El miércoles 20, el partido Demoliberal elegirá nuevo presidente y éste, automáticamente, sucederá al actual jefe de gobierno. El favorito es Shinzo Abe, un político aún más nacionalista y menos demoliberal que Koizumi (algunos de cuyos gestos ceremoniales han inquietado a China, Taiwán y Surcorea).
Justamente cuando se revela que, por fin, el trono del crisantemo tendrá heredero varón, Abe visitaba el santuario de Yasukuni, donde se veneran las almas de docenas de criminales de guerra. Koizumi viene haciendo lo mismo desde 2003, pero su probable remplazante quiere ir bastante más lejos, como lo admitió al proclamar su candidatura como jefe del partido oficialista, en el poder desde -claro- 1947 y gracias al general George Marshall.
A los 51 años, Abe ya es jefe de gabinete y hombre de Koizumi. Su programa es empero más duro ante China y ambas Coreas. En cuanto a Estados Unidos, ni se ha molestado en anticiparle sus posturas, algo que sí ha hecho respecto de Beijing. Taipei y Seúl (con Pyongyang no hay nexos). Algunos analistas, empero, temen que –en el fondo- Abe sea un “patriota ultraconservador” estilo George W.Bush.
Una vez elegido su sucesor, Koizumi presentará la dimisión al emperador antes de octubre. Entre una fecha y otro, Abe habrá formulado su programa nacionalista completo. Para salvar las apariencias, competirá el 20 con el actual canciller, Taro Aso (otro patriota) y el titular de Hacienda, Sadakazu Tanigaki, un reformista que simpatiza con China.
Los tres son hombres de Koizumi y representan los drásticos cambios de ejes operados durante su gestión. Por otra parte, según varias encuestas la opinión pública apoya a Abe, benjamín de una larga dinastía política. Su padre Shintaro fue canciller en los años 80, su abuelo materno, Nobusuke Kishi, fue primer ministro y estuvo en la cárcel por crímenes de guerra (pero no llegó a ser incriminado).
La situación ayuda al oficialismo. Por una parte, la economía sale de una recesión iniciada en 1990/1. Por la otra, la estrategia de reformas estructurales ha prendido en la gente y la figura de Koizumi estará detrás de Abe. “La alianza con EE.UU. –sostuvo- continuará siendo clave, pero nuestra diplomacia se fundará en la seguridad nacional”. Esta dicotomía tiene una explicación: los ensayos nucleares de Norcorea sobre el mar de Japón. Pero, en otro plano, Tokio mantiene excelentes relaciones con Irán, uno de sus proveedores de hidrocarburos.
Hasta la certeza de un heredero varón obra en favor de los demoliberales. La obsesión nipona por emperador masculinos es bastante curiosa: quien fundó el trono del crisantemo era una emperatriz mítica, a su vez encarnación de Amaterasu, la luna, no del sol. En varias oportunidades, el país fue gobernado por mujeres.
El miércoles 20, el partido Demoliberal elegirá nuevo presidente y éste, automáticamente, sucederá al actual jefe de gobierno. El favorito es Shinzo Abe, un político aún más nacionalista y menos demoliberal que Koizumi (algunos de cuyos gestos ceremoniales han inquietado a China, Taiwán y Surcorea).
Justamente cuando se revela que, por fin, el trono del crisantemo tendrá heredero varón, Abe visitaba el santuario de Yasukuni, donde se veneran las almas de docenas de criminales de guerra. Koizumi viene haciendo lo mismo desde 2003, pero su probable remplazante quiere ir bastante más lejos, como lo admitió al proclamar su candidatura como jefe del partido oficialista, en el poder desde -claro- 1947 y gracias al general George Marshall.
A los 51 años, Abe ya es jefe de gabinete y hombre de Koizumi. Su programa es empero más duro ante China y ambas Coreas. En cuanto a Estados Unidos, ni se ha molestado en anticiparle sus posturas, algo que sí ha hecho respecto de Beijing. Taipei y Seúl (con Pyongyang no hay nexos). Algunos analistas, empero, temen que –en el fondo- Abe sea un “patriota ultraconservador” estilo George W.Bush.
Una vez elegido su sucesor, Koizumi presentará la dimisión al emperador antes de octubre. Entre una fecha y otro, Abe habrá formulado su programa nacionalista completo. Para salvar las apariencias, competirá el 20 con el actual canciller, Taro Aso (otro patriota) y el titular de Hacienda, Sadakazu Tanigaki, un reformista que simpatiza con China.
Los tres son hombres de Koizumi y representan los drásticos cambios de ejes operados durante su gestión. Por otra parte, según varias encuestas la opinión pública apoya a Abe, benjamín de una larga dinastía política. Su padre Shintaro fue canciller en los años 80, su abuelo materno, Nobusuke Kishi, fue primer ministro y estuvo en la cárcel por crímenes de guerra (pero no llegó a ser incriminado).
La situación ayuda al oficialismo. Por una parte, la economía sale de una recesión iniciada en 1990/1. Por la otra, la estrategia de reformas estructurales ha prendido en la gente y la figura de Koizumi estará detrás de Abe. “La alianza con EE.UU. –sostuvo- continuará siendo clave, pero nuestra diplomacia se fundará en la seguridad nacional”. Esta dicotomía tiene una explicación: los ensayos nucleares de Norcorea sobre el mar de Japón. Pero, en otro plano, Tokio mantiene excelentes relaciones con Irán, uno de sus proveedores de hidrocarburos.
Hasta la certeza de un heredero varón obra en favor de los demoliberales. La obsesión nipona por emperador masculinos es bastante curiosa: quien fundó el trono del crisantemo era una emperatriz mítica, a su vez encarnación de Amaterasu, la luna, no del sol. En varias oportunidades, el país fue gobernado por mujeres.