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<p>A criterio de observadores libaneses, turcos, Iraquíes y hasta israelíes, las nuevas acciones contra quienes protestan apuntan a otro capítulo de un conflicto desigual. Al miércoles, contabilizaba de 400 a 600 muertos, según fuera la fuente. <br />
Esto intensifica llamados internacionales para detener la violencia, so pena de sanciones. Pero ¿cuáles?¿con qué efectos reales?. Bashar al-Assad sabe que una acción militar estilo Libia es imposible: nadie la secundaría en la región,<br />
Este miércoles, los tanques llevan ya dos días recorriendo las calles de Dara, en una contraofensiva cuando la virtual guerra civil lleva cinco semanas. Sólo el lunes y el martes, cincuenta víctimas fatales –sostienen activistas de derechos humanos desde Beirut- se agregaron a la lista. Testgos de Dara informan que los manifestantes se reúnen en las plazas, pese a continuos arrestos.<br />
Tal es la alarma por Siria (crítico actor regional lindante con Israel y estrecho aliado de Irán), que el departamento de estado norteamericano urgió a sus ciudadanos no visitar el país y dispuso evacuar familias de funcionarios no indispensables de la embajada en Damasco. Por su parte, Londres pidió a quienes no tengan asuntos vitales entre manos dejar Siria.<br />
William Hague, canciller británico, indicó que hay gestiones en marcha ante el consejo de seguridad (ONU), la Unión Europea y la Liga Árabe para “enviar señales fuertes a Damasco. Esta represión debe parar”. Pero ni él ni sus colegas especifican qué medidas propondrán para que al-Assad morigere al ejército, la policía y los paramilitares que, en verdad, siguen sus órdenes.<br />
En ambas sedes de la ONU (Ginebra, Nueva York), circulaba un borrador de declaración condenando la represión indiscriminada. Con el apoyo del secretario general Ban Kimun, el texto solicita una investigación independiente sobre los muertos desde que estalló la rebelión. Según analistas en Beirut, Andora y Bagdad, el gobierno ha optado por la violencia en varias provincias y hoy no se sabe hasta dónde llegará. El tiempo de las promesas reformistas se ha agotado.<br />
Como en 1982, cuando Hafez al-Assad quebró un levantamiento al precio de diez mil muertos en Hama, los militares siempre han estado dispuestos a hacer correr sangre. Galvanizados por su credo alawita (forma dura de shiismo), son leales a la familia gobernante, algo que no sucedía en Egipto, Túnez ni, parece, sucede en Yemen.<br />
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Siria, en vísperas de una represión más cruel
Dara puede ser el signo de los tiempos venideros: las tropas del régimen alawita han completado el sitio de la ciudad rebelde. Si no por las armas de Damasco, sus habitantes corren riesgo de perecer por hambre a menos que se entreguen al gobierno.