Poco y nada de Siria entre Obama y Putin

La cumbre del G-8 intenta compensar el probable fracaso sobre Siria con otras iniciativas de índole económica, como el acuerdo de libre comercio entre EE.UU. y la UE, que deberían quedar reflejadas en la declaración final. 

18 junio, 2013

ENNISKILLEN, Irlanda del Norte— Hubo un acuerdo entre Obama y Putin solo en la necesidad de contener la violencia en Siria y buscar una solución política. Dicho así, rodeado de otras múltiples discrepancias sobre cómo conseguirlo y en medio de la situación catastrófica que se vive en ese país en este momento, es, desde luego, un resultado muy pobre para el primer día de la cumbre del G8 en Belfast. 
Rusia ha dejado claro desde el primer minuto que condena tajantemente la decisión de Estados Unidos de armar a los rebeldes y que se niega a autorizar en la ONU la imposición de un espacio de exclusión aérea en ese país, lo que, unido al hecho de que Putin piensa, por su parte, seguir armando al régimen de Bachir al Asad, ha conducido a todos a un profundo derrotismo.
Fuera de este tema excluyente en la expectativa de los líderes de las economías más desarrolladas, se labró un acuerdo para iniciar el mes próximo las conversaciones para un tratado de libre comercio entre EE.UU. y la Unión Europea e intentar un compromiso para una mayor transparencia del sistema financiero mediante la regulación de los actuales paraísos fiscales.
La Unión Europea y Estados Unidos anunciaron ayer que comenzarán a negociar en julio un acuerdo transatlántico de inversiones y comercio, del que se excluye el capítulo audiovisual, y que esperan sea un impulso para el crecimiento económico y el empleo.
Los líderes estadounidenses y europeos admitieron que la negociación de ese futuro acuerdo, que se espera esté concluido en dos años, impulsará el comercio, la creación de empleos y el crecimiento económico, entre quienes se definen como los mejores socios comerciales del mundo, asuntos que son sensibles para ambas partes.
Los países de la UE que se sientan en el G8 —Francia, Reino Unido, Alemania e Italia— y Estados Unidos se reunieron al margen de la cumbre de Enniskillem para dar el impulso político a unas negociaciones que cuando concluyan se espera que aumenten el crecimiento de la UE en el 0,5% anual.
Europeos y estadounidenses, que llevan años preparando el lanzamiento oficial de estas discusiones, tienen ya lo que se considera la relación económica más integrada del mundo, con un comercio de bienes y servicios, cercano al US$1 billón, y con inversiones que superan los US$2 billones.
Sin embargo, la perspectiva para la economía mundial se mantiene débil, aunque las medidas de funcionarios de Estados Unidos, Japón y la zona euro han permitido que sea más improbable que se desacelere abruptamente, dijeron ayer líderes del grupo de las ocho mayores economías del mundo, o G8.
En una declaración posterior a la primera sesión de una reunión de dos días celebrada en esta ciudad, los líderes dijeron que estaban comprometidos a “explotar todas las fuentes de crecimiento”, incluido el “respaldar la demanda”.
En momentos en que la economía de la zona euro sigue contrayéndose —y una expansión más débil de los previsto en EE.UU., China y otras grandes economías—, una recuperación fuerte y sostenida de la recesión que acarreó la crisis financiera de 2008 sigue siendo una posibilidad lejana.
De hecho, los líderes del G8 indicaron que para ciertas partes de la economía global, las perspectivas de crecimiento son más débiles en relación a su última reunión celebrada en mayo de 2012 en Camp David.
“Las perspectivas económicas globales se mantienen débiles, aunque los riesgos bajistas se han reducido en parte debido a las significativas medidas políticas emprendidas en EE.UU., la eurozona y Japón, y a la resistencia de las principales economías en desarrollo y de mercados emergentes”, sostuvieron los líderes.
Afirmaron que los mercados financieros han repuntado en respuesta a medidas como la decisión del Banco de Japón de comprar grandes montos de bonos de gobierno, el continuo estímulo de la Reserva Federal de EE.UU. y las iniciativas del Banco Central Europeo para calmar los nervios en los mercados de bonos soberanos de la eurozona.
No obstante, añadieron que los crecientes precios de activos aún tienen que ayudar a la expansión económica o a la creación de empleos.
“Este optimismo aún no se convierte plenamente en mejoras más amplias de la actividad económica y el empleo en la mayoría de las economías avanzadas”, dijeron los líderes.
La declaración instó a la eurozona a establecer una unión bancaria. 
El G8 está compuesto por los miembros de la eurozona Alemania, Francia e Italia, así como EE.UU., el Reino Unido, Japón, Canadá y Rusia.
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