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<p>Algunas noticias llegadas de Damasco, Beirut, Angora y Bagdad hacen sospechar que Siria ha pasado el punto de no retorno y las fuerzas del régimen no son ya suficientes para detener el proceso ni, mucho menos, revertirlo. La oposición ha intensificado acciones en las principales ciudades.<br />
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El domingo, por ejemplo, fueron atacadas las oficinas del partido oficialista Ba’ath, ubicadas en una de las áreas mejor protegidas de la capital. Los rebeldes apelaron a granadas y bazucas antitanques. Un comando, al parecer en motocicleta, logró asestar un golpe psicológico a Asad.<br />
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Tanto fue así que el ministro del Exterior (Walid Muallem) empezó negando la incursión para luego confirmarla, bien que indirectamente. El canciller y el presidente usaron las mismas palabras para referirse al levantamiento: “Si quieren guerra, la tendrán” El presidente vitalicio se manifestó listo para combatir en persona.<br />
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Nadie le cree y, mucho menos, cuando se declara “dolorido por el derrame de sangre”. Ciertas acciones del gobierno reflejan su fin real: ganar tiempo. Primero fingió aceptar el plan para enviar observadores de Naciones Unidas y la Liga Árabe. Luego opuso una serie de enmiendas, especialmente contra la entidad panárabe. Damasco insiste en que hay margen para tratativas, pero se abroquela en la intransigencia.<br />
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Mientras tanto en el norte del país se agrupan elementos del flamante “ejército libre sirio”. Se componen de desertores militares y policiales sunníes, vale decir provenientes de la mayoría religiosa. Estas tropas irregulares cuentan con apoyo turco, kurdo y –se rumorea- iraquí. A medida como el clan alawí Asad pierda terreno, será todos contra todos.</p>
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Siria ha pasado el punto de no retorno
Según la inteligencia norteamericana, el país se halla al borde mismo de una guerra civil en toda la línea. El régimen lo niega, claro. Pero, emulando al difunto Muammar Ghadafi, el presidente Bashar al Asad se declaró dispuesto a combatir.