¿Rumbo a otra crisis sistémica en los mercados?

“Con el dólar a los vaivenes y el impacto del ataque en Madrid, los especuladores se preguntan cuándo volverá la normalidad. O a la anormalidad. Porque nunca, desde 1971, el mercado cambiario ha estado tan manipulado como hoy”.

2 abril, 2004

Así arranca el analista británico John Plender su diagnóstico sobre un sistema que, desde el colapso de Bretton Woods –hace 33 años-, es cualquier cosa menos transparente. En la actual fase, “la clave reside en la extremadamente floja política monetaria aplicada por la Reserva Federal. La entidad trata de estimular cotizaciones bursátiles, mantener el consumo y acelerar una reactivación demasiado lenta”. Aparte, lo presionan las necesidades reelectorales.

Todo eso “se conjuga con algunos bancos centrales de Asia oriental que intervienen –recién ahora el japonés deja de hacerlo-, para que sus monedas no suban en términos de dólar, y con las tasas referenciales norteamericanas en las cotas más bajas desde1958. Pero casi nadie recuerda –y Alan Greenspan parece haberlo olvidado-que las manipulaciones de mercado suelen acabar muy mal”.

Para hacerse una idea de los riesgos sistémicos que pueden desembocar en crisis generales, basta “considerar el mercado estadounidense de hipotecas y los títulos que las avalan. Fannie Mae y Freddie Mac, dos intermediarios gigantes respaldados por el estado federal, refinancian quebrantos a tasas bajas sólo porque, según Washington, son demasiado grandes para dejarlos caer. Así, ambos han emitido bonos –o sea deuda- por US$ 5,6 billones: 160% el valor de todas las letras de tesorería en circulación”.

El ejemplo oficial cunde. Plender, Paul Krugman y otros analistas detectan “una corrida hacia papeles basura”, como los de Fannie Mae y Freddie Mac. A su vez, esto forma parte de una incipiente burbuja, apoyada en papeles de alto rinde y, a menudo, baja calificación. La ola incluye bonos chatarra -entre ellos, los de deudores soberanos en incumplimiento-, bienes raíces, productos primarios y acciones de vanguardia tecnológica (sector donde se acumulan existencias y muchas empresas huyen hacia delante vía fusiones, adquisiciones y productos innecesarios).

El consultor financiero más caro y menos accesible de mundo, el suizo Marc Faber –vive en Hongkong-, teme que la nueva burbuja acabe estallando en algún punto. Faber edita un boletín indispensable en la cúpula de los mercados especulativos, el “Gloom, boom & doom report”. Desde hace unos veinte años, viene anticipando (acertadamente) las crisis financieras y bursátiles más serias alrededor del mundo.

“Básicamente –observa-, la inflación en productos básicos y bienes raíces es incompatible con una plaza de bonos en auge, pues este tipo de fenómeno anticipa deflación. Sólo que nadie sabe en qué momento sucederá”. A diferencia de otros gurúes, Faber advierte que, en caso de crisis, “los países en desarrollo serán los más perjudicados, porque habrá vuelto un círculo vicioso típico de mercados emergentes”.

El Institute for International Finance, ámbito vinculado a los fondos especulativos (especialidad de Faber), estima que los flujos netos de capital financiero hacia economías emergentes –no las periféricas- aumentaron de US$ 124.000 millones en 2002 a 187.000 millones (50,8%) en 2003. Al respecto, Kenneth Rogoff, ex econometrista jefe en el Fondo Monetario, pronostica: “el achicamento de brechas compra-venta en los bonos puede generar severas crisis financieras o bursátiles en dos a tres años”. Plender y Faber opinan lo mismo.

A esta altura, el experto británico se pregunta si una hipotética crisis podría desbordar a los mercados emergentes. Plender descarta a Japón, porque va saliendo de la deflación. En cuanto a la Eurozona, su problema es más estancamiento que inestabilidad monetaria (siempre que no incluya los diez nuevos miembros de la Unión Europea).

Por ende, los mayores riesgos están en Estados Unidos, porque la intervención de la RF ha ido postergando el ajuste de desequilibrios, inclusive un déficit en cuenta corriente en vías de superar los US$ 600.000 millones. “Los resultados financieros de las grandes firmas de Wall Street –sostiene Plender- demuestran que las bancas de inversión son parte del experimento conducido por Greenspan. Las exiguas tasas de interés han promovido operaciones de creciente riesgo. Pero las técnicas para detectar tensiones son deficientes y cunden los temores sistémicos”.

Según observa la consultora Lombard Street Research, “el intervencionismo deja sin reflejos a los reguladores en el mercado de bonos y los bancos centrales viven en la luna. Así, Greenspan convalida alegremente enormes flujos de capital especulativo”. Sin escuchar las advertencias de ortodoxos estilo Rogoff ni estructuralistas estilo Krugman. Por supuesto, Greenspan quizás ayude a la reelección de George W.Bush. Pero lograrla no servirá para prevenir ni frenar una crisis sistémica en lo bursátil o financiero.

Así arranca el analista británico John Plender su diagnóstico sobre un sistema que, desde el colapso de Bretton Woods –hace 33 años-, es cualquier cosa menos transparente. En la actual fase, “la clave reside en la extremadamente floja política monetaria aplicada por la Reserva Federal. La entidad trata de estimular cotizaciones bursátiles, mantener el consumo y acelerar una reactivación demasiado lenta”. Aparte, lo presionan las necesidades reelectorales.

Todo eso “se conjuga con algunos bancos centrales de Asia oriental que intervienen –recién ahora el japonés deja de hacerlo-, para que sus monedas no suban en términos de dólar, y con las tasas referenciales norteamericanas en las cotas más bajas desde1958. Pero casi nadie recuerda –y Alan Greenspan parece haberlo olvidado-que las manipulaciones de mercado suelen acabar muy mal”.

Para hacerse una idea de los riesgos sistémicos que pueden desembocar en crisis generales, basta “considerar el mercado estadounidense de hipotecas y los títulos que las avalan. Fannie Mae y Freddie Mac, dos intermediarios gigantes respaldados por el estado federal, refinancian quebrantos a tasas bajas sólo porque, según Washington, son demasiado grandes para dejarlos caer. Así, ambos han emitido bonos –o sea deuda- por US$ 5,6 billones: 160% el valor de todas las letras de tesorería en circulación”.

El ejemplo oficial cunde. Plender, Paul Krugman y otros analistas detectan “una corrida hacia papeles basura”, como los de Fannie Mae y Freddie Mac. A su vez, esto forma parte de una incipiente burbuja, apoyada en papeles de alto rinde y, a menudo, baja calificación. La ola incluye bonos chatarra -entre ellos, los de deudores soberanos en incumplimiento-, bienes raíces, productos primarios y acciones de vanguardia tecnológica (sector donde se acumulan existencias y muchas empresas huyen hacia delante vía fusiones, adquisiciones y productos innecesarios).

El consultor financiero más caro y menos accesible de mundo, el suizo Marc Faber –vive en Hongkong-, teme que la nueva burbuja acabe estallando en algún punto. Faber edita un boletín indispensable en la cúpula de los mercados especulativos, el “Gloom, boom & doom report”. Desde hace unos veinte años, viene anticipando (acertadamente) las crisis financieras y bursátiles más serias alrededor del mundo.

“Básicamente –observa-, la inflación en productos básicos y bienes raíces es incompatible con una plaza de bonos en auge, pues este tipo de fenómeno anticipa deflación. Sólo que nadie sabe en qué momento sucederá”. A diferencia de otros gurúes, Faber advierte que, en caso de crisis, “los países en desarrollo serán los más perjudicados, porque habrá vuelto un círculo vicioso típico de mercados emergentes”.

El Institute for International Finance, ámbito vinculado a los fondos especulativos (especialidad de Faber), estima que los flujos netos de capital financiero hacia economías emergentes –no las periféricas- aumentaron de US$ 124.000 millones en 2002 a 187.000 millones (50,8%) en 2003. Al respecto, Kenneth Rogoff, ex econometrista jefe en el Fondo Monetario, pronostica: “el achicamento de brechas compra-venta en los bonos puede generar severas crisis financieras o bursátiles en dos a tres años”. Plender y Faber opinan lo mismo.

A esta altura, el experto británico se pregunta si una hipotética crisis podría desbordar a los mercados emergentes. Plender descarta a Japón, porque va saliendo de la deflación. En cuanto a la Eurozona, su problema es más estancamiento que inestabilidad monetaria (siempre que no incluya los diez nuevos miembros de la Unión Europea).

Por ende, los mayores riesgos están en Estados Unidos, porque la intervención de la RF ha ido postergando el ajuste de desequilibrios, inclusive un déficit en cuenta corriente en vías de superar los US$ 600.000 millones. “Los resultados financieros de las grandes firmas de Wall Street –sostiene Plender- demuestran que las bancas de inversión son parte del experimento conducido por Greenspan. Las exiguas tasas de interés han promovido operaciones de creciente riesgo. Pero las técnicas para detectar tensiones son deficientes y cunden los temores sistémicos”.

Según observa la consultora Lombard Street Research, “el intervencionismo deja sin reflejos a los reguladores en el mercado de bonos y los bancos centrales viven en la luna. Así, Greenspan convalida alegremente enormes flujos de capital especulativo”. Sin escuchar las advertencias de ortodoxos estilo Rogoff ni estructuralistas estilo Krugman. Por supuesto, Greenspan quizás ayude a la reelección de George W.Bush. Pero lograrla no servirá para prevenir ni frenar una crisis sistémica en lo bursátil o financiero.

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