El presidente moscovita no parece dispuesto a abandonar el tema. En un segundo ataque a Washington, señaló que su país contempla “contramedidas que podrían reactualizar el peligro de holocausto atómico”. En otras, palabras casi repetía palabras de Nikita Jrushchov en 1962, durante la crisis por un hecho inverso: despliegue de proyectiles soviéticos en Cuba.
En lo interno, Putin había sido claro el jueves ante la Dumá: “El próximo mensaje anual a la federación lo pronunciará otro presidente”. Vale decir, un incondicional suyo. Esto frena gestiones senatoriales para reformar la constitución y permitir la reelección sin término. Putin, por el contrario, prefiere abandonar el trono en abril de 2008 y operar desde las sombras hasta los comicios siguientes.
Sea como fuere, las fuertes objeciones lanzadas -desde la misma tribuna y otras- contra EE.UU. y su escudo atómico sobre las fronteras de Rusia, Ucrania y Bielorrusia seguramente serán recogidas por su sucesor. Salvo que, de hoy a las elecciones, las cosas se calmen entre Moscú, Washington y Londres.
Sin duda, Putin dobla la apuesta contra un proyecto teóricamente dirigido a Irán (un dislate), pero que en realidad apunta a Europa oriental y Siberia occidental. La inclusión de virtuales títeres estratégicos de Washington (Polonia, Lituania, Letonia, Eslovaquia) y el súbito rearme nuclear que pretende Antony Blair –más cerca de irse que Bush- en Gran Bretaña parece reconstruir una OTAN dirigida contra Rusia.
Medios escandinavos, al respecto, detectan contactos reservados con China para sumar su apoyo, si Moscú resuelve apartarse del consejo de seguridad en protesta por el escudo atómico. También hay conversaciones con las repúblicas musulmanas centroasiáticas. Su objeto es consolidar una “alianza regional” con Irán y aislar de Turquía a los gobiernos pronorteamericanos del Cáucaso.
Sea como fuere, las relaciones entre Washington y Moscú pasan el peor momento desde 1991, cuando el difunto Borís Yetsin era presidente tras desplazar a otro amigo de EE.UU., Míjail Gorbachov. Putin no se limitó a hablar, pues resolvió suspender la adhesión al tratado europeo sobre fuerzas y armas convencionales. Esto deja en postura desairada a países de la Unión Europea que no comparten los sueños imperiales de Bush y Blair; para el caso, Alemania, Francia, Italia, Finlandia, Holanda, Suecia, etc.
El presidente moscovita no parece dispuesto a abandonar el tema. En un segundo ataque a Washington, señaló que su país contempla “contramedidas que podrían reactualizar el peligro de holocausto atómico”. En otras, palabras casi repetía palabras de Nikita Jrushchov en 1962, durante la crisis por un hecho inverso: despliegue de proyectiles soviéticos en Cuba.
En lo interno, Putin había sido claro el jueves ante la Dumá: “El próximo mensaje anual a la federación lo pronunciará otro presidente”. Vale decir, un incondicional suyo. Esto frena gestiones senatoriales para reformar la constitución y permitir la reelección sin término. Putin, por el contrario, prefiere abandonar el trono en abril de 2008 y operar desde las sombras hasta los comicios siguientes.
Sea como fuere, las fuertes objeciones lanzadas -desde la misma tribuna y otras- contra EE.UU. y su escudo atómico sobre las fronteras de Rusia, Ucrania y Bielorrusia seguramente serán recogidas por su sucesor. Salvo que, de hoy a las elecciones, las cosas se calmen entre Moscú, Washington y Londres.
Sin duda, Putin dobla la apuesta contra un proyecto teóricamente dirigido a Irán (un dislate), pero que en realidad apunta a Europa oriental y Siberia occidental. La inclusión de virtuales títeres estratégicos de Washington (Polonia, Lituania, Letonia, Eslovaquia) y el súbito rearme nuclear que pretende Antony Blair –más cerca de irse que Bush- en Gran Bretaña parece reconstruir una OTAN dirigida contra Rusia.
Medios escandinavos, al respecto, detectan contactos reservados con China para sumar su apoyo, si Moscú resuelve apartarse del consejo de seguridad en protesta por el escudo atómico. También hay conversaciones con las repúblicas musulmanas centroasiáticas. Su objeto es consolidar una “alianza regional” con Irán y aislar de Turquía a los gobiernos pronorteamericanos del Cáucaso.
Sea como fuere, las relaciones entre Washington y Moscú pasan el peor momento desde 1991, cuando el difunto Borís Yetsin era presidente tras desplazar a otro amigo de EE.UU., Míjail Gorbachov. Putin no se limitó a hablar, pues resolvió suspender la adhesión al tratado europeo sobre fuerzas y armas convencionales. Esto deja en postura desairada a países de la Unión Europea que no comparten los sueños imperiales de Bush y Blair; para el caso, Alemania, Francia, Italia, Finlandia, Holanda, Suecia, etc.