mismo gobierno que repudiamos”.<br />
<br />
El presunto distanciamiento entre el palacio presidencial y los altos mandos militares, parece haberse reducido significativamente, si es que alguna vez existió.</p>
<p><br />
</p>
Una diferente y peligrosa etapa se inicia en Egipto
Lo que comienza ahora es tal vez la etapa con mayor incertidumbre de los últimos diez días. La alegría y la euforia de la multitud que ayer estuvo en las calles de El Cairo y de las principales ciudades egipcias, se ha desvanecido. Pero lo más relevante es el cambio de actitud en el ejército.