Auguran crudos hasta US$ 200 el barril y asustan a Wall Street

El holandés Willem Kadijk y otros pronostican el “fin del petróleo abundante y barato”. Esta eventualidad podría llevar precios a US$ 200, amén de desatar guerras en varios lugares y sumir el mundo en una depresión similar a la de 1929/32.

5 septiembre, 2006

El experto asesora a un fondo de futuros y opciones en ese mercado (Kepler Equities, Amsterdam) y replanteó recientemente la teoría del pico (TP), según la cual el petróleo ya pasó la fase de abundancia y entra en una de creciente escasez. En otras palabras, como señala un informe difundido por la agencia Bloomberg’s, la producción mundial ya ha alcanzado su cenit o está por hacerlo.

Una vez que el flujo de hidrocarburos llegue a la cresta de la ola y empiece a declinar -los proponentes de la TP afirman que eso ya ha sucedido-, ya dejará de ser factible satisfacer la creciente demanda de combustibles fósiles (la de energía es otra cosa). Resultado: el barril promedio de crudo rozará los US$ 200 y seguirá subiendo. Las actuales presiones sobre el mercado no serán nada al lado de las futuras.

Mientras los precios suben, pese a esporádicos repliegues, y la violencia sacude a Levante con epicentro en Irak (guerra civil) y Líbano-Palestina-Israel, los partidarios de la teoría del pico -una alianza de geólogos, fìsicos, consultores y ambientalistas- gana conversos. Ahora, por primera vez en cincuenta años, la TP llama la atención en Wall Street y Washington.

Por de pronto, Samuel Bodman, secretario norteamericano de energía y combustibles (ex presidente de Cabot Corporation, una petroquímica) pidió al consejo nacional del petróleo –entidad mixta- investigar si las reservas de hidrocarburos pueden acompañar la demanda en un futuro razonable. A su vez, la oficina de responsabilidad gubernamental (comité bipartidario del congreso), anuncia para noviembre un estudio sobre la TP. El diputado Roscoe Bartlett (republicano, Maryland) sostiene que “el mundo jamás ha afrontado un problema como éste”.

Todos convienen, por cierto, en que los combustibles fósiles se agotarán algún día, porque son un recurso natural no renovable. El debate se centra en cuándo ocurrirá eso. Colin Campbell, geólogo escocés autor de “The coming oil crisis” (Multi-Science Publishing, 1997), advertía hace nueve años que la producción de petróleo convencional estaba llegando al ápice.

“La sociedad –reitera hoy- no se halla preparada para afrontar las consecuencias. Ya es tarde para desarrollar vehículos híbridos, combustibles alternativos, energía solar, nuclear, eólica o marina, antes de que los precios de hidrocarburos se vayan a las nubes”. Campbell ha trabajado más de cuarenta años en el sector y cree que “hemos llegado al pico de la era petrolera”.

“Tonterías”, replica Russell Roberts, portavoz de Exxon Mobil, la mayor petrolera privada del planeta. Nadando en ganancias debido a los altos precios, la compañía ha gastado millones en avisos que desacreditan la teoría del pico. A su criterio, es simple alarmismo. “El mundo –afirma la empresa- probablemente contenga aún unos cuatro billones de barriles (un cuatro seguido de doce ceros), vale decir cuatro veces lo extraido hasta 2005. Estamos muy lejos del agotamiento”. Sus técnicos suponen que la producción mundial seguirá subiendo hasta 2030.

En realidad, las predicciones pesimistas son casi tan antiguas como la industria misma. Los primeros pozos norteamericanos estaban en Pennsilvania y mostraron señales de agotamiento ya a fines del siglo XIX, por lo cual alguna gente creyó que el país dejaría pronto de extraer hidrocarburos. Luego apareció petróleo en Tejas y California, cuya producción llegó a tal punto que ambos estados debieron imponer valores mínimos para evitar la caída de precios.

En el pasado, Campbell y sus seguidores llegaron a pronosticar el pico hasta con un año de aproximación y se vieron obligados a empujar la fecha hacia delante. En 1997, el geólogo anunciaba ese máximo para 2001. Recién en 2003 empezó la última fase de precios en alza. Meses atrás, el escocés señalaba que la producción total –inclusive aguas profundas y combustibles derivados de gases naturales- alcanzará el piso algo después de 2010.

Campbell sostiene ahora que el año exacto carece de relevancia: lo fundamental es que el máximo se acerca y no tardará mucho. Similar postura muestran los partidarios de energías y combustibles alternativos, especialmente un creciente número de firmas emprendedoras e inversores a riesgo. A casi 150 años de los hallazgos en Pennsilvania, en efecto la extracción ha comenzado a declinar en Estados Unidos, Kuweit, Saudiarabia, Méjico y una decena más de países. Por ejemplo, Cantarell –uno de los mayores yacimientos del mundo, en Méjico- este año producirá 8% menos, admite la firma estatal Pemex.

Mientras George W.Bush les pide a los norteamericanos romper con la adicción a hidrocarburos importados, EE.UU. depende cada día más de ellos, como demuestra un estudio de British Petroleum sobre ese país, Méjico y Canadá. La producción estadounidense llegó verdaderamente al pico hace 36 años, en 1970, con 11.300.000 barriles diarios. Desde ese momento hasta 2005, bajó 39%, a 6.800.000 b/d.

No sorprende, pues, que la bolsa y muchos financistas escuchen a los partidarios de la TP. El magnate Thomas Boone Pickens –proviene de la actividad petrolera- cree en la teoría, igual que Peter Thiel, de Clarium Capital Management, un fondo de riesgo que administra US$ 2.100 millones. Ambos y otros inversores van ubicándose en posición de aprovechar lo que vislumbran como la mayor crisis petrolera global.

Aun ciertas compañías y algunos veteranos del negocio se ven inquietos. Chervron Corporation ha hecho una amplia campaña publicitaria contra el consumo de combustibles fósiles con el lema “La era del petróleo barato se acabó”. Thierry Desmarest, presidente ejecutivo de la francesa Total, señaló en Amsterdam (junio), durante la conferencia anual sobre combustibles, que la producción mundial alcanzará el pico en 2020, una década antes de lo supuesto por Exxon Mobil. Matthew Simmons, operador de papeles asociados a hidrocarburos, anticipó que la producción saudí comenzaró a declinar bastante más pronto.

Sea como fuere, el fantasma de los altos valores y sus efectos macroeconómicos no se aventa. Los precios de crudos se han triplicado desde fines de 2000 a mediados de 2006. En EE.UU., naftas entre 78 y 84 centavos el litro han deteriorado la confianza del público. Casi la mitad de los norteamericanos cree que la economía va mal –según sondeos de Bloomberg’s/LosÁngeles times- y 60% ve negativamente la gestión de Bush. “Si el petróleo siguiese a US$ 20 por barril, nadie hablaría de picos”, observa Manusher Takín, analista principal del tema de Centre for Global Studies, una consultoría londinense.

No obstante, los altos precios son sólo parte de la cuestión. Gran parte del mundo sufre de adicción. Hoy los norteamericanos consumen 85 millones de barriles diarios. Hacia 2025, el planeta estará absorbiendo 118.000.000 b/d y eso incluye China e India. Entretanto, la verdad es que nadie sabe a ciencia cierta qué volumen de hidrocarburos queda. Los partidarios de la TP afirman que la producción tocará el máximo una vez extraída la mitad del petróleo. Hasta mediados de 2006, se ha bombeado un billón de barriles. En 2006, el informe geológico anual estadounidense creía que el temido pico recién llegaría en 2037, pero nadie toma en serio ya esa fecha. Campbell sostiene que el total disponible no sube de 2,5 billones. Mientras, los hallazgos han ido reduciéndose de 90.000 millones anuales en 1964 a 5.000 millones en 2005. “Los descubrimientos declinan e invertir más no los elevará”, afirma Christopher Skrebowski, director de “Petroleum review”, Londres.

Por de pronto, las compañías deben encontrar suficientes reservas para neutralizar la caída de extracción (más de 8% anual) en yacimientos existentes y, además, cubrir el alza de demanda. Por hoy, la mayor parte del incremento debiera provenir de la Organización de países exportadores de petróleo (Opep), cuyos socios son frecuentes calderos de descontento social, terrorismo y guerra. El grupo –Argelia, Indonesia, Irán, Irak, Kuweit, Libia, Nigeria, Qatar, Saudiarabia, Unión de emiratos árabes, Venezuela- representa 75% de las reservas mundiales y 42% de la producción (según BP).

Salvo excepciones, la Opep no es un parangón de estabilidad sociopolíticas ni económica. La mayoría de los terroristas que atacaron EE.UU., el 11 de septiembre de 2001, procedía de Saudiarabia. La guerra civil en Irak dificulta exportaciones petroleras. Nigeria vive también la suya. Venezuela e Irán pueden usar sus crudos como herramientas contra las amenazas de Bush, cada vez más difíciles de cristalizar: ni el ”lobby” petrolero puede subsanar la impotencia geopolítica de Washington. Rusia está surgiendo como superpoder económico, apoyada en hidrocarburos, aluminio y otras materias primes.

Exxon Mobil, en el informe 2005, sostiene que la producción de países ajenos a la Opep –30.000.000 b/d- llegará al pico entre 2010 y 2020, pero luego el cartel podrá llenar el hueco, imagina la compañía. Su ilusión: que la Opep alcance 2030 extrayendo 47.000.000 b/d, 57% más que en 2005. No se sabe cómo.

En realidad, ni tirios ni troyanos saben cuánto tiene o puede extraer la Opep, pues sus socios –con los árabes en punta- “nunca han sido transparentes en cuanto a estadísticas”, puntualiza Michael Rodgers, de la influyente consultoría PFC Energy. Este experto y varios otros creen que la Opep empezó a “inflar” reservas a fines de los años 80, cuando ese dato determinaba las cuotas de exportación. Más tarde, aumentó estimaciones a un total conjunto de 300.000 millones de barriles, aunque no se hubiesen hecho hallazgos importantes. Quince años después, compañías como Royal Dutch/Shell comenzaron a hacer lo mismo, para elevar activos en libros y cotizaciones accionarias.

En libro editado hace un año, Simmons reveló que Saudiarabia estaba extrayendo crudos a tal ritmo que sus principales yacimientos mostraban síntomas de agotamiento. “Producimos actualmente unos 260.000.000 barriles anuales y tenemos reservas recobrables para casi un siglo”, sostiene Saudi Aramco, el monopolio estatal. Pero, afirma el consultor Hermann Franssen, “Irán, Irak, Kuweit y Venezuela son renuentes a elevar extracción, o no pueden, por razones políticas”.

Sadad al Huseiní, ex Saudi Aramco, sostiene que Kuweit no tiene reservas por 101.500 millones de barriles, como declara, sino apenas la mitad. Los 132.500 millones de Irán también son una exageración. “Aun a los precios de julio, será muy difícil que la producción mundial convencional pase de 90.000 millones de b/d en los próximos diez años”. Vale decir, menos de lo que se necesitará hacia 2015.

El precario equilibrio entre oferta y demanda quedó aún más en evidencia a principios de agosto, cuando BP anunció el cierre temporal del yacimiento en bahía Prudhoe (Alaska) por corrosión y filtraciones en 6.000 kilómetros de poliductos. Era el mayor depósito en EE.UU., se descubrió en 1968 y alcanzó el máximo de extracción en 1977. Desde entonces, ha rendido más de 11.000 millones de barriles. Pero, ya antes del desastre, su producción había aflojado de 1.500.000 b/d en 1989 a 400.000 en 2005: 73% de contracción.

Prudhoe siguió el ciclo vital común a yacimientos dentro y fuera de EE.UU., conocido como “curva de Hubbert”. Hace cincuenta años, el geólogo Maurice King Hubbert postulaba que la producción norteamericana marcaría una trayectoria acampanada. Formuló así la primera teoría del pico y pronosticó que la extracción en EE.UU. alcanzaría el máximo entre 1965 y 1970 (lo hizo en ese año). Pero sus ideas recién tomaron estado público con Campbell y el francés Jean Laherrère.

El experto asesora a un fondo de futuros y opciones en ese mercado (Kepler Equities, Amsterdam) y replanteó recientemente la teoría del pico (TP), según la cual el petróleo ya pasó la fase de abundancia y entra en una de creciente escasez. En otras palabras, como señala un informe difundido por la agencia Bloomberg’s, la producción mundial ya ha alcanzado su cenit o está por hacerlo.

Una vez que el flujo de hidrocarburos llegue a la cresta de la ola y empiece a declinar -los proponentes de la TP afirman que eso ya ha sucedido-, ya dejará de ser factible satisfacer la creciente demanda de combustibles fósiles (la de energía es otra cosa). Resultado: el barril promedio de crudo rozará los US$ 200 y seguirá subiendo. Las actuales presiones sobre el mercado no serán nada al lado de las futuras.

Mientras los precios suben, pese a esporádicos repliegues, y la violencia sacude a Levante con epicentro en Irak (guerra civil) y Líbano-Palestina-Israel, los partidarios de la teoría del pico -una alianza de geólogos, fìsicos, consultores y ambientalistas- gana conversos. Ahora, por primera vez en cincuenta años, la TP llama la atención en Wall Street y Washington.

Por de pronto, Samuel Bodman, secretario norteamericano de energía y combustibles (ex presidente de Cabot Corporation, una petroquímica) pidió al consejo nacional del petróleo –entidad mixta- investigar si las reservas de hidrocarburos pueden acompañar la demanda en un futuro razonable. A su vez, la oficina de responsabilidad gubernamental (comité bipartidario del congreso), anuncia para noviembre un estudio sobre la TP. El diputado Roscoe Bartlett (republicano, Maryland) sostiene que “el mundo jamás ha afrontado un problema como éste”.

Todos convienen, por cierto, en que los combustibles fósiles se agotarán algún día, porque son un recurso natural no renovable. El debate se centra en cuándo ocurrirá eso. Colin Campbell, geólogo escocés autor de “The coming oil crisis” (Multi-Science Publishing, 1997), advertía hace nueve años que la producción de petróleo convencional estaba llegando al ápice.

“La sociedad –reitera hoy- no se halla preparada para afrontar las consecuencias. Ya es tarde para desarrollar vehículos híbridos, combustibles alternativos, energía solar, nuclear, eólica o marina, antes de que los precios de hidrocarburos se vayan a las nubes”. Campbell ha trabajado más de cuarenta años en el sector y cree que “hemos llegado al pico de la era petrolera”.

“Tonterías”, replica Russell Roberts, portavoz de Exxon Mobil, la mayor petrolera privada del planeta. Nadando en ganancias debido a los altos precios, la compañía ha gastado millones en avisos que desacreditan la teoría del pico. A su criterio, es simple alarmismo. “El mundo –afirma la empresa- probablemente contenga aún unos cuatro billones de barriles (un cuatro seguido de doce ceros), vale decir cuatro veces lo extraido hasta 2005. Estamos muy lejos del agotamiento”. Sus técnicos suponen que la producción mundial seguirá subiendo hasta 2030.

En realidad, las predicciones pesimistas son casi tan antiguas como la industria misma. Los primeros pozos norteamericanos estaban en Pennsilvania y mostraron señales de agotamiento ya a fines del siglo XIX, por lo cual alguna gente creyó que el país dejaría pronto de extraer hidrocarburos. Luego apareció petróleo en Tejas y California, cuya producción llegó a tal punto que ambos estados debieron imponer valores mínimos para evitar la caída de precios.

En el pasado, Campbell y sus seguidores llegaron a pronosticar el pico hasta con un año de aproximación y se vieron obligados a empujar la fecha hacia delante. En 1997, el geólogo anunciaba ese máximo para 2001. Recién en 2003 empezó la última fase de precios en alza. Meses atrás, el escocés señalaba que la producción total –inclusive aguas profundas y combustibles derivados de gases naturales- alcanzará el piso algo después de 2010.

Campbell sostiene ahora que el año exacto carece de relevancia: lo fundamental es que el máximo se acerca y no tardará mucho. Similar postura muestran los partidarios de energías y combustibles alternativos, especialmente un creciente número de firmas emprendedoras e inversores a riesgo. A casi 150 años de los hallazgos en Pennsilvania, en efecto la extracción ha comenzado a declinar en Estados Unidos, Kuweit, Saudiarabia, Méjico y una decena más de países. Por ejemplo, Cantarell –uno de los mayores yacimientos del mundo, en Méjico- este año producirá 8% menos, admite la firma estatal Pemex.

Mientras George W.Bush les pide a los norteamericanos romper con la adicción a hidrocarburos importados, EE.UU. depende cada día más de ellos, como demuestra un estudio de British Petroleum sobre ese país, Méjico y Canadá. La producción estadounidense llegó verdaderamente al pico hace 36 años, en 1970, con 11.300.000 barriles diarios. Desde ese momento hasta 2005, bajó 39%, a 6.800.000 b/d.

No sorprende, pues, que la bolsa y muchos financistas escuchen a los partidarios de la TP. El magnate Thomas Boone Pickens –proviene de la actividad petrolera- cree en la teoría, igual que Peter Thiel, de Clarium Capital Management, un fondo de riesgo que administra US$ 2.100 millones. Ambos y otros inversores van ubicándose en posición de aprovechar lo que vislumbran como la mayor crisis petrolera global.

Aun ciertas compañías y algunos veteranos del negocio se ven inquietos. Chervron Corporation ha hecho una amplia campaña publicitaria contra el consumo de combustibles fósiles con el lema “La era del petróleo barato se acabó”. Thierry Desmarest, presidente ejecutivo de la francesa Total, señaló en Amsterdam (junio), durante la conferencia anual sobre combustibles, que la producción mundial alcanzará el pico en 2020, una década antes de lo supuesto por Exxon Mobil. Matthew Simmons, operador de papeles asociados a hidrocarburos, anticipó que la producción saudí comenzaró a declinar bastante más pronto.

Sea como fuere, el fantasma de los altos valores y sus efectos macroeconómicos no se aventa. Los precios de crudos se han triplicado desde fines de 2000 a mediados de 2006. En EE.UU., naftas entre 78 y 84 centavos el litro han deteriorado la confianza del público. Casi la mitad de los norteamericanos cree que la economía va mal –según sondeos de Bloomberg’s/LosÁngeles times- y 60% ve negativamente la gestión de Bush. “Si el petróleo siguiese a US$ 20 por barril, nadie hablaría de picos”, observa Manusher Takín, analista principal del tema de Centre for Global Studies, una consultoría londinense.

No obstante, los altos precios son sólo parte de la cuestión. Gran parte del mundo sufre de adicción. Hoy los norteamericanos consumen 85 millones de barriles diarios. Hacia 2025, el planeta estará absorbiendo 118.000.000 b/d y eso incluye China e India. Entretanto, la verdad es que nadie sabe a ciencia cierta qué volumen de hidrocarburos queda. Los partidarios de la TP afirman que la producción tocará el máximo una vez extraída la mitad del petróleo. Hasta mediados de 2006, se ha bombeado un billón de barriles. En 2006, el informe geológico anual estadounidense creía que el temido pico recién llegaría en 2037, pero nadie toma en serio ya esa fecha. Campbell sostiene que el total disponible no sube de 2,5 billones. Mientras, los hallazgos han ido reduciéndose de 90.000 millones anuales en 1964 a 5.000 millones en 2005. “Los descubrimientos declinan e invertir más no los elevará”, afirma Christopher Skrebowski, director de “Petroleum review”, Londres.

Por de pronto, las compañías deben encontrar suficientes reservas para neutralizar la caída de extracción (más de 8% anual) en yacimientos existentes y, además, cubrir el alza de demanda. Por hoy, la mayor parte del incremento debiera provenir de la Organización de países exportadores de petróleo (Opep), cuyos socios son frecuentes calderos de descontento social, terrorismo y guerra. El grupo –Argelia, Indonesia, Irán, Irak, Kuweit, Libia, Nigeria, Qatar, Saudiarabia, Unión de emiratos árabes, Venezuela- representa 75% de las reservas mundiales y 42% de la producción (según BP).

Salvo excepciones, la Opep no es un parangón de estabilidad sociopolíticas ni económica. La mayoría de los terroristas que atacaron EE.UU., el 11 de septiembre de 2001, procedía de Saudiarabia. La guerra civil en Irak dificulta exportaciones petroleras. Nigeria vive también la suya. Venezuela e Irán pueden usar sus crudos como herramientas contra las amenazas de Bush, cada vez más difíciles de cristalizar: ni el ”lobby” petrolero puede subsanar la impotencia geopolítica de Washington. Rusia está surgiendo como superpoder económico, apoyada en hidrocarburos, aluminio y otras materias primes.

Exxon Mobil, en el informe 2005, sostiene que la producción de países ajenos a la Opep –30.000.000 b/d- llegará al pico entre 2010 y 2020, pero luego el cartel podrá llenar el hueco, imagina la compañía. Su ilusión: que la Opep alcance 2030 extrayendo 47.000.000 b/d, 57% más que en 2005. No se sabe cómo.

En realidad, ni tirios ni troyanos saben cuánto tiene o puede extraer la Opep, pues sus socios –con los árabes en punta- “nunca han sido transparentes en cuanto a estadísticas”, puntualiza Michael Rodgers, de la influyente consultoría PFC Energy. Este experto y varios otros creen que la Opep empezó a “inflar” reservas a fines de los años 80, cuando ese dato determinaba las cuotas de exportación. Más tarde, aumentó estimaciones a un total conjunto de 300.000 millones de barriles, aunque no se hubiesen hecho hallazgos importantes. Quince años después, compañías como Royal Dutch/Shell comenzaron a hacer lo mismo, para elevar activos en libros y cotizaciones accionarias.

En libro editado hace un año, Simmons reveló que Saudiarabia estaba extrayendo crudos a tal ritmo que sus principales yacimientos mostraban síntomas de agotamiento. “Producimos actualmente unos 260.000.000 barriles anuales y tenemos reservas recobrables para casi un siglo”, sostiene Saudi Aramco, el monopolio estatal. Pero, afirma el consultor Hermann Franssen, “Irán, Irak, Kuweit y Venezuela son renuentes a elevar extracción, o no pueden, por razones políticas”.

Sadad al Huseiní, ex Saudi Aramco, sostiene que Kuweit no tiene reservas por 101.500 millones de barriles, como declara, sino apenas la mitad. Los 132.500 millones de Irán también son una exageración. “Aun a los precios de julio, será muy difícil que la producción mundial convencional pase de 90.000 millones de b/d en los próximos diez años”. Vale decir, menos de lo que se necesitará hacia 2015.

El precario equilibrio entre oferta y demanda quedó aún más en evidencia a principios de agosto, cuando BP anunció el cierre temporal del yacimiento en bahía Prudhoe (Alaska) por corrosión y filtraciones en 6.000 kilómetros de poliductos. Era el mayor depósito en EE.UU., se descubrió en 1968 y alcanzó el máximo de extracción en 1977. Desde entonces, ha rendido más de 11.000 millones de barriles. Pero, ya antes del desastre, su producción había aflojado de 1.500.000 b/d en 1989 a 400.000 en 2005: 73% de contracción.

Prudhoe siguió el ciclo vital común a yacimientos dentro y fuera de EE.UU., conocido como “curva de Hubbert”. Hace cincuenta años, el geólogo Maurice King Hubbert postulaba que la producción norteamericana marcaría una trayectoria acampanada. Formuló así la primera teoría del pico y pronosticó que la extracción en EE.UU. alcanzaría el máximo entre 1965 y 1970 (lo hizo en ese año). Pero sus ideas recién tomaron estado público con Campbell y el francés Jean Laherrère.

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