Tras 169 años ¿otro príncipe regente en Gran Bretaña?

A los 57 Carlos, príncipe de Gales, accede una regencia en parte similar a las de 1811/20 y 1830/7. No por las mismas causas o con los plenos poderes concedidos al primer regente, futuro Jorge IV , ni al segundo, Guillermo IV.

17 enero, 2006

Sin que varios medios rioplatenses lo notasen, el palacio de Buckingham reveló el martes que el heredero del vapuleado trono británico (inglés, en realidad) cumplirá en adelante algunas funciones propias de la reina. “Tendrá acceso a documentos de estados y se reunirá con los ministros en forma más frecuente”, explica el comunicado.

Un día antes, el “Times” –naturalmente- había anticipado la novedad dinástica. “Recibirá dignitarios extranjeros y embajadores”, añade el texto difundido a la prensa. No será, claro, una regencia con los alcances de la ejercida por el hijo de Jorge III. Tampoco radicará en una supuesta demencia del rey, en su momento pretexto político para jubilar a Jorge III.

La decisión responde a sugerencias de un grupo de expertos y asesores allegados a la familia real. Este proceso, por cierto, arranca en el casamiento de Carlos y Camila Parker-Bowles. Su objeto es transparente: acabar con los rumores sobre renuncia a heredar el trono, o sea al principado galés.

Isabel II no es, claro, Jorge III ni su hermano, Guillermo IV, que actuó de regente hasta la mayoría de edad de su sobrina, Victoria. Por ende, seguirá trabajando de reina y tomando el té una vez por semana con el primer ministro (por ahora, Tony Blair). No se sabe bien si continuará abriendo cada año las sesiones del parlamento; probablemente, lo haga junto al futuro Carlos III (si el príncipe no elige otro nombre oficial).

Con 80 años encima (los cumple el 21 de abril), la soberana parece menos dispuesta a mandar hasta el fin, como hizo Victoria. Quizá no le desee al heredero llegar al trono hecho un vejete francachelero, como Eduardo VII. Gente allegada a palacio estima que Felipe, duque de Edimburgo, ejerció influencia decisiva en esta salida más o menos elegante.

Todavía hoy, se debaten los motivos verdaderos para que, en 1811, el brtillante pero erráticol Jorge III –primer rey de su dinastía que hablaba y escribía de corrido en ingés, no ya en bajo alemán- fue apartado y su hijo convertido en regente pleno. Más transparente fue la segunda regencia: Victoria era menor de edad, por lo cual Guillermo ciñó la corona como regente . Cabe recordar que el “estilo regencia” alude a la primera, aunque separe el estilo georgiano del victoriano (aunque no en literatura ni música). En verdad, es producto del arquitecto John Nash, que mezcló georgiano con rasgos neoclásicos. A él se deben el parque y la calle Regency (Londres). Curiosamente, el primer acto geopolítico de Victoria fue renunciar a la corona de Hannover -noroeste de Alemania-, origen de la casa homónima (mucho después, Windor), que Prusia deglutió en 1866.

Sin que varios medios rioplatenses lo notasen, el palacio de Buckingham reveló el martes que el heredero del vapuleado trono británico (inglés, en realidad) cumplirá en adelante algunas funciones propias de la reina. “Tendrá acceso a documentos de estados y se reunirá con los ministros en forma más frecuente”, explica el comunicado.

Un día antes, el “Times” –naturalmente- había anticipado la novedad dinástica. “Recibirá dignitarios extranjeros y embajadores”, añade el texto difundido a la prensa. No será, claro, una regencia con los alcances de la ejercida por el hijo de Jorge III. Tampoco radicará en una supuesta demencia del rey, en su momento pretexto político para jubilar a Jorge III.

La decisión responde a sugerencias de un grupo de expertos y asesores allegados a la familia real. Este proceso, por cierto, arranca en el casamiento de Carlos y Camila Parker-Bowles. Su objeto es transparente: acabar con los rumores sobre renuncia a heredar el trono, o sea al principado galés.

Isabel II no es, claro, Jorge III ni su hermano, Guillermo IV, que actuó de regente hasta la mayoría de edad de su sobrina, Victoria. Por ende, seguirá trabajando de reina y tomando el té una vez por semana con el primer ministro (por ahora, Tony Blair). No se sabe bien si continuará abriendo cada año las sesiones del parlamento; probablemente, lo haga junto al futuro Carlos III (si el príncipe no elige otro nombre oficial).

Con 80 años encima (los cumple el 21 de abril), la soberana parece menos dispuesta a mandar hasta el fin, como hizo Victoria. Quizá no le desee al heredero llegar al trono hecho un vejete francachelero, como Eduardo VII. Gente allegada a palacio estima que Felipe, duque de Edimburgo, ejerció influencia decisiva en esta salida más o menos elegante.

Todavía hoy, se debaten los motivos verdaderos para que, en 1811, el brtillante pero erráticol Jorge III –primer rey de su dinastía que hablaba y escribía de corrido en ingés, no ya en bajo alemán- fue apartado y su hijo convertido en regente pleno. Más transparente fue la segunda regencia: Victoria era menor de edad, por lo cual Guillermo ciñó la corona como regente . Cabe recordar que el “estilo regencia” alude a la primera, aunque separe el estilo georgiano del victoriano (aunque no en literatura ni música). En verdad, es producto del arquitecto John Nash, que mezcló georgiano con rasgos neoclásicos. A él se deben el parque y la calle Regency (Londres). Curiosamente, el primer acto geopolítico de Victoria fue renunciar a la corona de Hannover -noroeste de Alemania-, origen de la casa homónima (mucho después, Windor), que Prusia deglutió en 1866.

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