Clark comandó las fuerzas de la OTAN, vencedoras en la primera guerra del golfo (1991) y en Kósovo (2001/2) y figura entre los precandidatos potenciales para la Casa Blanca en 2008. Meses atrás, propuso un plan para reforzar la seguridad en la mesopotamia y facilitar una paulatina salida de las tropas ocupantes (en esencia, norteamericanas y británicas).
Más tarde, trabajó con el equipo bipartidario dirigido por James Baker (ex secretario de estado de Bush padre) y el demócrata Lee Hamilton. Informalmente, encabeza un grupo de liberales, entre ellos cuatro ex combatientes en Irak que han ganado bancas en estas elecciones. Ahora, sus nuevos planes contemplan la división en tres áreas –shi’í, sunní, kurda- más un gobierno central y un distrito federal (Bagdad).
Clark tiene posiciones quizá más avanzadas que Baker-Hamilton. A su criterio, “es preciso dialogar con Irán, Siria, Saudiarabia y Turquía. En el primer caso, atendiendo a la influencia de Tehrán sobre la mayoría shiita. Los saudíes pueden asumir los intereses sunnitas, en tanto los sirios tienen viejos nexos con el laico partido Ba’ath iraquí”. En cuanto a Angora, es obvio que sus intereses se relacionan –desde 1991- con la autonomía “de facto” kurda en su vecino meridional (también hay una minoría en el noroeste iraní).
Este militar en retiro, el grupo alrededor de Baker y otro ex secretario de estado (Colin Powell) coinciden en que se acabó el “fundamentalismo bélico de Richard Cheney, Donald Rumsfeld, Karl Rove y sus ideólogos ultraconservadores”. En verdad, varios de éstos se apartaron de George W.Bush poco antes de los comicios: estaban en juego muchos subsidios privados y recovecos universitarios, imprescindibles para sobrevivir en el llano.
Clark cree en la necesidad de “tácticas distintas, con presencia más modesta, cuya prioridad sea pertrechar y adiestrar mejor las fuerzas armadas y la policía. No es posible, claro, abandonar de golpe el país, porque la actual guerra civil se transformaría en un caos e involucraría a los vecinos”. Exactamente, lo que advertía -hace dos semanas- la última evaluación secreta del Pentágono, que tal vez haya sido el golpe de gracia a Rumsfeld.
Por supuesto, subsiste un problema clave en Washington: la reacción de Bush ante ese tipo de planes. “Ya ha admitido que las elecciones se perdieron por Irak”, apunta Clark hablando con un diario italiano. “Creo que se ha dado cuenta, especialmente luego de reunirse con Nancy Pelosi y, luego, con Baker mismo, de que es preciso cambiar de políticas”.
Ninguna solución es factible sin la ayuda de varios países, reiteran Clark, Baker, el primer ministro Romano Prodi, sus colegas José Luis Rodríguez Zapatero y Angela Merkel. Virtualmente toda la Comisión Europea piensa igual y nadie supone que el devaluado Antony Blair afirme lo contrario: él también “perdió” los comicios norteamericanos. Por otro lado, los europeos están comprometidos con EE.UU., en otro pantano, Afganistán, donde el papel de Irán –enemigo de los talibán- tampoco puede soslayarse.
Clark comandó las fuerzas de la OTAN, vencedoras en la primera guerra del golfo (1991) y en Kósovo (2001/2) y figura entre los precandidatos potenciales para la Casa Blanca en 2008. Meses atrás, propuso un plan para reforzar la seguridad en la mesopotamia y facilitar una paulatina salida de las tropas ocupantes (en esencia, norteamericanas y británicas).
Más tarde, trabajó con el equipo bipartidario dirigido por James Baker (ex secretario de estado de Bush padre) y el demócrata Lee Hamilton. Informalmente, encabeza un grupo de liberales, entre ellos cuatro ex combatientes en Irak que han ganado bancas en estas elecciones. Ahora, sus nuevos planes contemplan la división en tres áreas –shi’í, sunní, kurda- más un gobierno central y un distrito federal (Bagdad).
Clark tiene posiciones quizá más avanzadas que Baker-Hamilton. A su criterio, “es preciso dialogar con Irán, Siria, Saudiarabia y Turquía. En el primer caso, atendiendo a la influencia de Tehrán sobre la mayoría shiita. Los saudíes pueden asumir los intereses sunnitas, en tanto los sirios tienen viejos nexos con el laico partido Ba’ath iraquí”. En cuanto a Angora, es obvio que sus intereses se relacionan –desde 1991- con la autonomía “de facto” kurda en su vecino meridional (también hay una minoría en el noroeste iraní).
Este militar en retiro, el grupo alrededor de Baker y otro ex secretario de estado (Colin Powell) coinciden en que se acabó el “fundamentalismo bélico de Richard Cheney, Donald Rumsfeld, Karl Rove y sus ideólogos ultraconservadores”. En verdad, varios de éstos se apartaron de George W.Bush poco antes de los comicios: estaban en juego muchos subsidios privados y recovecos universitarios, imprescindibles para sobrevivir en el llano.
Clark cree en la necesidad de “tácticas distintas, con presencia más modesta, cuya prioridad sea pertrechar y adiestrar mejor las fuerzas armadas y la policía. No es posible, claro, abandonar de golpe el país, porque la actual guerra civil se transformaría en un caos e involucraría a los vecinos”. Exactamente, lo que advertía -hace dos semanas- la última evaluación secreta del Pentágono, que tal vez haya sido el golpe de gracia a Rumsfeld.
Por supuesto, subsiste un problema clave en Washington: la reacción de Bush ante ese tipo de planes. “Ya ha admitido que las elecciones se perdieron por Irak”, apunta Clark hablando con un diario italiano. “Creo que se ha dado cuenta, especialmente luego de reunirse con Nancy Pelosi y, luego, con Baker mismo, de que es preciso cambiar de políticas”.
Ninguna solución es factible sin la ayuda de varios países, reiteran Clark, Baker, el primer ministro Romano Prodi, sus colegas José Luis Rodríguez Zapatero y Angela Merkel. Virtualmente toda la Comisión Europea piensa igual y nadie supone que el devaluado Antony Blair afirme lo contrario: él también “perdió” los comicios norteamericanos. Por otro lado, los europeos están comprometidos con EE.UU., en otro pantano, Afganistán, donde el papel de Irán –enemigo de los talibán- tampoco puede soslayarse.