Riesgo clave: tras la victoria, US$ 1,74 billón de déficit en 7 años

?liminar la guerra como riesgo geopolítico no asegura repunte en Estados Unidos ni en el mundo”. Así cree Glenn Hubbard, ex asesor de George W.Bush. Sobre todo porque la gestión fiscal puede acumular US$ 1,74 millón de déficit en 2003-9.

24 marzo, 2003

Por supuesto, si la guerra no acaba pronto, su influencia negativa en materia económica y fiscal será más acentuada. Aparte, como señalan análisis de Lehman Brothers (Nueva York), Nomura Securities (Tokio) y un experto anónimo del Banco de Inglaterra, “el conflicto coincide con serios problemas en buena parte de la economía mundial. No obstante, operadores, funcionarios y muchos medios sostienen que el rápido triunfo será una panacea coyuntural”.

A la inversa, casi todos los economistas sistémicos –desde Chicago hasta Fráncfort, pasando por Stanford, Harvard, Yale y Cambridge- temen que “ni siquiera una victoria espectacular detenga el retroceso de variables económicas y sociales. Dentro y fuera de EE.UU.”. Así resumía Michael Mussa, ex econometrista jefe en el Fondo Monetario Internacional. De paso, llama la atención el “estruendoso silencio sobre la guerra –Robert Kuttner dixit- en el FMI, el Banco Mundial y otras entidades multilaterales, usualmente tan verborrágicas cuando se trata de países endeudados”.

Latinoamérica

Los efectos de la guerra en la oferta y los precios petroleros se sentirán mucho en Latinoamérica. Si persiste la vertical baja generada por los especuladores en los primeros días del ataque (el barril promedio tejano cayó de US$ 32,50 a 26,60, 18,2%, en cinco ruedas), Venezuela, Méjico, Colombia y Ecuador se perjudicarán. Lo contrario les ocurrirá a importadores netos como Brasil, Chile o Uruguay. En el caso venezolano, un barril a menos de US$ 27/28 acentuará quebrantos fiscales y restará incentivos al aumento de producción.

Por otra parte, una guerra corta y una posguerra ordenada –si Washington no se tienta por aventuras en Irán y Siria, si Turquía no invade por su cuenta el Kurdistán iraquí o si Norcorea no estalla- también son riesgosos para Caracas. Las grandes petroleras, hartas de Hugo Chávez (prefieren Nigeria o Angola, donde hasta los jefes de gobierno cobran sobornos), podrían centrarse en la reactivación mesopotámica.

En lo tocante a Brasil, parece mejor preparado que en 1990/1 para capear cimbronazos. Su recuperación será más lenta, pero sólo se daría vuelta en caso de que el conflicto durase más de un mes o los iraquíes destruyeran sus propias explotaciones. Ello haría subir nuevamente hidrocarburos y presiones inflacionarias, ahuyentado capitales.

Resto del mundo

Saliendo del hemisferio, la guerra tendrá efectos adversos en Turquía (cuyos problemas económicos y fiscales son más endémicos que los argentinos). Ni hablar de Surcorea si Washington decidiese emprenderla contra Norcorea. Dejando ese extremo de lado, acabar con Saddam evitando que, en su lugar, florezcan varios émulos –como en Afghanistán, un triunfo formal podría llevar a la balcanización-, no afectará grandes problemas de la economía mundial que van desde el pertinaz desempleo a ambos lados del Atlántico hasta la crisis del “modelo de negocios” en EE.UU., la deflación japonesa o la catastrófica situación de bancos y aseguradores europeos.

Por otra parte, la guerra podría acentuar un vuelco crítico en la polìtica fiscal norteamericana. No sólo por los costos bélicos y posbélicos, sino por la suerte de US$ 1,35 billón en recortes tributarios –orientados a grandes empresas y sectores de altos ingresos- que Bush sigue empeñado en forzar. La cifra suma el paquete de 2001-9 (US% 680.000 millones, ya vigente) y la propuesta 2003-12 por 670.000 millones, en trámite legislativo. A este monto cabe añadir alrededor de US$ 290.000 millones, según la hipótesis más optimista para Iraq (Consejo de Relaciones Internacionales, 21/3: 90.000 millones pedidos al Congreso más 20.000 millones anuales durante siete años). O sea, un rojo de US$ 1,64 billón acumulado en 2003-9. Para Wiliiam Nordhaud (Yale), la cifra alcanzaría 1,74 billón.

Si la reconstrucción involucrase instalar sistemas políticos, en Iraq y otros países del área, a medida de Washington, el “precio anuala” podría pasar de US$ 20/30.000 millones a 50/60.000 millones. Según el semanario ortodoxo “The Economist” (cuyos columnistas están vinculados al Banco de Inglaterra), “si Bush insiste en imponer el segundo paquete de rebajas impositivas, sus implicancias harán empalidecer los costos de Iraq”. En otras palabras, el fisco habrá renunciado a percibir US$ 1,35 billón, sin hacer casi nada –salvo podar el gasto social- para equilibrar un presupuesto cuyo déficit 2003 el Congreso calcula ya en US$ 246.000 millones.

Por supuesto, si la guerra no acaba pronto, su influencia negativa en materia económica y fiscal será más acentuada. Aparte, como señalan análisis de Lehman Brothers (Nueva York), Nomura Securities (Tokio) y un experto anónimo del Banco de Inglaterra, “el conflicto coincide con serios problemas en buena parte de la economía mundial. No obstante, operadores, funcionarios y muchos medios sostienen que el rápido triunfo será una panacea coyuntural”.

A la inversa, casi todos los economistas sistémicos –desde Chicago hasta Fráncfort, pasando por Stanford, Harvard, Yale y Cambridge- temen que “ni siquiera una victoria espectacular detenga el retroceso de variables económicas y sociales. Dentro y fuera de EE.UU.”. Así resumía Michael Mussa, ex econometrista jefe en el Fondo Monetario Internacional. De paso, llama la atención el “estruendoso silencio sobre la guerra –Robert Kuttner dixit- en el FMI, el Banco Mundial y otras entidades multilaterales, usualmente tan verborrágicas cuando se trata de países endeudados”.

Latinoamérica

Los efectos de la guerra en la oferta y los precios petroleros se sentirán mucho en Latinoamérica. Si persiste la vertical baja generada por los especuladores en los primeros días del ataque (el barril promedio tejano cayó de US$ 32,50 a 26,60, 18,2%, en cinco ruedas), Venezuela, Méjico, Colombia y Ecuador se perjudicarán. Lo contrario les ocurrirá a importadores netos como Brasil, Chile o Uruguay. En el caso venezolano, un barril a menos de US$ 27/28 acentuará quebrantos fiscales y restará incentivos al aumento de producción.

Por otra parte, una guerra corta y una posguerra ordenada –si Washington no se tienta por aventuras en Irán y Siria, si Turquía no invade por su cuenta el Kurdistán iraquí o si Norcorea no estalla- también son riesgosos para Caracas. Las grandes petroleras, hartas de Hugo Chávez (prefieren Nigeria o Angola, donde hasta los jefes de gobierno cobran sobornos), podrían centrarse en la reactivación mesopotámica.

En lo tocante a Brasil, parece mejor preparado que en 1990/1 para capear cimbronazos. Su recuperación será más lenta, pero sólo se daría vuelta en caso de que el conflicto durase más de un mes o los iraquíes destruyeran sus propias explotaciones. Ello haría subir nuevamente hidrocarburos y presiones inflacionarias, ahuyentado capitales.

Resto del mundo

Saliendo del hemisferio, la guerra tendrá efectos adversos en Turquía (cuyos problemas económicos y fiscales son más endémicos que los argentinos). Ni hablar de Surcorea si Washington decidiese emprenderla contra Norcorea. Dejando ese extremo de lado, acabar con Saddam evitando que, en su lugar, florezcan varios émulos –como en Afghanistán, un triunfo formal podría llevar a la balcanización-, no afectará grandes problemas de la economía mundial que van desde el pertinaz desempleo a ambos lados del Atlántico hasta la crisis del “modelo de negocios” en EE.UU., la deflación japonesa o la catastrófica situación de bancos y aseguradores europeos.

Por otra parte, la guerra podría acentuar un vuelco crítico en la polìtica fiscal norteamericana. No sólo por los costos bélicos y posbélicos, sino por la suerte de US$ 1,35 billón en recortes tributarios –orientados a grandes empresas y sectores de altos ingresos- que Bush sigue empeñado en forzar. La cifra suma el paquete de 2001-9 (US% 680.000 millones, ya vigente) y la propuesta 2003-12 por 670.000 millones, en trámite legislativo. A este monto cabe añadir alrededor de US$ 290.000 millones, según la hipótesis más optimista para Iraq (Consejo de Relaciones Internacionales, 21/3: 90.000 millones pedidos al Congreso más 20.000 millones anuales durante siete años). O sea, un rojo de US$ 1,64 billón acumulado en 2003-9. Para Wiliiam Nordhaud (Yale), la cifra alcanzaría 1,74 billón.

Si la reconstrucción involucrase instalar sistemas políticos, en Iraq y otros países del área, a medida de Washington, el “precio anuala” podría pasar de US$ 20/30.000 millones a 50/60.000 millones. Según el semanario ortodoxo “The Economist” (cuyos columnistas están vinculados al Banco de Inglaterra), “si Bush insiste en imponer el segundo paquete de rebajas impositivas, sus implicancias harán empalidecer los costos de Iraq”. En otras palabras, el fisco habrá renunciado a percibir US$ 1,35 billón, sin hacer casi nada –salvo podar el gasto social- para equilibrar un presupuesto cuyo déficit 2003 el Congreso calcula ya en US$ 246.000 millones.

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