Sophie Bushwick publicó ayer en “Popular Science” una nota donde recurre a un experimento de pensamiento clásico para explicar el triunfo del excéntrico empresario, el dilema del tranvía.
Bushwick comienza diciendo que Hillary Clinton perdió porque mucha gente decidió no ir a votar. El número de votantes registrados en 2016 era de 200 millones de personas, la mayoría nuevos votantes registrados en el partido demócrata. Y sin embargo Donald Trump obtuvo 59,3 millones de votos y Clinton 59,5 millones (Trump obtuvo mayor número de electores). Eso deja más o menos unos 80 millones de personas en condiciones de votar que decidieron quedarse en su casa. Y esa ausencia de muchas personas en las urnas le dio el triunfo a Trump.
Si se considera lo que estaba en juego en esta elección, en la que muchos norteamericanos tenían una pobre impresión del empresario, a quien incluso consideraban no apto para ejercer la presidencia, muchos analistas suponían que el ciudadano común desearía derrotarlo. Y la única forma de lograrlo era votando por Clinton. En cambio decidieron no hacerlo y quedarse en su casa o votar por un tercero. ¿Por qué? Bushwick busca una explicación psicológica a la conducta del votante recurriendo al dilema del tranvía, un clásico experimento mental en ética.
Y es éste. Hay un tranvía avanzando sin control, y directamente enfrente de él hay cinco personas atadas a la vía, que morirán sin remedio si el tranvía las aplasta. Hay un interruptor que permitiría que el tranvía fuera desviado a una vía alterna, pero en esa vía hay una persona también atada. El problema es: ¿usas el interruptor o no?
En este escenario, la mayoría de la gente responde que sí, que usaría el interruptor para cambiar una vida por cinco. Esta posición es llamada “utilitaria”.
La variación más interesante de este problema es llamada “Variación del Hombre Gordo”, que introduce un escenario más complejo:
La situación es parecida, con el tranvía sin control y las cinco personas atadas a la vía. Pero esta vez, te encuentras en un puente sobre las vías, y estás junto a un hombre gordo. Sabes que si lanzas al hombre a las vías, su cuerpo puede detener el tranvía y salvar a los cinco. Desde luego, muere en el proceso. ¿Lo arrojas?
Ante esta circunstancia, la gente ya no está dispuesta a arrojar al hombre para salvar a los cinco, y el utilitarismo se cambia por lo que se llama “posición deontológica”, que es basarse en valores para tomar la decisión, en lugar del sólo pensamiento racional y frío.
Algunas variaciones incluyen un detalle crucial: ¿quién está en las vías? Esto por supuesto cambia radicalmente la respuesta, si sucede que la persona sola es conocida, y las cinco son extraños.
Esto nos trae de vuelta a la elección, de corte “increíblemente emocional” de hace dos días. Muchos de los que votaron por un tercero explicaron su decisión como una opción moral”no quieren que gane un candidato pero no podían decidirse a votar por el otro. Esa posición es lo que tiene en común la votación con el problema del tranvía: los votantes sabían que un posible triunfo de Trump haría daño a las mujeres, a las minorías, a los inmigrantes, a los musulmanes. Sin embargo, para “salvar ” a esos grupos marginalizados , habrían tenido que tomar una decisión, transgrediendo sus eticas personales y votando a un candidato que no era de su agrado o que les inspiraba desconfianza.
Que millones de norteamericanos decidieran proteger su autoimagen ética y no hacer nada (no ir a votar) sugiere que las emociones fueron más fuertes que la lógica. Para esos votantes (casi 80 millones) votar era una decisión personal ética más que un medio para conseguir un fin.