domingo, 22 de diciembre de 2024

Proponen mayor articulación productiva regional

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CEPAL presentó en Lima un documento con el que busca estimular una reflexión sobre el rol del comercio como un componente básico del crecimiento con igualdad y sobre la dispersa integración de la región.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) presentó ayer durante el Trigésimo quinto período de sesiones en Lima una propuesta para avanzar hacia la integración regional a partir de una mayor articulación productiva entre los países, que permita responder al actual momento histórico caracterizado por la acelerada innovación tecnológica, el reposicionamiento de los distintos actores en la economía mundial y la conformación de mercados regionales ampliados.

En su documento Integración regional: hacia una estrategia de cadenas de valor inclusivas, CEPAL destaca la vigencia del concepto de integración en el actual contexto internacional como un componente básico de la transformación productiva y de las estrategias de crecimiento con igualdad.

Específicamente, el organismo propone políticas para la creación de cadenas de valor regionales y subregionales que impulsen el intercambio manufacturero, el comercio intraindustrial, la internacionalización de las pymes y el aumento del número de empresas exportadoras y de bienes exportados.

La propuesta fue presentada durante el seminario Desafíos de la integración regional, en el marco del Trigésimo quinto período de sesiones que la institución celebra hasta el viernes 9 de mayo en Lima.

En este reporte, la CEPAL llama además a los países a concretar acciones conjuntas en materia de integración financiera, de infraestructura, digital, social y ambiental, que apoyen la promoción de una mayor integración productiva regional.

También se promueve la acción colectiva en materia de innovación y ciencia y tecnología, con el objeto de fomentar la presencia de empresas y centros tecnológicos de la región en las redes mundiales del conocimiento.

Con estas acciones se busca construir ventajas que permitan a la región posicionarse en un contexto mundial en reestructuración, donde las economías emergentes y en desarrollo ganan creciente presencia en el escenario global y donde los vínculos Sur-Sur, particularmente entre la región y Asia Pacífico condicionaran críticamente las opciones de desarrollo.

Durante la última década, la dinámica de integración regional latinoamericana y caribeña ha vivido transformaciones importantes, según el reporte.

Por ejemplo, algunos países se han mostrado críticos del énfasis en la dimensión comercial que caracterizó a varias de las principales iniciativas de integración en los años noventa. Estas naciones han buscado focalizar esfuerzos en la ampliación de la agenda de la integración hacia otras áreas, poniendo énfasis en las dimensiones política y social.  

Otro elemento que ha influido en estas transformaciones ha sido la crisis financiera mundial que inició en septiembre de 2008, cuyos efectos aún se sienten especialmente en las economías industrializadas.

La magnitud de la crisis puso en duda varias de las concepciones del proceso de globalización y dio vigencia a visiones más heterodoxas que asignan un mayor rol al Estado, no solo como regulador, sino como articulador de políticas industriales activas.

En su reporte, la CEPAL señala que la economía de América Latina y el Caribe mantiene una marcada dependencia de los ciclos externos. Dado que el contexto económico internacional para la región se vislumbra menos favorable que en el período 2003-2011, se hace necesario reflexionar sobre el rol clave que la integración regional puede jugar en mejorar su inserción internacional.

El documento resalta que es difícil pensar que la región pueda lograr un crecimiento sostenible, reduciendo la pobreza y la desigualdad y avanzando en materia de innovación, sin diversificar su estructura productiva y exportadora.

 

Por esto plantea la necesidad de avanzar hacia marcos normativos comunes que incentiven a las empresas de cada país a articular sus operaciones con otras más allá de las fronteras.

La irrupción de las cadenas de valor en la economía mundial ha volcado la atención sobre la importancia del espacio regional como pilar de las principales redes de producción, que se caracterizan por complejos flujos de bienes, servicios, información y personas, señala la publicación.

Para los países de la región, el desafío consiste no solo en ser parte de las cadenas de valor, sino en construir elementos diferenciadores que les permitan ascender en la jerarquía de las mismas, más allá de la dotación de recursos naturales o los bajos costos laborales.

Para este fin, la CEPAL propone la creación gradual de espacios compartidos de política industrial en sectores productivos con potencial para gestar cadenas de valor competitivas. Juegan a favor de este planteamiento los avances que la región ha experimentado en diversos ámbitos, dice el organismo.

América Latina y el Caribe cuenta hoy con una mejor gestión macroeconómica, ha conseguido desarrollar capacidades tecnológicas en varias actividades y sectores, y algunos de sus países han dado pasos significativos en la gobernanza de recursos naturales.

 

Además, sus economías son en general más abiertas y muchas de ellas están interconectadas por acuerdos comerciales.

La región ha desarrollado una arquitectura de la integración densa y compleja, con la creación en la última década de la Comunidad de Estados latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, el Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) y la Alianza del Pacífico.

Estas iniciativas se han sumado a los mecanismos subregionales de integración previamente existentes, poniendo de relieve la importancia y los desafíos de una convergencia entre los distintos procesos e iniciativas de integración.

 

El reporte de la CEPAL argumenta que dicha convergencia será necesariamente un proceso gradual y no lineal.

Por último, la institución llama a considerar la integración como una política de Estado que busque convergencias y no pretenda eliminar las diferencias, sino hacerlas manejables.

 

En una región diversa como América Latina y el Caribe, este es el principal desafío para alcanzar una integración que impulse el cambio estructural que requiere.

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