“Cheney no se ha dado cuenta de que, con la derrota electoral y el despido de Donald Rumsfeld, se acabó su predominio en la Casa Blanca”, comentaba Henry Reid –jefe del senado desde el próximo 20 de enero-, tras reunirse con el presidente y su vice. “Tampoco es clara la actitud de Bush”, señalaba su correligionario Richard Durbin (futuro líder de la bancada demócrata), participante del mismo encuentro.
En verdad, el presidente planteó que ambos dirigentes apoyen el proyecto de ley que autorizaría, retroactivamente, espionaje telefónico e informático interno sobre residente en Estados Unidos. Su texto es un calco de medidas impuestas en Gran Bretaña por el mismo MI5 que, ahora, lanza conspiraciones musulmanas tan vastas como poco creíbles.
La otra solicitud, todavía más difícil de aceptar, es que el senado finalmente apruebe los pliego de Bolton. Pero varios dirigentes demócratas y algunos republicanos subrayan tres obstáculos: (1) en cargos anteriores, el aun embajador ante la ONU fue sumariado por maltratar de palabra y hecho a subordinadas, (1) su ultraconservatismo y su mal carácter han creado muchos problemas, y (3) bebe demasiado.
Ese pliego quedó varado en 2005. Entonces, Bush forzó el nombramiento durante un receso. Pero hay un problema: la designación sólo vale un año y no es renovable. Bastaría con no mover un dedo para que Bolton volviese al llano.
“Seguramente sucederá eso”, presume otro senador demócrata, Christopler Dodd, que ya hundió el pliego de otro extremista, Otto Reich, como subsecretario para Latinoamérica. Ahora, a Dood se une contra Bolton el republicano Lincoln Chafee. Por supuesto, Cheney podría forzar esa aprobación mientras dure la actual composición del parlamento, pero sería arriesgan un prematuro choque de la Casa Blanca con el futuro congreso y, además, nada impediría que el futuro senado destituyese a Bolton.
“Cheney no se ha dado cuenta de que, con la derrota electoral y el despido de Donald Rumsfeld, se acabó su predominio en la Casa Blanca”, comentaba Henry Reid –jefe del senado desde el próximo 20 de enero-, tras reunirse con el presidente y su vice. “Tampoco es clara la actitud de Bush”, señalaba su correligionario Richard Durbin (futuro líder de la bancada demócrata), participante del mismo encuentro.
En verdad, el presidente planteó que ambos dirigentes apoyen el proyecto de ley que autorizaría, retroactivamente, espionaje telefónico e informático interno sobre residente en Estados Unidos. Su texto es un calco de medidas impuestas en Gran Bretaña por el mismo MI5 que, ahora, lanza conspiraciones musulmanas tan vastas como poco creíbles.
La otra solicitud, todavía más difícil de aceptar, es que el senado finalmente apruebe los pliego de Bolton. Pero varios dirigentes demócratas y algunos republicanos subrayan tres obstáculos: (1) en cargos anteriores, el aun embajador ante la ONU fue sumariado por maltratar de palabra y hecho a subordinadas, (1) su ultraconservatismo y su mal carácter han creado muchos problemas, y (3) bebe demasiado.
Ese pliego quedó varado en 2005. Entonces, Bush forzó el nombramiento durante un receso. Pero hay un problema: la designación sólo vale un año y no es renovable. Bastaría con no mover un dedo para que Bolton volviese al llano.
“Seguramente sucederá eso”, presume otro senador demócrata, Christopler Dodd, que ya hundió el pliego de otro extremista, Otto Reich, como subsecretario para Latinoamérica. Ahora, a Dood se une contra Bolton el republicano Lincoln Chafee. Por supuesto, Cheney podría forzar esa aprobación mientras dure la actual composición del parlamento, pero sería arriesgan un prematuro choque de la Casa Blanca con el futuro congreso y, además, nada impediría que el futuro senado destituyese a Bolton.