Rumsfeld, víctima de la derrota electoral sufrida por Bush

Donald Rumsfeld, tal vez el miembro de gabinete más criticado por el fracaso en Irak, renunció antes de lo previsto. Ahora, se espera que se impulse el plan pro federalización y evacuación de ese país, propuesto por James Baker.

8 noviembre, 2006

Lo más significativo, empero, es el cambio de actitud exhibido por George W.Bush. A apenas días de reiterar un “fuerte e incondicional apoyo” al hoy ex titular del Pentágono –justamente, ante una ola de críticas militares-, el presidente dijo el miércoles que era hora de “encarar otras perspectivas”.

Según una breve declaración emitida anoche, “las actuales políticas en Irak no funcionan lo bien ni rápido que debieran”. En cuanto al futuro de la mesopotamia, emitió una señala clara: Rumsfeld será substituido –indicó Bush- por Robert Gates, ex director de la CIA. Actualmente, integra el “grupo de estudios sobre Irak”, panel bipartidario que analiza opciones para salir del brete, entre ellas la división del país en tres áreas y un “distrito federal”.

A esta altura de las circunstancias, nadie duda de que la clave en la derrota republicana fue la irritación pública respecto de Irak y, en general, la política exterior del gobierno (inclusive Afganistán y el apoyo a la fallida invasión israelí de Líbano). La reacción de Bush lo confirma: patea el tablero para no ser un “gallo rengo” –real traducción castellana de “lame duck”- por el resto del mandato.

Junto con el presidente, su vice (Richard Cheney), Rumsfeld y funcionarios menores –por ejemplo, Michael Hayden, director de la Agencia de seguridad nacional-, estos comicios castigan al ala ultraconservadora del partido Republicano. De hecho, varios de sus máximos ideólogos rompieron con el gobierno en el tramo final de la campaña, en un gesto con tufillo oportunista.

“Un viento helado sopla sobre Washington y envuelve a Bush. ¿Por qué? Porque Estados Unidos ha perdido otra guerra”. Así declaraba William Kristol, el máximo intelectual ultraconservador, que auspiciaba intervenciones militares preventivas desde 1997. Esto abre un debate interno en el oficialismo para definir quiénes y por qué perdieron esa guerra, dos preguntas claves en la futura competencia por la ahora devaluada candidatura presidencial de 2008.

Triunfos locales como el de Hilary Clinton en Nueva York (esperado) o el de Arnold Schwarzenegger en California (sorpresivo por su grado) acentúan el retroceso del ideario fundamentalista, tanto evangélico como judío. El caso del gobernador de origen austríaco y acento teutón es aleccionador, pues le había pedido hace bastante tiempo a Bush no incursionar por el estado. Además, no está de acuerdo con las vallas fronterizas autorizadas en una reciente ley contra inmigrantes ilegales (en realidad, tampoco lo está el presidente).

Comienza, sin duda, la declinación del intervencionismo armado afuera y del creacionismo bíblico adentro, quizá junto con la “teología del dinero” predicada desde hace veinte años por sectas variopintas. Probablemente, también termine la demonización de la “vieja Europa” y Washington opte por volver nuevamente a las Naciones Unidas para afrontar problemas tan candentes como Norcorea e Irán.

Lo más significativo, empero, es el cambio de actitud exhibido por George W.Bush. A apenas días de reiterar un “fuerte e incondicional apoyo” al hoy ex titular del Pentágono –justamente, ante una ola de críticas militares-, el presidente dijo el miércoles que era hora de “encarar otras perspectivas”.

Según una breve declaración emitida anoche, “las actuales políticas en Irak no funcionan lo bien ni rápido que debieran”. En cuanto al futuro de la mesopotamia, emitió una señala clara: Rumsfeld será substituido –indicó Bush- por Robert Gates, ex director de la CIA. Actualmente, integra el “grupo de estudios sobre Irak”, panel bipartidario que analiza opciones para salir del brete, entre ellas la división del país en tres áreas y un “distrito federal”.

A esta altura de las circunstancias, nadie duda de que la clave en la derrota republicana fue la irritación pública respecto de Irak y, en general, la política exterior del gobierno (inclusive Afganistán y el apoyo a la fallida invasión israelí de Líbano). La reacción de Bush lo confirma: patea el tablero para no ser un “gallo rengo” –real traducción castellana de “lame duck”- por el resto del mandato.

Junto con el presidente, su vice (Richard Cheney), Rumsfeld y funcionarios menores –por ejemplo, Michael Hayden, director de la Agencia de seguridad nacional-, estos comicios castigan al ala ultraconservadora del partido Republicano. De hecho, varios de sus máximos ideólogos rompieron con el gobierno en el tramo final de la campaña, en un gesto con tufillo oportunista.

“Un viento helado sopla sobre Washington y envuelve a Bush. ¿Por qué? Porque Estados Unidos ha perdido otra guerra”. Así declaraba William Kristol, el máximo intelectual ultraconservador, que auspiciaba intervenciones militares preventivas desde 1997. Esto abre un debate interno en el oficialismo para definir quiénes y por qué perdieron esa guerra, dos preguntas claves en la futura competencia por la ahora devaluada candidatura presidencial de 2008.

Triunfos locales como el de Hilary Clinton en Nueva York (esperado) o el de Arnold Schwarzenegger en California (sorpresivo por su grado) acentúan el retroceso del ideario fundamentalista, tanto evangélico como judío. El caso del gobernador de origen austríaco y acento teutón es aleccionador, pues le había pedido hace bastante tiempo a Bush no incursionar por el estado. Además, no está de acuerdo con las vallas fronterizas autorizadas en una reciente ley contra inmigrantes ilegales (en realidad, tampoco lo está el presidente).

Comienza, sin duda, la declinación del intervencionismo armado afuera y del creacionismo bíblico adentro, quizá junto con la “teología del dinero” predicada desde hace veinte años por sectas variopintas. Probablemente, también termine la demonización de la “vieja Europa” y Washington opte por volver nuevamente a las Naciones Unidas para afrontar problemas tan candentes como Norcorea e Irán.

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