<p>El vencimiento del protocolo coincide con una fecha de moda, 2012, en el negocio de falsos calendarios mayas, libros y películas apocalípticas. Lo de Copenhague, por el contrario, puede acabar este viernes en un papelón que le ponga una lápida a una serie de cumbres tan caras como poco útiles.<br />
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Aun dejando a un lado Estados Unidos y China –cuyo enfrentamiento traba todo-, la etapa azteca, no maya, sería una reunión en nivel ministerial, limitada a menos de cincuenta países. Algunos analistas hasta sugieren una especie de grupo de los 20 ampliado. En rigor, la opción Kyoto es una idea bastante extendida entre países pobres, emergentes y en desarrollo.<br />
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En cuanto a los ricos o poderosos, podrían suscribir un documento propio, definiendo proyectos nacionales contra la contaminación vía monóxido (China, India) y dióxido de carbono (el resto). Pero, en realidad, México arriesgará convalidar un precario equilibrio, distante de esta borrascosa cumbre. Ese complejo panorama encontrará este jueves, al llegar, el presidente Barack Obama y el primer ministro Wen Jiabao.<br />
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Por cierto, el documento de Kyoto tenía rasgos políticos bien precisos. Obligaba a los países desarrollados a reducir emisiones tipo efecto invernadero. Pero EE.UU., hoy segundo contaminador mundial, no firmó ese protocolo y, entonces, nada lo constriñe a cumplirlo. Otro problema es que el texto prevé asistencia financiera a países subdesarrollados, sin imponerles pautas para limitar emisiones.<br />
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En ese punto, todo se complica. Sucede que Kyoto se movía en función de un horizonte ambiguo para China: sólo figuraba como economía en desarrollo. Tampoco firmó. Doce años después, es la mayor contaminante en términos de dióxido de carbono (6.800 millones de toneladas métricas en 2008, contra los 6.370 millones de EE.UU.).<br />
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Bastante más atrás aparecen la Unión Europea (3.915 millones de toneladas), Rusia (1.690 millones), India (1.410 millones), toda África (830 millones) y Brasil (440 millones). En casos como China, Rusia o India, se incluye el monóxido de carbono, producto directo del carbón.<br />
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A horas de cerrarse la cumbre, no hay signos siquiera de un borrador común y pocos creen que los jefes de estado o gobierno logren cambiar el panorama. Si las cosas terminan en la nada y México no las modifica dentro de ocho meses, el 7 de diciembre de 2012 ya no existirán protocolos ni tratados. Dicho de otra manera, sería preciso prorrogar Kyoto sine die y dar tiempo para un eventual acuerdo general.</p>
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Parálisis: se agotan las opciones en Copenhagen
Sin salida a la vista y entre divergencias insalvables, ahora se habla de volver al moribundo protocolo de Kyoto (1997) y prolongarlo más allá de su expiración. Ésa sería la propuesta a tratarse en otra cumbre, prevista para julio en México.