Sin embargo muchos críticos al actual gobierno sostienen que es una capitulación de Barack Obama, que prefiere no intervenir en conflictos armados en esa región.
Incluso le achacan a su pasividad el rol estelar de Rusia en Siria, en lo que seguramente tienen algo de razón: la Casa Blanca no vio venir el movimiento bélico de Moscú en área tan sensitiva.
Pero los críticos ignoran un punto central de la convicción de Obama: su certeza de que el poder se ha desplazado al Pacífico y que ese es el escenario donde se define el siglo 21. De ahí su esfuerzo por armar el Tratado Transpacífico con todos los países ribereños de ese océano, a excepción de China, precisamente a quien quiere contener.
Pero los que creen que Obama es un pacifista deplorable, se llevarán una sorpresa con el próximo Presidente de la Unión. Quien quiera que sea, tendrá una enorme presión popular en contra de un despliegue estadounidense en todos los problemas y lugares del planeta.
Tal vez lo que no ha sido bien entendido es que hubo un cambio central en las ideas políticas dominantes en el país: vastas masas de votantes, clases medias y bajas, blancas, negras y latinas, culpan a la globalización y a la codicia desmedida de las empresas, por todo lo que les toca sufrir, en especial, la falta de esperanza en una vida mejor para sus hijos.
Trump o Saunders (con sumo placer); Cruz o Hillary (con renuencia) se verán obligados a revivir el viejo aislacionismo estadounidense. Que se arregle el resto del mundo. En comparación, Obama lucirá como el campeón de la presencia estadounidense en todos los puntos vitales del planeta.
Lo más probable que ni Donald Trump ni Bernie Saunders ocupen el salón oval de la Casa Blanca. Pero las campañas políticas de ambos han tenido un efecto demoledor de lo que era hasta entonces the main stream en materia de pensamiento económico y social. Un terremoto político que puede modificar sustancialmente la vida de ambos partidos tradicionales e incluso, dar lugar a terceros actores. Una importante mayoría del electorado demanda el repudio explícito a compromisos militares y comerciales con el resto del mundo, una retirada a fondo del globalismo actual.
El símbolo más emblemático de esta campaña, ha sido la promesa de Trump de levantar un gigantesco y extenso muro (¿se acuerdan del de Berlín en plena Guerra Fría?) que separe a Estados Unidos de México. Aunque también promete que los ciudadanos podrán comprar autos y maquinarias fabricadas en el país y no en el extranjero. Como añadidura, el repudio de todos los tratados comerciales vigentes – que a su juicio- perjudican al país. Por decir esas cosas, para sorpresa del establishment Republicano, es el candidato favorito de la gente común que respalda a ese partido.
El candidato Demócrata tiene una versión de izquierda del aislacionismo, sin militarismo, pero denunciando que no es el rol de EE.UU el de ser policía del mundo. Muy fuerte es su posición ante el irrestricto libre comercio practicado hasta ahora, el que –a su juicio- es responsable del deterioro en la calidad de vida y magros ingresos de la mayor parte de la población. Tanto ha calado esa posición, que la misma Hillary Clinton olvida creencias anteriores y declara en contra de nuevos acuerdos comerciales e incluso del mismo TPP (Trans-Pacific Partnership), piedra fundamental de la política exterior de Obama.
Hay una enorme desilusión con las promesas que trajo en su momento la globalización, y la culpa es –como suele ocurrir en estos casos- de los extranjeros, y de la élite pudiente junto con las corporaciones con presencia multinacional.
Una actitud que, de imponerse, traerá profundas consecuencias para la economía mundial y para el clásico papel de Estados Unidos como la nación más poderosa del planeta.
Mientras tanto, lo que surge de modo evidente, tanto en Estados Unidos como en Europa es un fuerte resurgimiento del populismo de derecha, un fenómeno que no se daba en casi un siglo. Su sustento –aunque parezca difícil de entender- tiene mucho que ver con el vertiginoso cambio tecnológico global. Multitud de gente se siente desplazada, con sus trabajos amenazados, sin expectativas de mejorar sus ingresos. Con una calidad de vida buena, hasta ahora, súbitamente amenazada para ella y para su descendencia.
En Europa, hay algo más: los refugiados por centenares de miles que vienen de Siria, de Iraq y del norte de Ãfrica. “Los nuevos bárbaros invaden Europa”, que no sabe qué hacer para contenerlos. En los Balcanes, en el centro europeo, pero también en Alemania y Francia, quien gana ahora las elecciones es la extrema derecha.