Los memoriosos recuerdan una circunstancia que podría resultar parecida. Cuando en 1971, el entonces Presidente Richard Nixon decretó el final del “patrón oro”, la piedra angular sobre la que se basaba el sistema financiero mundial. De un día para otro, el dólar dejó de contar con el respaldo oro como hasta entonces. Se convirtió en la divisa internacional “de facto” con el único respaldo de la Reserva Federal. Un trago amargo para los países europeos, latinoamericanos y de otras latitudes del planeta.
Lo poco que se sabe de la futura política económica es que avanzará sobre dos carriles. Uno, proteccionismo comercial con alza en los aranceles de ingreso de bienes y servicios (aunque la Organización Mundial del Comercio quede herida de muerte). El otro, estimular la demanda interna a como dé lugar.
Recortes impositivos se implementarían para persuadir a las grandes corporaciones a repatriar montañas de dinero que tienen colocadas en distintas plazas financieras mundiales. Los estímulos a la demanda se traducirán en mayor déficit fiscal y en más alta inflación.
En el caso de la Argentina, hay dos inquietudes sobre el futuro desarrollo de los acontecimientos. La primera, temor ante el proteccionismo comercial que puede obligar a buscar nuevos productos para algunas de nuestras exportaciones. La segunda, el encarecimiento de las tasas de interés que tornará más oneroso endeudarse.
En Europa, hay malos presagios. Ninguna chance de avanzar con el Tratado Transatlántico impulsado por Obama, fricciones seguras por medidas proteccionistas y presión para que las empresas estadounidenses procedan a repatriar ganancias y capitales.
Pero nadie con la zozobra de México. El solo anuncio de la victoria de Trump derrumbó al peso y presagia que el Banco Central eleve de modo significativo las tasas de interés, complicando más el ya problemático escenario interno.
Pero lo decisivo es qué pasará con el NAFTA, el acuerdo comercial de libre comercio que regula el comercio bilateral de US$ 580 mil millones anuales. Un acuerdo histórico, que sentó precedente en todo el mundo, y cuya misma existencia puede estar ahora amenazada.
En cuanto al Asia, no habrá tal vez tanta tensión en lo económico (aunque hay que olvidarse de un Tratado Comercial Transpacífico), pero sí en temas de defensa, en el plano militar. Japón y Corea del Sur, especialmente, están pensando que deberán tener armamento atómico en el nuevo escenario.