Más interrogatorios e investigaciones en el escándalo Parmalat

Durante el fin de semana, se ampliaban interrogatorios e investigaciones en torno del escándalo Parmalat. Por su parte, ahorristas y público en general se sienten engañados por medios, políticos y empresarios.

28 diciembre, 2003

Giovanni Panbianco, fiscal general de Parma, ha puesto la mira en Lucani Silingardi, presidente de la Cassa de Risparmio de Parma e Piacenza, director del grupo y jefe de la fundación Parmalat. También investiga a Antonino Rizzone, socio del primero.

Ocurre que Nicola Stabile, inspector general en la Banca d’Italia (central), venía siguiendo ciertas actividades del dúo desde octubre de 2000. En particular, transacciones por importes absolutamente desproporcionados respecto de sus avales. Tanto Silingardi como Rizzone integraban el círculo íntimo de Calisto Tanzi, cuyo paradero exacto se ignoraba (aunque se lo suponía en España).

Los obscuros negocios del par comprometen a la caja de ahorros mencionada y, por elevación, agravan la situación del estudio Grant & Thornton SpA, únicos auditores de Parmalat hasta hace un tiempo. Pero, ahora, tampoco su sucesor –Deloitte & Touche- queda bien parado: hace siete semanas, ya había señales inquietantes y D&T no pareció advertirlas.

Así, el 11 de noviembre, cuando aún nada hacía sospechar la masa de fraudes y falsificaciones iniciada en 1988/9, Tanzi mismo salió a asegurar que “el grupo se enorgullece de su sólida estructura económica y financiera” ¿Qué ocurría? Que circulaban en la bolsa milanesa dudas sobre la situación de la empresa y sus títulos comenzaban a venderse. Más tarde, Fausto Tonna –entonces director financiero- entraba en contacto con Kohlberg Kravis Roberts (especialista en salvamentos financieros y, también, fondo buitre), su colega Blackstone y, por fin, Deutsche Bank, que tenía 5% del paquete Parmalat.

Estas revelaciones acentuaban, durante el fin de semana, las iras de inversores y ahorristas. Muchos de ellos reprochaban a los principales diarios italianos por no haber dicho palabra hasta el momento mismo del derrumbe. “La vieja complicidad entre dirigencias políticas, propietarios de medios, banqueros y empresarios poco escrupulosos permitió mantener silencio. Entretanto, nuestros ahorros se hacían humo”, afirmaron inversores entrevistados por Reuter’s, “Financial Times” y periódicos suizos.

Giovanni Panbianco, fiscal general de Parma, ha puesto la mira en Lucani Silingardi, presidente de la Cassa de Risparmio de Parma e Piacenza, director del grupo y jefe de la fundación Parmalat. También investiga a Antonino Rizzone, socio del primero.

Ocurre que Nicola Stabile, inspector general en la Banca d’Italia (central), venía siguiendo ciertas actividades del dúo desde octubre de 2000. En particular, transacciones por importes absolutamente desproporcionados respecto de sus avales. Tanto Silingardi como Rizzone integraban el círculo íntimo de Calisto Tanzi, cuyo paradero exacto se ignoraba (aunque se lo suponía en España).

Los obscuros negocios del par comprometen a la caja de ahorros mencionada y, por elevación, agravan la situación del estudio Grant & Thornton SpA, únicos auditores de Parmalat hasta hace un tiempo. Pero, ahora, tampoco su sucesor –Deloitte & Touche- queda bien parado: hace siete semanas, ya había señales inquietantes y D&T no pareció advertirlas.

Así, el 11 de noviembre, cuando aún nada hacía sospechar la masa de fraudes y falsificaciones iniciada en 1988/9, Tanzi mismo salió a asegurar que “el grupo se enorgullece de su sólida estructura económica y financiera” ¿Qué ocurría? Que circulaban en la bolsa milanesa dudas sobre la situación de la empresa y sus títulos comenzaban a venderse. Más tarde, Fausto Tonna –entonces director financiero- entraba en contacto con Kohlberg Kravis Roberts (especialista en salvamentos financieros y, también, fondo buitre), su colega Blackstone y, por fin, Deutsche Bank, que tenía 5% del paquete Parmalat.

Estas revelaciones acentuaban, durante el fin de semana, las iras de inversores y ahorristas. Muchos de ellos reprochaban a los principales diarios italianos por no haber dicho palabra hasta el momento mismo del derrumbe. “La vieja complicidad entre dirigencias políticas, propietarios de medios, banqueros y empresarios poco escrupulosos permitió mantener silencio. Entretanto, nuestros ahorros se hacían humo”, afirmaron inversores entrevistados por Reuter’s, “Financial Times” y periódicos suizos.

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