A horas de que la comisión de relaciones exteriores (diputados) aprobase la condena a las masacres de armenios en el entonces imperio Otomano (1915), Turquía llamó al embajador en Estados Unidos. Al mismo tiempo, seguía preparando un bombardeo a disidentes kurdos en el noreste iraquí.
Los desesperados intentos de George W.Bush y el vicepresidente Richard Cheney para bloquear la moción fueron esta vez en vano y, ahora, la cuestión pasa al plenario de la cámara baja. Entretanto, 140 intelectuales y académicos musulmanes acudían al papa Ratzinger para apoyar un llamamiento biconfesional “por la sobrevivencia del mundo”. Afirmando representar 99% de islámicos –una religión sin autoridad central-, sostienen “la urgencia de un entendimiento firme”.
Turquía se ha convertido en piedra de escándalo. Por una parte, sigue empecinada en negar el exterminio de armenios durante la primera guerra mundial. No obstante, su gobierno de orientación religiosa trata de revertir reformas laicas de Kemal Atatürk, en cuyo nombre se niegan las masacres de armenios y kurdos en 1915/22. Por otro lado, también pretende hostigar a la autonomía kurda en el noreste de Irak.
Ahora, mientras la Unión Europea y Rusia buscan fórmulas de negociación, la declinación política de Bush le impide presionar seriamente a Turquía. Tampoco puede hacerlo la UE, luego de que el presidente francés Nicolas Sarkoky se opusiera redondamente al ingreso otomano en la entidad.
Sin duda, EE.UU. está en la peor situación posible. Turquía forma parte de un grupo de “intereses especiales”, que incluye Israel, Saudiarabia y Pakistán, regímenes que suelen cometer excesos contra diversos grupos étnicos o políticos. Washington mira para otro lado y no hace preguntas incómodas. Así ocurre con el activo tráfico israelí de armas ,el papel del clan bin Laden en el ajedrez saudita o los abusos de Pervez Musharraf en Pakistán.
Sin la menor duda, Turquía puede desencadenar un desastre en Levante. Si ataca Irak, trabará los planes de repliegue en Bagdad e involucrará a Irán, que tiene su propia minoría kurda sunnita. Por otra parte, el Pentágono envía a Irak vía Turquía 70% de suministros aéreos, 90% de blindados antiminas y 30% de combustibles refinados. Todo esto tiene una lectura nada grata a los armenios: como ya les sucedía cuando romanos y persas se disputaban su país, son víctimas o espectadores de la historia, no sus protagonistas. Igual les sucede a los kurdos: gobernantes de esa etnia –los mamelucos- detuvieron a los mongoles en el siglo XIII y controlaron Egipto hasta 1517. Pero nunca lograron la independencia en su país natal.
A horas de que la comisión de relaciones exteriores (diputados) aprobase la condena a las masacres de armenios en el entonces imperio Otomano (1915), Turquía llamó al embajador en Estados Unidos. Al mismo tiempo, seguía preparando un bombardeo a disidentes kurdos en el noreste iraquí.
Los desesperados intentos de George W.Bush y el vicepresidente Richard Cheney para bloquear la moción fueron esta vez en vano y, ahora, la cuestión pasa al plenario de la cámara baja. Entretanto, 140 intelectuales y académicos musulmanes acudían al papa Ratzinger para apoyar un llamamiento biconfesional “por la sobrevivencia del mundo”. Afirmando representar 99% de islámicos –una religión sin autoridad central-, sostienen “la urgencia de un entendimiento firme”.
Turquía se ha convertido en piedra de escándalo. Por una parte, sigue empecinada en negar el exterminio de armenios durante la primera guerra mundial. No obstante, su gobierno de orientación religiosa trata de revertir reformas laicas de Kemal Atatürk, en cuyo nombre se niegan las masacres de armenios y kurdos en 1915/22. Por otro lado, también pretende hostigar a la autonomía kurda en el noreste de Irak.
Ahora, mientras la Unión Europea y Rusia buscan fórmulas de negociación, la declinación política de Bush le impide presionar seriamente a Turquía. Tampoco puede hacerlo la UE, luego de que el presidente francés Nicolas Sarkoky se opusiera redondamente al ingreso otomano en la entidad.
Sin duda, EE.UU. está en la peor situación posible. Turquía forma parte de un grupo de “intereses especiales”, que incluye Israel, Saudiarabia y Pakistán, regímenes que suelen cometer excesos contra diversos grupos étnicos o políticos. Washington mira para otro lado y no hace preguntas incómodas. Así ocurre con el activo tráfico israelí de armas ,el papel del clan bin Laden en el ajedrez saudita o los abusos de Pervez Musharraf en Pakistán.
Sin la menor duda, Turquía puede desencadenar un desastre en Levante. Si ataca Irak, trabará los planes de repliegue en Bagdad e involucrará a Irán, que tiene su propia minoría kurda sunnita. Por otra parte, el Pentágono envía a Irak vía Turquía 70% de suministros aéreos, 90% de blindados antiminas y 30% de combustibles refinados. Todo esto tiene una lectura nada grata a los armenios: como ya les sucedía cuando romanos y persas se disputaban su país, son víctimas o espectadores de la historia, no sus protagonistas. Igual les sucede a los kurdos: gobernantes de esa etnia –los mamelucos- detuvieron a los mongoles en el siglo XIII y controlaron Egipto hasta 1517. Pero nunca lograron la independencia en su país natal.